Mucha gente no la conocía hasta hace poco, pero el nombre de Samanta Villar está ya en boca de todos por sus declaraciones al presentar la publicación de su libro "Madre hay más que una". Y cuando digo en boca de todos, lo hago porque en las redes sociales muchísima gente está hablando de ella, de sus hijos, de sus palabras y de su maternidad. Y como siempre que se tratan temas así, las críticas no faltan.
Sin embargo, si algo he aprendido en todos estos años (once ya como padre y nueve como editor de temas de maternidad y paternidad), es a tratar de coger un poco de distancia, poner las palabras en contexto y tratar de ponerme en sus zapatos para entender el porqué de las cosas. Y a pesar de que ha dicho que "tener hijos es perder calidad de vida" y que ha dejado entrever que si pudiera volver atrás, preferiría no haberlos tenido, os cuento a continuación mi opinión al respecto, y por qué creo que no deberíamos criticar a Samanta Villar.
Pero, ¿qué ha dicho?
Si aún no sabéis qué ha dicho, os lo resumo aquí. Según leemos en ABC, la periodista, de 41 años, ha anunciado la presentación de su libro con la intención de romper con lo que considera que son tópicos de la maternidad y tabúes varios. Según explica: "Hay un relato único de la maternidad como un estado idílico, que no coincide con la realidad y estigmatiza a las mujeres que lo viven de manera distinta".
Además, añade que "Yo no soy más feliz ahora de lo que era antes", y que "tener hijos es perder calidad de vida", pese a que afirma que "hay momentos que dices: son preciosos. Una cosa no quita la otra".
Todo ello la llevó a escribir el libro para contar la que considera que es la maternidad "de verdad", sin obviar "la dureza, las dificultades extremas, los inconvenientes insoportables y el sacrificio estratosférico". Y es que como "nadie te cuenta lo que es en realidad la maternidad, tomas una decisión engañada".
"Abandonemos ya esta idea de que la maternidad es el último escalón en la pirámide de felicidad de una mujer", asegura Villar, que sigue explicando que "lo mejor es ser tía" porque "es lo más cercano a la madre", pero se ahorra "el dolor físico del agotamiento y el hundimiento moral de decir: ¡no puedo más!".
Finalmente, ironizando, dice que "ahora ya es demasiado tarde, ahora soy madre y hay que apechugar", y que está preparada para volver a la televisión, al "trabajo light".
No deberíamos criticarla por respeto
La primera razón, que es la más obvia, es porque cada madre vive su maternidad a su manera. Y esa manera es personal e intransferible, como se suele decir habitualmente. Hay que estar en su piel para entender lo que está viviendo, y si no nos podemos poner, debemos poner en perspectiva lo que dice para tratar de entender las motivaciones.
Y yo la entiendo, o creo que la entiendo al conocer su historia personal. Obviamente puedo equivocarme, pero la entiendo cuando dice todo lo que dice (aunque yo no lo sienta igual en lo que a mi relación con mis hijos respecta), y sólo por eso no me atrevería a criticarla. Y por respeto, claro.
Ser madre cuando el trabajo te sonríe
Samanta tiene 41 años y fue madre con 40 de dos mellizos, Violeta y Damià, que llegaron después de un tratamiento de ovodonación. Podríamos decir que era una de sus últimas oportunidades de ser madre y no la quiso desaprovechar. El problema es que ella iba a tener los bebés que creía que iba a tener, y no los que acabó teniendo.
Me explico: cuando dice que la maternidad de la que la sociedad habla no corresponde con la realidad está explicando algo que hemos comentado en otras ocasiones. Ese posparto del que nadie te habla, o esa hipocresía de empujarte a tener hijos (no hay pareja sin hijos a la que no se le pregunte cuándo los tendrán) para luego, cuando los tienes, abandonarte a tu suerte y pedirte que se los entregues a la sociedad cuanto antes, para que vuelvas al mercado laboral y los niños entren en la vorágine de carencias y consumismo.
La sociedad se empeña en decirnos que tener hijos es algo maravilloso, y al tenerlos somos muchos los padres que nos llevamos una bofetada de realidad al darnos cuenta de que los bebés no siempre son como nos cuentan, de esos que comen, cagan y duermen, sino que son mucho más dependientes, de día y de noche, y que eso requiere de mucho tiempo de mamá y papá.
Pero papá no tiene mucho tiempo porque la baja paternal se acaba enseguida, y entonces es mamá la que -hablando mal y pronto- se come la mayor parte del marrón, al ver que se acumulan las tareas del hogar, se acumulan las horas sin dormir, se acumula el cansancio, se acumulan horas de soledad, se acumula horas sin cuidarse, horas sin hablar con personas adultas, horas de cuidados a bebés poco agradecidos (porque con el silencio y la calma agradecen que todo va bien, pero al rato vuelven a llorar), y un largo etcétera.
