Quejarse en un momento dado es completamente normal. Las quejas nos ayudan a desahogarnos y es humano verbalizar nuestro malestar cuando sentimos que ya no podemos más.
Pero también es importante buscar soluciones y no caer en el hábito de quejarnos constantemente, pues haciéndolo no solo corremos el riesgo de anclarnos en lo negativo, sino también de perjudicar emocionalmente a las personas que nos escuchan lamentarnos una y otra vez.
Este consejo adquiere mayor relevancia si cabe cuando son nuestros hijos quienes nos oyen quejarnos continuamente, y mucho más aún cuando de quien nos quejamos es de nuestra pareja y padre/madre de los niños.
Y es que cuando hablamos de criar y educar a los hijos, los reproches al otro progenitor por no hacer las cosas como nosotros las hacemos, suelen estar a la orden del día. Pero por muy sutiles que puedan parecer nuestras protestas, jamás deberíamos quejarnos de nuestra pareja delante de los hijos. ¿Quieres saber por qué?
La queja nos instaura en el pesimismo y la indefensión
Para empezar, y tal y como hemos comentado en múltiples ocasiones, los padres somos el espejo en el que nuestros hijos se miran desde que nacen. De nosotros lo aprenden todo, desde la forma de ver y entender el mundo, hasta las normas sociales o cómo deben relacionarse con los demás.
En este sentido, si escuchan a papá o mamá quejarse continuamente (da igual de qué o de quién) no estaremos enseñándoles a buscar soluciones a los conflictos, a expresarse con respeto y asertividad o a controlar las emociones.
Las quejas no resuelven los problemas
Los niños deben entender que una cosa es externalizar nuestro malestar en un momento dado, y otra muy diferente es quejarnos sin filtros continuamente. Porque la queja, cuando es solo eso, es algo poco funcional que no nos ayuda en nada.
Detrás de una queja hay muchas veces una demanda real, una necesidad que ha de ser cubierta, por lo que la única forma de solucionar el problema es hablándolo con la otra parte y buscando acuerdos de forma conjunta.
Este es el mejor ejemplo que podemos dar a nuestros hijos.
Los hijos no deberían ser testigos de los conflictos de pareja
Cuando se trata de criar y educar a los hijos, puede haber comportamientos o formas de actuar de nuestra pareja con las que no estemos de acuerdo o incluso nos molesten especialmente. Pero si hay algo que debe primar ante todo es el respeto mutuo.
Claro que podemos tener discrepancias, y no pasa nada si en un momento dado mostramos disconformidad con nuestra pareja delante de los hijos. Pero es importante que estas discusiones se hagan con absoluto respeto, dejando a un lado las quejas y reproches vacíos, y enfocándonos en buscar soluciones constructivas.
Además, no debemos perder la perspectiva de somos un equipo remando en la misma dirección por el bien de los niños, y no dos personas en guerra tratando de vencer al otro a base de críticas.
Las críticas etiquetan a las personas
Quejas y reproches cotidianos del estilo "¡eres una exagerada!", "le estás mimando demasiado", "conmigo no se porta así" "o me ocupo yo de todo, o esto es un desastre", "es que no estás pendiente", "¿pero cómo se te ocurre vestir al niño así?", "ya estaban casi dormidos, pero llegas tú y los alborotas"... están a la orden del día en la mayoría de las casas.
Pero dejando a un lado el malestar que este tipo de críticas puede provocar en quien las recibe (al fin y al cabo, son juicios que hacemos hacia la manera de criar del otro), el problema es que cuando nos quejamos así delante de los niños estamos hacemos que poco a poco se forjen una imagen de su padre o madre a base de las etiquetas que nos escuchan.
Pero además, reflexionemos, ¿cuántas de estas quejas contribuyen a perpetuar estereotipos de género relacionados con la maternidad y paternidad? ¿Es eso lo que queremos transmitir a nuestros hijos?
Tu hijo se sentirá molesto
Criticar a tu pareja delante de los hijos, desacreditar su forma de criar o educar, reírse o hacer algún comentario despectivo en presencia de los niños, resulta demoledor para ellos.
Y es que papá y mamá son las personas más importantes de su vida, a quienes aman con todo su alma y sus grandes referentes, por lo que escuchar algo negativo de cualquiera de los dos les provocará una profunda tristeza, enfado o malestar.
¡Por supuesto que todos podemos equivocarnos en un momento dado, y es bueno y sano reconocerlo! Pero jamás deberíamos resaltar ante nuestros niños los fallos del otro progenitor, pues aunque fallemos o no hagamos las cosas perfectas, siempre actuamos por el bien de nuestros hijos.
En resumen, la crianza de los hijos es algo agotador y a veces provoca desencuentros entre ambos progenitores. Es normal que en un momento dado perdamos los nervios y acabemos quejándonos o criticando a la otra parte, pero esto no debería convertirse en un hábito, y menos aún hacerlo delante de los hijos.
Fotos | Portada (iStock); Foto 1 (Foto de Vidal Balielo Jr. en Pexels); Foto 2 (Tatiana Syrikova en Pexels)
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