¿Tener hijos es un acto altruista?

Una compañera de trabajo nos felicitó el otro día a unos cuantos padres y madres: “de verdad que os admiro y os felicito porque tener hijos es un acto totalmente altruista. No recibís nada a cambio”.

Al oír el inicio de la felicitación sonreí por considerarme aludido, soy padre, pero al acabarla mi sonrisa permaneció en acto de absurda pasividad en que no sabía si responder ni cómo hacerlo.

No es que el comentario necesitara respuesta. Para ella, mujer adulta que dijo que “no me atreví a tener ni el primero”, es una opinión y como tal me la tomé. Además la felicitación fue totalmente sincera y sentida, así que no generó ningún acto de rechazo.

Desconozco cuales son las razones que han formado esa opinión y, de todas maneras, no soy quién para juzgarlas ni lo haría jamás, sin embargo mi opinión es muy diferente. A ojos ajenos es posible que los padres demos (o den) a menudo sensación de agobio o verbalicen mensajes indirectos (“hoy no he dormido, no puedo más”, “que ganas de que empiece el cole”, “le he dejado con su padre un rato”, “lo dejamos con los abuelos y nos vamos un fin de semana”,…) que inciten a pensar que damos más de lo que recibimos.

A mi manera de ver, o a mi manera de vivirlo, es totalmente al contrario. De acuerdo que dependen de nosotros, que la dedicación que necesitan es casi absoluta y que hay momentos en que es físicamente agotador y mentalmente desgastador, pero si me preguntaran hoy día si repetiría la respuesta es sí, siempre sí (de hecho el segundo está en camino y el tercero está en mente…).

Llegar a casa después de trabajar y ver que tu hijo corre a la puerta para verte llegar, hacerle cosquillas y que entre carcajadas sólo pueda decir “Papá, papaaá, coquías” (cosquillas), que se abrace a tu pierna cuando algo le asusta, que te plante un abrazo enorme y un beso porque sí, que te llame y que llame también a mamá para que nos sentemos los tres en su silloncito minúsculo y mil cosas más que me harían escribir una tesis doctoral son demasiadas razones para no compartir esa opinión.

Los padres hacemos mucho por los hijos, pero a día de hoy, al menos en mi caso, soy yo el que ha aprendido más de esta relación padre-hijo. Me ha enseñado a ser mejor persona, y eso no tiene precio.

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