"Eres la peor madre del mundo", "¡No tienes ni idea de nada!", "¡Déjalo! Tú no me entiendes!", "Sois muy pesados"... Es normal que este tipo de frases, que a veces escuchamos de nuestros hijos adolescentes, nos hieran o nos afecten de algún modo.
Primero porque son nuestros hijos, y les amamos tanto que nos duele pensar que no somos correspondidos de la misma forma. Pero también porque nuestro ego se ve dañado con sus palabras, y ¡eso nos molesta mucho!
Pero "entrar al trapo", como se dice coloquialmente, supone entablar con el adolescente una lucha de poder que no solo no nos conducirá a nada, sino de la que ambos saldremos mal parados.
Tu adolescente te desafía y tú entras al trapo: ¿por qué se da esta situación?
Como decíamos, es lógico que las críticas de nuestros hijos adolescentes nos molesten. A ninguno nos gusta que nos den una mala contestación, nos desafíen o nos falten al respecto, pero si además, el desplante viene de parte de los hijos, menos aún.
Así, ante frases que consideramos hirientes los padres rápidamente saltamos ("¡cómo me puedes decir eso!", "ya no se qué hacer contigo", "no te reconozco"...), o incluso acabamos recurriendo a los castigos ("vete ahora mismo a tu habitación", "hoy no saldrás con tus amigos"...).
Pero la situación no acaba aquí, ya que muy probablemente nuestros hijos nos respondan con más críticas y reproches que van caldeando el ambiente cada vez más , o dándose media vuelta y dejando de escucharnos (¡y anda que no molesta que nos dejen con la palabra en la boca!).
Pero para entender el trasfondo de esta lucha es necesario comprender qué es lo que hace qué padres y adolescentes lleguemos a esta situación.
Desde la perspectiva del adolescente
La adolescencia es una etapa de transición entre la infancia a la adultez que lleva a nuestros hijos a tener que adaptarse a una nueva forma de ver y entender el mundo. En este camino deberán averiguar quiénes son, hacia dónde quieren ir o qué es lo que quiere hacer. En definitiva, deben buscar su independencia y su propio camino; lo que puede generarles muchas inseguridades y reactividad ante todo.
Además, debido a su inmadurez, y a su baja tolerancia a la frustración, pueden responder de forma incontrolada cuando, por ejemplo, les marcamos algún tipo de límite o cuando decimos algo con lo que no están de acuerdo. Pero más allá de la revolución física y hormonal propia de la adolescencia, a nivel psicológico también ocurren cosas que quizás nos ayuden a entender por qué los padres somos el blanco fácil de nuestros hijos con sus críticas.
Desde la perspectiva de los padres
Los padres de hoy venimos de una generación educada con autoritarismo, donde el error se ocultaba, no se permitía rebatir a los mayores y éramos corregidos continuamente. Es lógico que estos patrones de crianza nos pesen demasiado y los repitamos con nuestros hijos si no somos conscientes de ello.
Por eso, en cierto modo podemos decir que las luchas de poder radican en la visión adultocentrista que tenemos de la crianza. Es decir, los padres consideramos que nuestra perspectiva adulta es superior a la de nuestros hijos y se lo demostramos con una educación autoritaria y controladora.
También la multitarea, el agotamiento y el ajetreado ritmo de vida que llevamos nos impide conectar con nuestros hijos desde el respeto y la empatía, entendiendo sus necesidades reales y logrando ver más allá de su conducta.
En las luchas de poder nadie sale ganando
Los adolescentes que se ven envueltos en luchas de poder con sus padres suelen sentirse inseguros y con baja autoestima, lo que les lleva a reaccionar de manera cada vez más desproporcionada. También sentirán que sus padres no les tienen en cuenta y se enfrentarán a una constante sensación de derrota o fracaso.
Para los padres, las luchas de poder son realmente desgastantes. Querer controlar a nuestros hijos a cada instante y sentir que debemos quedar siempre por encima acaba afectando física y emocionalmente, además de alterar el clima de convivencia en el hogar.
Por eso, conviene que hagamos un ejercicio de reflexión: ¿Realmente queremos convertirnos en rivales de nuestros hijos? ¿Nuestra aspiración como padres es tener siempre el control de la situación y que nuestros hijos nos hagan caso a cada instante? ¿Queremos un ambiente familiar donde prime la desconexión, la ansiedad y las faltas de respeto mutas?
Seguro que la respuesta es 'NO'. Por eso, lejos de culparnos y martirizarnos, debemos saber cómo educar de una forma positiva, amorosa y empática también en la adolescencia, estableciendo límites basados en el respeto a ambas partes.
Y entonces, ¿qué hago si mi hijo me falta al respeto?
Mantén la calma. Ante ciertos comentarios y reacciones de nuestro hijo es normal que los padres nos sintamos dolidos. Pero como hemos mencionado, no es bueno actuar con el cerebro emocional así que respiraremos profundamente, tomaremos distancia de situación y nos dirigiremos a nuestro hijo solo cuando estemos calmados y tengamos la certeza de que no vamos a decir nada de lo que después nos arrepintamos.
Conexión emocional. La adolescencia es una etapa de descubrimiento, reafirmación e independencia, en la que el adolescente comienza a separarse de sus padres para inicio su propio camino. Durante el proceso es lógico que tome malas decisiones en ciertos momentos, se equivoque más de una vez o su comportamiento no sea el más adecuado. Entender que este proceso es importante y necesario nos ayudará a conectar con nuestro hijo y comprender lo que está viviendo.
Corregir. Una vez hemos conectado emocionalmente, debemos corregir. Porque empatizar con sus emociones y entender por qué nuestro hijo ha dicho o hecho algo hiriente, no significa pasarlo por alto. Corregir no pasa por sermonear ni criticar, sino por escucharles de forma activa, guardando silencio mientras nos hablan y permitiendo que ellos mismos se den cuenta de sus errores y entiendan la importancia de repararlos.
Hablad de vuestros sentimientos. Una parte importante de la corrección es la expresión de nuestros sentimientos. Hacer ver a nuestro hijo que nos ha dolido lo que ha dicho o cómo lo ha dicho, e invitarle también a expresar cómo se siente es un excelente ejercicio de empatía que favorecerá nuestra conexión y comunicación.
Llegar a acuerdos. Durante la adolescencia se hace imprescindible negociar y llegar a acuerdos; es decir, buscar soluciones conjuntas que acerquen nuestras posturas teniendo en cuenta las necesidades de ambos. Establecer acuerdos y confiar en que ambas partes los cumpliremos permite al adolescente libertad para actuar sabiendo cuáles son los límites, y a los padres nos supone una mayor tranquilidad.