Convertirse en padres es un camino nuevo por explorar al que todos queremos llegar lo mejor preparados posible. Para lograrlo, es necesario cambiar para adaptarse a las necesidades de nuestros hijos y ayudarlos a iniciar el vínculo desde antes incluso del nacimiento y, sobre todo, en los primerísimos instantes de vida.
Y es que según asegura la psicoterapeuta Encarna Muñoz en su nuevo libro, científico y divulgativo a la par, los tres primeros meses condicionan el resto de nuestras vidas. De ahí la importancia de ofrecerles un sostén tanto físico como psíquico.
Licenciada en Medicina y Cirugía y Máster en Psicoanálisis, ofrece en 'El principio de la vida: La transcendencia de los primeros meses de vida' un enfoque nuevo, basado en el desarrollo temprano de la salud mental, la inteligencia y los rasgos de la personalidad de nuestros hijos.
Aborda en positivo, el origen de muchos desajustes psicológicos que desarrollan algunos niños a raíz de un vínculo deficitario con los padres durante los primeros meses de vida.
Hablamos con Encarna de la relación de los padres con sus hijos para protegerles y darles confianza, pero también de cómo afronta la paternidad la pareja, de los sentimientos encontrados cuando no llega el embarazo, y de los hijos no biológicos, temas a los que Encarna les da mucha importancia, ya que cada vez retrasamos más la maternidad.
El principio de la vida: La transcendencia de los primeros meses de vida (Libro práctico)
¿En qué te basas para asegurar que los tres primeros meses condicionan el resto de nuestra vida?
Sabemos que el ser humano experimenta el máximo desarrollo neuronal en los primeros meses de vida y aún antes, durante el período gestacional. Esta realidad nos indica la importancia que adquieren las experiencias de esta época y la huella que pueden dejar en la morfología del cerebro.
Pero lo más relevante es que las experiencias iniciales, no solo se componen de sensaciones físicas, sino que también existe una conexión que aún la ciencia no ha podido comprobar del recién nacido con su entorno, especialmente con su madre y que determina el desarrollo de unas capacidades y no otras, según evolucionen las infinitas interacciones entre ellos. Lo que significa que los aspectos psicoemocionales del entorno intervienen y se traducen en el desarrollo físico del cerebro.
Y esto es algo apasionante. Es decir, cómo aspectos emocionales de la relación del niño con su madre, determinan qué funcionamiento fisiológico y qué redes neuronales se van a preestablecer en el cerebro del niño y que condicionarán en parte, el futuro funcionamiento cerebral. Ningún otro momento del crecimiento será tan determinante, porque en ningún otro momento el crecimiento es tan superlativo como en éste.
¿Eso quiere decir que si lo hemos hecho mal ya van a ser infelices el resto de su vida?
Afortunadamente no es tan determinante. Tan solo en casos de “depravaciones” graves las lesiones pueden ser irreversibles.
Hay bebés en hospicios o con carencias graves afectivas que, aun estando bien alimentados y atendidos higiénicamente, no se desarrollan correctamente por la falta de un vínculo suficientemente estable desde donde crecer.
En principio, los bebés deseados no van a tener falta de vínculo. En ellos, lo que puede condicionarles el crecimiento será la calidad de éste. Los padres y la sociedad deben ser conscientes de la dedicación que este período requiere, que no se puede delegar en terceros y que es irreductible. Es decir, no se puede hacer de otra forma porque las necesidades del niño son las que son y no las podemos cambiar. En este período, por tanto, la adaptación debe ser casi completa.
Saber y aceptar esta realidad es la que tiene que ayudar a los padres en su dedicación casi exclusiva, a que todo fluya de forma instintiva sabiendo que, básicamente, lo que su bebé requiere es su entregada dedicación.
Para un niño que no ha sentido al principio de su vida determinadas sensaciones, será más difícil que después, a lo largo de su infancia, pueda sentirlas o desarrollarlas.
Sin embargo, siempre que el déficit no haya sido tan excesivo como para lesionarle irreversiblemente, será posible modularlo o incluso sanarlo por completo , sobre todo durante el resto de la infancia e incluso en la edad adulta. Durante el resto de la infancia se pueden compensar las carencias, si las hubo, aunque ello requerirá algo más de dedicación y energía tanto por parte de los padres como del mismo niño.
Si todo ha funcionado espontáneamente, será más fácil para el niño, creciendo seguro y sintiendo que todo es tan confiable, como lo fue cuando empezó a tomar consciencia y sentir que él estaba separado de su madre.
