Por qué ninguna madre reciente debería pasar mucho tiempo sola (o sentirse sola)

Hace unos días una amiga colgó en Facebook una ilustración de Maurice Sendak de difícil interpretación para los adultos. Os la dejo a continuación para que la veáis y opinéis, pero a mí me hizo reflexionar y me hizo pensar en cómo la paternidad, y sobre todo la maternidad, hace cambiar a las personas hasta un punto que a veces es de total entrega, hasta el punto que sientes que tu vida se borra, que se te escapa por momentos, que tu identidad se difumina entre tus nuevas e irreemplazables responsabilidades.

El posparto que nadie te explica, del que nadie habla porque parece como un tabú, el posparto que todo el mundo niega porque parece que lo de ser hijos debe ser eminentemente maravilloso y siempre especial. Ese posparto que duele y que puede desorientar incluso a la mujer más fuerte: por qué ninguna madre reciente debería pasar mucho tiempo sola (o sentirse sola).

La ilustración de Sendak

Difícil saber qué quería decir el autor, ¿verdad? Al parecer fue un ilustrador muy polémico que agradaba poco a los adultos, pero mucho al que era su público, los niños. Así que sabiendo esto podríamos interpretar esta serie de ilustraciones como el deseo de los niños de amar a su madre de un modo tal, que incluso serían capaces de comérsela, aun cuando eso supusiera perderla, y precisamente por no tener en cuenta eso. Y es que los niños no hacen las cosas pensando en la consecuencia futura, sino en satisfacer su necesidad del presente.

Pero yo la interpreté de otro modo, a pesar de que el rostro de la madre no coincide con mi hipótesis: la maternidad de la que he hablado unos párrafos más arriba, cuando las necesidades del bebé van acabando poco a poco con las necesidades de la madre y mujer y van haciéndola desaparecer cada día un poquito, hasta el momento en el que ella deja de ser la mujer, para ser solo la madre.

Ese momento en el que la madre busca satisfacer sus necesidades básicas cuando el bebé le da un respiro, o incluso con él en brazos: comer con el bebé en brazos o en la teta, hacer sus necesidades con el bebé en brazos o en la teta, y ducharse sin él sólo porque ducharse con él sería realmente molesto para el hijo.

La triste y amarga negación de la realidad

Lo he comentado en varias ocasiones y hoy lo digo una vez más: es lamentable que como sociedad neguemos qué supone el ser madre o el ser padre, y es lamentable que la sociedad se haya convertido en un lugar en el que los bebés y los niños apenas tienen cabida. Todo va a un ritmo en el que los niños no entran, y sus madres y padres hacen lo imposible por navegar entre dos relojes: el de sus vidas y el de las vidas de los hijos, que difícilmente encajan.

La negación de la que hablo es esa mentira, o esa verdad a medias, en la que te dicen que tener un bebé es algo maravilloso, pero no te explican lo duro que puede llegar a ser. El precioso anuncio del embarazo, una sorpresa para toda la familia, "los hijos son el motor de la vida de los adultos", "son preciosos", la familia llorando de emoción cuando se enteran de que vas a tener un bebé y una vez el bebé nace te llevas una bofetada de realidad que duele, y mucho.

No es un bebé precioso que te sonríe nada más nacer y que se adapta a tus ritmos para que seáis todos felices, sino una cría animal que viene programada del modo más egoísta posible para posibilitar su supervivencia: llora por el día y llora por la noche, y a veces de un modo tal que te hace perder los estribos; no deja que hagas nada que pueda parecerse un poco a tener una vida y no le importa nada cuáles son tus obligaciones; comen a demanda, a la suya, cuando tienen hambre, y si tardas unos minutos lloran cada vez más; y hay un montón de cosas que les molestan, hasta el punto que a veces ya no sabes qué hacer para que estén bien, haciéndote sentir una completa inútil que no sabe ser madre (o un completo inútil que no sabe ser padre, que a nosotros también nos pasa), destrozando tu autoestima de madre y cuidadora, haciéndote sentir incapaz de hacer algo que se supone que toda mujer puede hacer porque todos tienen una madre.

