¿Qué hacer cuando la pareja discute por los hijos? La técnica de la hamburguesa
Una de las mayores pruebas a las que se someten las parejas es la del momento de tener hijos. De repente, de la noche a la mañana, las rutinas de los dos cambian, también sus horarios, sus responsabilidades y privilegios, y ambos deben adaptarse a la nueva situación cuanto antes para que todo vaya lo mejor posible.
El problema es que esto no sucede siempre, y aunque algunas parejas van saliendo adelante, otras empiezan a tener problemas y discusiones por diferentes motivos: si cogerlo o no cogerlo cuando llora, si criarlo así o criarlo asá, si meterlo o no en la cama de los papás por las noches por si con ello se duerme mejor, si uno está más cansado que el otro por el día que lleva, si no lo estás haciendo bien con el bebé, etc.
El caso es que la mayoría de las discusiones van relacionadas con la manera de hacer las cosas con el bebé, pero sobre todo por cómo se dicen las cosas, por las formas. Por eso, si en tu casa os pasa que discutís a menudo y acabáis mal porque os decís lo que pensáis de manera que el otro se siente mal, quizás podríais probar con la técnica de la hamburguesa.
¿La técnica de la hamburguesa?
Sé que suena fatal, pero no es más que un nombre que le he puesto a una técnica de comunicación asertiva, que a mí me va genial para recordarla. Es una manera de decir que lo importante del mensaje es la carne de la hamburguesa, pero que antes de darla a morder debes ofrecer el pan. Vamos, que la carne sola puede resultar un poco fuerte y el pan suaviza el sabor.
Hace unos días os hablé de los hombres que apenas se involucran en el cuidado de los hijos porque las madres casi no les dejan hacerlo. Ese retirarse, ese quitarse la responsabilidad, es una huida para evitar el conflicto: "no lo hago a mi manera porque sé que te vas a enfadar, así que, o no lo hago, o lo hago sólo según tus directrices y normas". De este modo muchos hombres son solo ejecutores de las órdenes de las mujeres. Y hasta que no tienen la orden concreta, no la ejecutan:
- Vístelos par ir al cole, corre, que no llegan.
- ¿Qué les pongo?
- Cualquier cosa... una camiseta y un pantalón.
- No, cualquier cosa no, que no los quiero vestir dos veces. Dime qué les pongo.
- Ay, de verdad, pues mira, esto y esto, que lo tengo que hacer yo todo... así no me ayudas nada.
Esto soluciona un conflicto, el de discutir porque él no hace las cosas como ella querría que se hicieran, pero añade otro, el de una mujer que en el fondo sufre, porque siente que tiene que ser ella la que lo controle todo.
Pues bien, tanto en este ejemplo como en muchos otros, de discusiones entre parejas, los problemas suelen venir cuando uno le dice al otro que ha hecho algo mal y que "siempre lo haces mal", que "no puedo contar contigo", "confiaba en que podrías hacer esto", "ya te dije que así no...", "no puedes hacer esto así porque...", "ya sabes cómo me molesta que..." o "para otra vez no lo hagas así porque...".
El receptor puede no tomarse muy bien que juzguen su manera de criar a su hijo de ese modo, cuando probablemente está intentando hacerlo lo mejor que puede o lo mejor que sabe, y puede iniciarse un conflicto que podría haberse evitado con la técnica de la hamburguesa.
Primero pan, luego carne y pan otra vez
Pues bien, el tema consiste en poder decirse las cosas sin que el otro se enfade tanto como para iniciar una discusión. Primero se da un poco de pan, algo así como un agradecimiento; luego se da la carne, el problema que estamos viendo; y finalmente se pone el otro trozo de pan, que es una posible solución.
Así, no es lo mismo decir:
Ya tienes al niño llorando otra vez. Báñalo con más cuidado, que para hacerlo así casi mejor no lo hagas.
Que decir:
Me encanta ver que pasáis tiempo juntos, pero me parece que al niño le gusta bañarse con un poco más de calma. ¿Qué te parece si jugáis un poco aprovechando que está en el agua?
El primer pan es decirle que te gusta que estén juntos. La carne es el problema, que lo está bañando con prisas y el niño se pone nervioso. El segundo pan es una posible solución.
Vamos a ver otro ejemplo. No es lo mismo decir:
Deja de gritarle al niño que lo pones más nervioso. Es pequeño y aún no sabe lo que puede y no puede tocar. Si llego a saber que te ibas a poner así no os dejo solos.
Que decir:
Creo que estas tardes juntos os pueden ir muy bien, pero el niño es pequeño y si está solo busca con qué divertirse; además, si le gritas lo harás sentir mal, cuando sólo estaba explorando. ¿Y si otro día aprovecháis para hacer más cosas juntos? Así no lo tendrás tocando lo que no debe tocar y así verás qué es lo que más le divierte.
No digo que así la otra persona diga a todo que sí, pero es una manera de iniciar un diálogo, cuando del otro modo lo que se suele iniciar es una discusión.
La técnica de la hamburguesa llevada a los sentimientos
A veces no es lo que el otro hace, sino lo que te dice. Si alguien te hace sentir mal por cómo cuidas a tu bebé, o incluso si eres la otra parte y te está hiriendo porque te dice que lo deberías hacer de otro modo, puedes usar también esta técnica:
No deberías coger tanto a tu hijo en brazos porque lo vas a malcriar. Luego te costará un montón que sea independiente.
A lo que respondes:
Te agradezco que te preocupes por mí y por mi hijo (pan), pero cuando me dices que no debo cogerlo en brazos me haces sentir mal, como si pusieras en duda mi capacidad de hacerlo bien con mi hijo (carne), me gustaría poder cuidar de mi hijo tal y como siento sin sentirme juzgado (pan).
El último pan no es más que una manera suave de decir que, por favor, no me des tu opinión si no te la he pedido, y menos para juzgarme.
La última:
Entiendo que quieres lo mejor para el bebé, pero prefiero hacerlo a mi manera; cuando me insistes con que debería hacerlo de otro modo siento que me dices que soy incapaz, que no sirvo, y no quiero sentirme así al cuidar de mi bebé. Quizás me ayudaría que estuvieras conmigo un poco mientras cuido de él, y así puedo ver cómo lo harías tú, por si puede servirme de referencia.
Como veis, en este caso hablamos de cómo nos sentimos. Y eso no tiene debate posible, porque los sentimientos son siempre genuinos: nadie puede negarte lo que sientes. Así que si somos capaces de explicar cómo nos sentimos tendremos mucho terreno ganado, porque en realidad, dentro de una pareja, nadie quiere hacer que el otro se sienta mal (a no ser que tengas una pareja tóxica, de esas que disfrutan haciéndose las indispensables, a costa de ponerte siempre a la altura del betún).
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