Afirmas que “el niño es un feto hasta los diez años”. ¿En qué te basas?
El psiquismo humano se inicia en las primeras experiencias de diferenciación del bebé y de su madre. Algo que ocurre precisamente durante los primeros meses. Si el bebé no consigue percibirse como un ser separado y con una cierta conciencia propia, el resto del crecimiento se resentirá. Estos meses son tan solo el inicio del psiquismo, la base donde se apoyará el resto del desarrollo psíquico, pero la complejidad o la sutiliza de los rasgos básicos que se establezcan en estas primeras experiencias, se adquieren durante el resto de la infancia y seguirán evolucionando a lo largo de la vida.
La complejidad de nuestro desarrollo como seres humanos, hace que necesitemos de todas las grandísimas experiencias que la infancia proporciona. El ser humano nace inmaduro y tiene que acabar de madurar a lo largo de su infancia, de ahí el desvalimiento y la necesidad de protección que requiere durante su niñez. Los padres tienen que filtrar y protegerlo de los estímulos excesivos que pueden llegar del exterior, al igual que hace el útero durante la gestación.
¿Por qué crees que el desarrollo del cerebro del niño depende del amor de los padres, de la seguridad del vínculo materno?
Probablemente sorprenda saber que el elemento más importante para el crecimiento no sea físico, sino de naturaleza no orgánica, como es el afecto. Por esta razón, la comunicación entre padres e hijos resulta vital para el crecimiento, en cierto sentido tan fundamental como la alimentación.
El bebé no crece solo por la cantidad de leche que ingiere ni por los cuidados que recibe, aunque éstos sean muy efectivos. El niño que se encuentra seguro en un ambiente afectivo sano, podrá potenciar todas las capacidades que genéticamente ha heredado.
El desarrollo neuronal es espectacular a esta edad, los innumerables nexos neuronales se activan o se inhiben dependiendo de las experiencias afectivas y físicas que el recién nacido tiene, determinando así las características del tejido nervioso del cerebro.
Actualmente la neurociencia da cada día más evidencias de que los procesos afectivos intervienen en el desarrollo del tejido nervioso.
También hablas de la importancia de no obsesionarse en buscar el embarazo y triunfar en el empeño
La concepción no depende tan solo de las aspiraciones de ser padre, sino básicamente de los anhelos inconscientes, o sea, de una realidad impensable y por lo tanto incontrolable. Lo mejor es confiar en nuestra naturaleza y soportar la espera, si ésta se produce, sabiendo que el embarazo llega, especialmente cuando dejamos de perseguirnos con las inseguridades que se despiertan precisamente, con el deseo de ser padres.
Cuando el embarazo no se produce espontáneamente y no hay ninguna causa física que lo justifique, quizás sea hora de acudir a la ayuda profesional. Hay que tener en cuenta que, el deseo de tener un hijo puede cubrir otro deseo inconsciente del que nada sabemos.
Le das mucha importancia a los hijos no biológicos, ¿Por alguna razón?
Debido a la forma de vida actual, muchas mujeres retrasan su maternidad sin tener en cuenta que el reloj biológico es implacable. Esta circunstancia hace que haya parejas que recurren a las clínicas de reproducción, donde muchos de los embarazos se consiguen por la donación de óvulos o semen.
Aquí podrían añadirse también a los que recurren a las adopciones. Está realidad, obliga a replantearnos muchos de los nuevos aspectos qué surgen de ella: hijos no biológicos obligan a los padres a un esfuerzo psicológico extra.
Explicas que algunos padres se sienten fracasados por no tener hijos biológicos. ¿Qué les puede ayudar a aceptar esta situación?
En realidad todos los padres en un momento u otro tienen que renunciar al hijo soñado y aceptar la auténtica naturaleza de este. En el caso de los padres con hijos no biológicos, tienen que de entrada renunciar a la idea narcisista de que ese hijo no sea genéticamente parecido a ellos. Algo que para la mayoría no supondrá ningún gran obstáculo, sin embargo, para algunos, esta realidad se puede convertir en una complicación lo suficientemente importante como para no dejar que se desarrolle el vínculo necesario entre ellos y el hijo.
Cuando esto ocurre hay que pensar en la existencia de algún conflicto interno en los padres que no está resuelto y que se está proyectando sobre el hijo. En estos casos es necesario consultar un especialista que ayude a elaborar el duelo que supone renunciar a que el hijo no sea un hijo genético.
