Conozco bien la situación porque mi hija mayor era así. De pequeña explotaba por la más mínima situación que la desbordaba y ahora que ya es mayor controla mejor sus emociones, pero aún hay situaciones que no sabe gestionar.
Se los suele confundir con niños caprichosos, pero en realidad son niños extremadamente sensibles. Todo les afecta demasiado y como padres debemos ayudarles para que consigan gestionar lo mejor posible sus emociones. ¿Tu hijo explota por todo? Te damos diez consejos para empatizar con él y ayudarle.
Ponte a su altura y mírale a los ojos
Lo primero que tienes que hacer es establecer contacto visual con tu hijo. Agáchate, ponte a su misma altura y mírale a los ojos.
Es lo que se conoce como "escucha activa". Esta sencilla acción le demuestra que te abres a la comunicación, que te pones a su mismo nivel para ayudarle. Intenta así detectar qué le enfada o le molesta y solucionarlo.
Valida sus emociones
A menudo nos apresuramos a regañar o emitir juicios cuando lo que realmente importa es qué siente el niño. Empatiza con tu hijo, haz gestos de asentimiento con la cabeza y ponte en su lugar, hazle saber que comprendes su problema, aunque podamos estar o no de acuerdo con su visión.
Independientemente de que validemos o no su reacción, siempre conectamos con sus necesidades.
Sé predecible
Con el tiempo me dí cuenta que muchas veces las frustraciones de mi hija estaban relacionadas a que sus padres éramos a veces impredecibles. Cambiábamos los planes a cada minuto generando en ella inseguridad.
Habla con tu hijo sobre lo que harán hoy, mañana o el fin de semana e intenta mantenerlo. Y si hay cambios, explícaselo con antelación. A veces las sorpresas pueden desencadenar crisis emocionales.
Bríndale apoyo
No siempre es evitable que exploten, incluso es bueno que lo hagan y lo seguirán haciendo, lo que llega a ser agotador y negativo es que exploten por cualquier situación que no saben manejar.
Pero como son niños que buscan su propio camino e inevitablemente habrá situaciones en la que tu hijo explotará, bríndale un ambiente de apoyo emocional. Si es pequeño intenta acercarte y abrazarle, contenerle (aunque no todos los niños se dejan, si es así hay que respetarle). Si es mayor y ya no quiere que le achuches, demuéstrale que siempre puede acudir a tí.
Pacta con tu hijo
En los niños pequeños suele funcionar muy bien y va muy ligado al ser predecible. Coméntale por ejemplo, "vamos a ir a hacer la compra y luego al parque" y acaba la frase con un "¿vale", "¿de acuerdo?" para que quede claro que es una especie de pacto.
"Entiendo que tienes muchas ganas de ir a jugar al parque. Haremos lo que te gusta pero primero tenemos que ir a comprar la cena, sino llegaremos a casa y no habrá qué cenar".
Las explicaciones bien dadas suelen evitar muchas rabietas, aunque los niños sean todavía pequeños hay cosas que pueden entender muy bien.
Respira con tu hijo
La respiración es un mecanismo fantástico para tranquilizar al niño, y puede hacerse en cualquier momento.
Cuando veas que tu hijo ha explotado o está a punto de explotar, busca un sitio apartado y ayúdale a respirar para que se calme. Podéis recurrir a lo que yo llamo 5-2-6. Inspiro contado hasta 5, mantengo 2 y suelto contando hasta 6. Mis hijas ya lo tienen interiorizado.
Busca un distracción
Una canción favorita, contar hasta diez o cualquier otra técnica puede funcionar para distraerle del foco. Que no significa hacerse el distraído con lo que le sucede.
Cualquier fórmula de distracción, así como la respiración sirven para evitar la explosión de ira, el ataque de llanto o la rabieta, pero una vez tranquilizado el niño es importante que habléis sobre el conflicto y buscar una solución.
Déjale que se tome su tiempo
Cuando el niño se pone muy molesto, puede ser bueno dejarle un tiempo para calmarse antes de conversar sobre qué le enfada.
Empatiza con él, valida sus emociones, pero lo habláis más tarde en casa, tranquilos. Horas después podrá verlo desde otra perspectiva.
Ataque de cosquillas o besos
No todos los niños se lo toman bien, algunos incluso se enrabietan más, pero hay casos en los que los ataques de cosquillas o besos funcionan.
Puede ser una buena técnica de distracción. Eso sí, hay que saber cuándo aplicarla.
Poner en palabras las emociones
Una vez que habéis sorteado el "momento de explosión", que puede ser rabieta, pataleta, enfado, ataque de llanto, crisis de ansiedad, tirada de pelos o cualquiera sea la forma que utilice tu hijo, lo más importante es conseguir ponerle nombre a esas emociones que le han hecho reaccionar.
Es aplicable a niños pequeños o mayores, siempre acorde a su edad y con palabras que puedan entender. Empezaréis por los sentimientos más simples como enojo, tristeza o felicidad (ojo que los desbordes extremos de felicidad también son comunes en los niños a los que les cuesta controlar emociones) y luego iréis añadiendo emociones más complejas como frustración, decepción, etc.
El objetivo es empatizar con el niño, ser su apoyo y ayudarle a que exprese y gestione mejor sus emociones. Espero que estos consejos os ayuden en general a todos los padres y muy especialmente a quienes tenéis niños excesivamente emocionales.