Y ahora ponte que eres Samanta, que has tenido dos hijos, y que estabas justo en un momento vital en que el trabajo iba viento en popa. Después del éxito como reportera en el programa "21 días" de Cuatro, de 2009 a 2010, presentó "3 sesenta", que luego pasó a ser "Conexión Samanta". En la cuarta temporada se convirtió en la directora del programa, y así es como derivó en "9 meses con Samanta".
Es decir, llevaba poco tiempo dirigiendo su propio programa en la televisión cuando el trabajo se detuvo para ser madre. Aprovechó el embarazo para narrar las peripecias de una mujer que consigue un embarazo como receptora de una donación, y las historias de otras mujeres embarazadas, y finalmente mostró su parto en mayo del año pasado (aunque los bebés nacieron, creo, en marzo).
En un momento así de su carrera, lo de tener hijos tenía que ser al menos como se lo contaban, para que el ser madre le supusiera una alegría similar. Una maternidad cansada sí, agotadora por momentos también, pero que fuera un momento vital capaz de aportar ese plus de felicidad que muchas veces el trabajo no te llega a dar.
Y se sintió engañada como muchos lo sentimos en algunos momentos al pensar en lo poco que se implica la sociedad con los padres, con la salvedad de que ella tuvo dos en vez de uno, que seguro que lo hace un poco más difícil. Normal que considere que ha perdido calidad de vida si pensaba que cuidar de dos bebés era algo más fácil.
Pero es que dice que no es más feliz ahora que antes
¿Y por qué tiene que serlo? Claro que muchos somos más felices al ser padres. Algunos incluso acabamos repitiendo y tenemos tres, como yo, o incluso más. Pero eso no quita que haya personas que sientan que esto no es lo que esperaban. Y es que tener hijos te aporta muchas cosas positivas, pero supone muchas responsabilidades, mucha energía física y también mucha energía psicológica.
Lo bueno del asunto es que todo pasa. Por eso muchos repetimos, porque con el tiempo te das cuenta de que todo aquello que te hace decir "no puedo más", se queda atrás, y llegan épocas mejores. Y ella no está sola: son muchas las mujeres que lloran porque no puedes más. De hecho, cuando hablé de ello en 2015, fueron muchísimas las visitas que ese post tuvo, ese en el que un bebé le decía a su madre que podía estar tranquila, porque todo pasa.
Pero para Samanta aún no ha pasado, ni mucho menos. Sus bebés no tienen aún ni un año. Está todavía inmersa en los cuidados y por eso está buscando oxígeno y aire que respirar... demasiado poco tiempo, a mi parecer, para extraer conclusiones. Así que si algo le tuviera que reprochar es precisamente esto, que hable de lo que es ser madre cuando sólo acaba de empezar.
Claro que hay que explicar a la gente lo duro que puede llegar a ser el principio, los comienzos, sin apoyo, sintiéndose sola seguramente en demasiados momentos, y desprovista de su vida hasta el punto de sentirse desaparecer entre cuidados, llantos, pañales y tetas. Pero con el paso de los meses, y con el paso de los años, lo de ser madre, lo de ser padre, se va transformando cada vez más en algo más bonito, en algo que puedes saborear, en algo que puedes vivir con más tranquilidad y, entonces sí, disfrutarlo mucho más.
Hay platos, hay recetas, muy difíciles de hacer, que requieren horas y horas de trabajo. Esos momentos son duros... incluso mientras se hacen, o al acabar, hay que recoger la cocina porque queda todo perdido, y al final uno piensa si hacer esa receta compensa, por todo el trabajo que supone.
Pero no es hasta que uno no se sienta a comer, cuando por fin se lleva el primer bocado a la boca, y el segundo y el tercero, que no llega el momento en que se puede decir si el tiempo de trabajo valió la pena o no. Habrá personas que dirán que sí, que está tan bueno que todo lo trabajado y recogido valió la pena; habrá personas que digan que no es para tanto; y otras que digan que no, que habría sido mejor no hacerlo. Y ninguna está equivocada en realidad porque cada una explicará su visión y valoración del conjunto de lo vivido.
Esa es la espinita que me queda con el tema de Samanta, el pensar que sus hijos no tienen siquiera un año y que aún está "cocinando" su maternidad... de hecho, mientras los cuidaba ha escrito este libro, cosa que dificulta aún más la ecuación: "Claro que es muy duro cocinar ese plato tan complejo, si mientras lo haces dedicas tiempo a escribir cómo lo haces" (y no juzgo, sólo trato de hacer una foto de la que creo que es su situación).