¿Hay que explicarle al niño que es adoptado o fruto de la reproducción asistida?
El silencio o el secreto del origen de un niño constituye una dificultad en la constitución de la subjetividad este. Cada criatura tiene la necesidad y el derecho de ser conocedora de su origen. Los padres tienen que ser capaces de renunciar a su narcisismo, de lo contrario va a ser difícil para el niño incluirse en un ambiente familiar que desestima de entrada una parte de él mismo, como si esa porción de él no existiera. Más adelante cuando el secreto se desvele o incluso antes, la desconfianza romperá la propia identidad.
Puede ser devastador descubrir algo de sí mismo que se le ha ocultado. Es necesario renunciar narcisistamente, por parte de los padres, a que su hijo no es genético y admitir que tiene un origen que no proviene de ellos.
Lo más importante es que los padres acepten dentro de ellos mismos esa parte del hijo que no les corresponde. Desde este punto de partida todo será más llevadero. A la espera de que llegue el momento en que el hijo pregunte, como cualquier hijo genético o no, de donde vienen los niños y como llego él. Acaso tal vez no ocurra exactamente de esa manera. No importa la manera en que se llegue a verbalizar, seguro que los padres y el niño encuentran la forma de que se ponga de manifiesto. Una información que los padres saben y aceptan de él.
Convertirse en padres también implica cambios en la pareja. ¿Cómo es esa adaptación?
El cambio de ser dos a ser tres, implica una reestructuración en la relación entre los padres y en la que tenga cabida el hijo. Esta circunstancia, para muchas parejas, se convertirá en un conflicto, puesto que deberán reajustar y renunciar a muchos hábitos que estaban ya consolidados entre ellos.
El hijo viene a ocupar un lugar que los padres tienen que construir para él, dentro del psiquismo de cada uno de ellos. Esto requiere renuncia y una buena dosis de creatividad, algo que a los padres comprometidos no les llevará demasiada complicación. Después de este período de adaptación, el niño pasará a formar parte de sus vidas. Este período, puede ser un período crítico para algunas parejas que no pueden tolerar los requerimientos que la crianza impone.
¿Qué se necesita para ser una buena madre? ¿Y un buen padre?
No hay que ser especialmente inteligente, ni son mejores madres las mujeres inteligentes. Para ser una buena madre lo único que se necesita es la entrega necesaria para que el instinto se active. Una buena comunicación con el hijo es lo que hará que éste se sienta comprendido y seguro, y esto no depende de que una mujer sea más o menos inteligente, sino de su capacidad para identificarse con su bebé.
Aunque la función de una madre es diferente a la función que realiza el padre, podríamos decir que ambos necesitan al menos al inicio, de la dedicación suficiente como para permitir todos los cambios que demanda la crianza en las primeras semanas de vida.
Quizás la principal actitud sería la confianza, confianza en que poco a poco, empezarán a entender al niño, confianza en sus propias capacidades y confianza en que la naturaleza los dota del suficiente instinto como para llevar a cabo la tarea. Las demás aptitudes vienen por añadidura.
En tu libro hablas de "embarazo psicológico del padre". ¿Realmente existe?
En realidad, no es que exista un embarazo psicológico del padre, esto supondría que el padre creyera estar realmente embarazado y no es eso. Pero sí que se produce una transformación en su cerebro, al igual que se produce en la madre. Algo que es necesario en ambos, para que se encuentren suficientemente vinculados al niño en el momento del nacimiento, y que garantice una buena crianza. Sin esta transformación, qué se prolongará durante los nueve meses de gestación, no sería posible la implicación.
También él experimenta sensaciones, ambivalencias y otras percepciones. E incluso es posible que, sufra más contradicciones que la madre ya que él, no puede calmarse con la relación física, que en cambio la madre sí tiene con el feto.
Pero incluso cuando el bebé nace y no es como nos lo habíamos imaginado, lo reconocerán como algo propio. No importa que el niño no sea cómo lo habían imaginado, incluso en el caso de que el niño presente alguna alteración. Porque justamente el periodo de embarazo ha permitido la transformación psíquica suficiente como para preparar a los padres ante cualquier eventualidad de este tipo.
Como es lógico, no todos los padres son iguales, algunos de ellos se pueden sentir decepcionados, por ejemplo, ante el sexo de sus hijos, dependiendo de cómo sea la naturaleza narcisista o sus conflictos inconscientes. Pero no es lo habitual.
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