Nadie te habla de todo esto, supongo que porque la gente cree que si te lo cuentan no tendrás hijos, y en esta sociedad parece que no hay nada peor que el que una pareja viva sin procrear, porque claro: ¡qué dirá la gente! Pero se equivocan al negarlo, al no explicarlo, porque los jóvenes deberían (deberíamos) tener la información para luego decidir qué hacer. Así sabríamos cuándo es un buen momento para ser padres y así sabríamos que la maternidad y la paternidad es muy dura y que requiere de mucha dedicación, cariño, afecto, entrega y paciencia. Sabiendo esto, todo sería más fácil y quién sabe, incluso la gente tendría más hijos. O al menos los tendrían los que están más capacitados para tenerlos y criarlos y no tanto aquellos que no están tan preparados y que luego tienen serios problemas con sus hijos (y no es una crítica, sino una evidencia... hay gente que luego sí les critica y les dice eso de "no haber tenido hijos si los ibas a tratar así").

Y luego está, como digo, el choque de "culturas". El de la sociedad que hemos creado entre todos, que todo va a un ritmo vertiginoso y el de la cultura infantil, en que todo va a otro ritmo. Es un choque increíble en el que los padres tienen que decidir, si tratar de adaptar a los niños a la sociedad (muy duro para los niños, que sufren en ese intento) o tratar de adaptarse al bebé, que es sin duda mejor para los niños y, a la larga, mejor para los padres, que descubren que los hijos vienen, a menudo, para darnos una segunda oportunidad, la de vivir la vida de un modo más tranquilo, saboreando las pequeñas cosas, los detalles, el tiempo, y dando valor al cariño, a las relaciones, al diálogo, y no tanto a lo que tienes o dejas de tener en posesión.

Por eso una madre no debería pasar mucho tiempo sola

Todo esto para decir que como se sigue contando la verdad a medias, la bofetada de realidad más grande se la llevan las madres en el silencio de sus casas, encerradas por un bebé que las está fagocitando poco a poco. Una vez se está en ese punto, o para prevenirlo y que no sufra, no llore por los rincones y no se sienta sola, los demás adultos debemos estar con ella. Para apoyarla, para decirle que lo está haciendo bien, que no está sola, para que nos diga qué podemos hacer para que se sienta mejor, para darle conversación, para explicarle anécdotas del "exterior", para que se desahogue, para que le hagamos la comida, para que le recojamos la casa, para que nos convirtamos en su red de apoyo, porque nadie debería criar a un bebé en soledad.

Y no hablo solo de la soledad de estar ella y el bebé solos físicamente, sino de esa en la que hay personas a su alrededor que no se enteran de la situación o que disimulan y siguen negando que eso es durísimo, y que en vez de decirle "sé lo duro que es, pídeme lo que quieras", le dicen que "pues todas han tenido hijos y salen adelante" (por desconocimiento o porque, como ellas sufrieron sin quejarse, no conciben que ellas tengan derecho a quejarse y recibir ayuda), que no hace sino hundirla más en sus penas y en su sensación de inutilidad.

Amigas, madres, abuelas, compañeras, y también amigos, padres, abuelos y compañeros. Y el papá, por supuesto. Esa red de personas que se acuerden de la mujer persona que está dedicando todas sus energías a ser madre y que no deberían dejar que sintiera que desaparece. Esa red de personas que toda madre necesita y pocas tienen. Esa red.

Así que si eres una madre que se siente sola, o que está sola, ¡búscala! Y si conoces a alguna madre reciente, llámala en cuanto puedas y pregúntale cuándo puedes pasarte por casa para verla, que desde que es madre no sabes de ella y te apetece pasar tiempo con ella; y una vez estés ahí, solo déjate llevar, préstate a lo que quiera: habla si quiere escuchar y escucha si quiere hablar, y dile, en cuanto tengas un momento, que lo está haciendo muy bien y que para cualquier cosa que necesite, ahí vas a estar.

Seguro que te lo agradecerá siempre y seguro que, cuando estés en su situación, con un bebé en tus brazos, cerca de la desaparición como persona, ella aparecerá por la puerta para sonreírte, abrazarte y escucharte. Así se tejen redes de apoyo, así se crían hijos. Así sí.

Fotos | iStock
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