Pero en cualquier caso, está hablando de sentimientos, y los sentimientos son propios y no admiten valoración ajena. No puedes decirle a alguien que lo que siente está mal, así que podemos estar o no de acuerdo, pero no podemos decirle que debería sentir otra cosa sobre sus hijos o sobre su maternidad.
Por eso no la podemos criticar y por eso podemos incluso valorar como positivo el que haya decidido explicar al mundo, en un libro, que la maternidad puede no ser preciosa, ni liberadora, ni feliz, ni... las mujeres merecen saber que tener un bebé en este mundo puede ser durísimo. Porque no hay ningún soporte económico al respecto, porque la baja maternal solo dura 16 semanas, que solo son suficientes para empezar a trabajar dejando en casa a un bebé totalmente dependiente, porque no existe ningún tipo de conciliación con cara y ojos que cuide de aquellas personas que acaban de ser padres, porque estamos en un momento en el que con un solo sueldo es muy difícil vivir, y tenemos hijos a pesar de que la sociedad actual parece estar pensada, como digo, para todo lo contrario.
Da mucha pena decirlo, pero a los padres nadie nos ayuda de ninguna manera. El país envejece a marchas forzadas pero al estado le da igual, de modo que traer hijos al mundo es solo un acto individual de amor y responsabilidad. Si nos reducimos el horario, nos reducen el sueldo. Si dejas de trabajar, dejas de cobrar. Si decides cuidar de tu bebé, o de tus hijos, el día que quieras volver a trabajar tendrás muchos problemas para hacerlo.
Los padres deberían ser protegidos en una comunidad; protegidos y cuidados para poder cuidar a su vez de las personitas que serán el futuro de todos. Pero esto no sucede. Así que los padres de hoy en día solo nos dedicamos a intentar sobrevivir, pasando los días sin darnos cuenta entre cuidarlos a ratitos, trabajar y tratar de que la casa no se nos caiga encima. Así, los hay que incluso parece que tienen que elegir entre educar bien y vivir: "Si quiero darles más tiempo de mí, tengo que trabajar menos y, en consecuencia, no llegar a final de mes".
Así que sí... yo también colaboro en explicar a nuestra sociedad lo mal que está montada, y lo poco que piensa en los bebés y los padres.
"¡Pero está haciendo daño a sus hijos!"
Pero vuelvo a lo que estaba diciendo: hay gente que esto no lo ve bien porque para explicarlo está haciendo daño a sus hijos. Y es que asegura que lo mejor es ser tía, y que ahora ya no puede hacer nada porque es madre y tiene que apechugar.
Yo no comparto sus palabras, yo creo que es mejor ser padre que tío, pero de nuevo entiendo que en su situación, si lo llega a saber, quizás habría decidido hacerlo de otra manera. ¿Es culpa suya? ¿No lo es? Pues no lo sé. Igual no hay que buscar culpables, sino simplemente ser conscientes de que no todo el mundo está preparado para ser padre y madre, o que no todo el mundo lo vive igual, o que el choque entre expectativas y realidad es bastante importante.
Sus hijos no tienen ni un año, así que ahora mismo es poco el daño que sus palabras les puedan hacer. Quizás en un futuro quieran leer el libro de mamá y entonces les pueda doler (esto es lo que asegura mucha gente, que cuando lo lean sufrirán mucho); pero entonces, si es así, no hay de qué preocuparse. Si el mayor sufrimiento de esos niños vendrá cuando lo lean, ahí estará mamá para decirles que cuando eran pequeños lo pasó muy mal y quiso explicar a la gente cómo se sentía. Quién sabe si el próximo libro, dentro de uno o dos años, no sea una oda a la maternidad y a la felicidad de ser madre de unos preciosos niños de dos o tres años.
Y si esto no pasa, si ese libro no llega, si esa maternidad que se "cocina" de manera dificultosa esperando a que llegue lo mejor no acaba de mejorar, entonces el "sufrimiento" de esos hijos no será por estas pocas palabras, ni por un libro, sino por una relación del día a día en que mamá, Samanta, sigue pensando que debería haber tomado otra decisión.
Y aquí está el quid de la cuestión. No es lo que ha dicho, que quizás está sacado de contexto (no creo que ninguno de los que han opinado hayan leído el libro), sino lo que será. Y solo espero por ellos, y por ella, que esa relación tenga mucho de lo que también ha comentado: "Hay momentos que dices: son preciosos. Una cosa no quita la otra". Es increíble ver a tus hijos crecer, cambiar, y darte cuenta de que cada día te enamoras más de ellos.
No te lo pierdas, Samanta. No te pierdas esos momentos, porque aunque puede ser muy duro al principio, la balanza puede dar un vuelco cuando menos te lo esperas. Seguro que si quieres podrás la manera, como yo, de enamorarte cada día más de ellos y de ser feliz como madre, más que nunca.
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