A estas alturas, no cabe duda de que eso de que la letra con sangre entra es cosa del pasado. En general, la crianza de los hijos ha evolucionado hacia métodos más respetuosos demostrando que el castigo físico no es un método educativo ni puede usarse como herramienta para corregir malos comportamientos. Mejor elegir el diálogo y el respeto.
Pero la sociedad aún ve con buenos ojos eso del "cachete a tiempo" para prevenir malas conductas en el futuro. Y cuando surge una noticia como la de una madre que fue absuelta por pegarle un bofetón "justificado" a su hijo de 11 años, se reabre el debate sobre dónde está el límite.
Denunciada por un bofetón
Sucedió en diciembre de 2015. La madre le pidió al niño que preparase el desayuno reiteradas veces. Él se negó a obedecerle y permaneció encerrado en su habitación escuchando música sin hacerle ningún caso.
Al colmar su paciencia la madre se acercó a recriminarle, el niño se molestó y estampó contra el suelo un móvil de 800 euros (no especifica si el móvil era de la madre o del niño, y si es lo segundo, ¿qué hace un niño de 11 años con un móvil de 800 euros?). La madre reaccionó dándole un bofetón y arañándole el cuello para evitar que el niño se marchase de casa.
El menor denunció los hechos (la denuncia fue puesta por el padre -están separados-) y la madre fue acusada de dos delitos de lesiones leves en el ámbito familiar. La Fiscalía solicitó que se le impusiera una condena de 35 días de trabajos para la comunidad y la prohibición de acercarse al menor a menos de 50 metros durante seis meses.
Pero fue absuelta. El juez considera que de no haberlo corregido, el niño podría trasladar ese comportamiento a otros ámbitos y comenzar a comportarse igual con compañeros, vecinos, etcétera... Y, además, en la sentencia alega:
"No solo muestra desprecio hacia la autoridad materna, sino también hacia el esfuerzo y trabajo que supone ganar un salario con el que adquirir bienes. Y además incurre en el acto de violencia que supone arrojar el teléfono. No estamos ante una discusión de razonamientos en la que se pueda intentar argumentar contra los razonamientos del contrario. Estamos ante una clara exhibición por parte del menor de una actitud de “síndrome de emperador” que únicamente busca humillar y despreciar a su madre”.
"No existe la más mínima intencionalidad de la acusada en lesionar a su hijo, solo de agarrarlo. Acudir a una corrección física moderada está justificado y así se hizo."
Pegar a un menor es delito
Poca gente lo sabe, pero en España pegarle a un menor es delito. Una bofetada a un hijo puede costar la cárcel a los padres si el menor lo denuncia (cada vez se registran más denuncias de los hijos hacia sus progenitores, especialmente en edades adolescentes).
El Código Penal, en su artículo 153 sanciona explícitamente todo tipo de violencia ejercida en el hogar contra los niños con "pena de prisión de seis meses a un año o de trabajos en beneficios de la comunidad".
Sin embargo, no es del todo tajante. La ley también contempla que los padres, en casos justificados, pueden ejercer su derecho de corrección.
“Los progenitores podrán, en el ejercicio de su función, recabar el auxilio de la autoridad".
¿Una bofetada es maltrato?
Nunca es lícito pegar a un niño, pero ¿puede considerarse maltrato dar un bofetada o un cachete puntual a un niño? Aquí es donde se dividen las aguas.
Los padres como autoridad tenemos la responsabilidad de educar a nuestros hijos con el mayor respeto hacia ellos, sin utilizar el castigo físico como herramienta de corrección. Hay muchas razones de peso por las que jamás se debería pegar a un niño. No estoy de acuerdo con ningún tipo de violencia, ni aunque sea un cachete o un bofetón puntual, y mucho menos de un padre hacia un hijo, que es la persona que debería protegerle por encima de todo. Años de investigación han demostrado que los azotes no funcionan y son perjudiciales para los niños.
Pero es cierto que cada caso es especial y el contexto también debe ser tenido en cuenta. No podemos ser ciegos a un fenómeno que es cada vez más habitual, especialmente en el caso de adolescentes conflictivos. Juana Balmaseda, abogada de la subcomisión de violencia de género del Consejo General de la Abogacía Española, explica en ABC:
"Muchos adolescentes, cuando no están conformes con los límites que les imponen los padres y estos les dan una bofetada, les denuncian. Eso llega a los tribunales, a veces con fundamento y otras no".
"En los procesos de separación y divorcio, una bofetada puntual puede ser alegada contra el progenitor custodio diciendo que castiga a los hijos con mucho rigor. Hay que ver en qué contexto se hace: el padre que pega un cachete porque el niño le ha sacado de quicio por una rabieta, el niño que no tolera la frustración y tiene reacciones explosivas... No son situaciones peligrosas, no es maltrato".
¿Qué opináis de la sentencia? ¿Creéis, como dice el juez, que está justificado el bofetón en ciertos casos?
Vía | La Voz de Galicia
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