Quedan dos semanas para que empiece el cole y ya he podido escuchar en varias ocasiones la típica frase “qué ganas tengo de que empiece el cole”, en ocasiones sin la presencia de los niños y en otras en su presencia.
El día que llegué al trabajo después de las vacaciones hubo quien me preguntó: “¿Y qué tal con las fieras?” y yo, inocente de mí, pensé que se equivocaba, porque ¡yo no he estado en África! Enseguida me di cuenta de que se refería a mis hijos y evidentemente le respondí que “bien, muy bien”.
Entonces sumo ambas situaciones, aquella en la que algunos padres viven las vacaciones como si entraran en un cuarto hermético cargado de dinamita a punto de estallar al mínimo movimiento y la mía, en la que disfruto de las vacaciones con mis hijos, pasando con ellos el tiempo que el resto del año no puedo y me pregunto: ¿Debería tener ganas de que mi hijo empezara el cole?
A dos semanas vista casi estoy temblando (bueno, no tanto) porque veo que el día se acerca. Durante las vacaciones nos hemos ido a dormir a una hora relativamente tardía (digamos entre las 23 y las 00), hemos compartido todas las comidas, hemos hecho algunas excursiones en las que hemos disfrutado todos, nos hemos bañado en la piscina y en la playa, hemos ido al cine, hemos jugado juntos y ellos han jugado solos (poco rato, que con papá y mamá parece ser más divertido) y papá y mamá han llegado a la cama rendidos y en muchas ocasiones agotados, más cuando hemos visto más de una noche que a ellos aún les quedaban energías.
El caso es que a pesar del cansancio físico y psíquico que supone cuidar las 24 horas de tus hijos, el balance es siempre positivo y en ningún momento he querido que se acercara la fecha de empezar el colegio. Quizás porque a mí me supone mucho más barullo el tener que llevarlo y recogerlo y el tener que volver a las normas y rutinas diarias, esas que olvidamos en vacaciones para descansar.
No sé, quizás mis hijos sean todavía pequeños y quizás tenga que esperar un tiempo a que me agoten todavía más cuando empiecen a hacer de las suyas en aquellos momentos en que hagan vida lejos de nuestra presencia (digamos en un camping o similar con otros niños). Quizás un día me sorprenda a mí mismo pensando “qué ganas tengo de que empiece el cole” y entonces me de cuenta que realmente me quedaba mucho por saber acerca de los niños.
Sin embargo, hoy por hoy, no tengo ningunas ganas de que empiece, porque los veré aún menos de lo que les veo ahora (bueno, al pequeño no que no va), dado que mis horarios empezarán entonces a bailar con los suyos y habrá momentos en que yo esté en casa y ellos (él), no.
Lo que tengo claro, clarísimo, a pesar de todo, es que si algún día me sorprendo a mí mismo deseando que llegue septiembre nunca lo diré en voz alta para evitar que mis hijos me oigan.
Foto | Steve & Jemma Copley en Flickr
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