Cuando el deseo es concedido se habla de “gratificación". Por ejemplo, cuando vamos al mercado y el niño se antoja de una bolsa de caramelos, ante nuestra negativa de comprarlos aparecerá una rabieta (frustración), si se la damos el niño será gratificado.
La frustración es un sentimiento que forma parte del desarrollo humano saludable. Los niños van aprendiendo desde muy pequeños que no todos los deseos pueden ser satisfechos. Por ejemplo, en los primeros días del colegio un niño debe aprender a separarse de su madre, lo cual supone un grado de frustración que aprenderá a tolerar y a satisfacer de otra manera. Sin embargo, si durante la infancia la frustración no es manejada de forma adecuada puede acarrear dificultades, mostrando comportamientos inadecuados para su edad: rompiendo cosas, tirando objetos, haciendo rabietas etc.
Para enseñar a los niños a manejar la frustración es necesaria una pequeña dosis de ella ya que es beneficiosa para el crecimiento emocional. Si el niño tiene el afecto de sus padres aunque se equivoque tendrá la seguridad de contar con ellos y aprenderá a manejar la frustración de manera adecuada. Cuando los padres son demasiados sobreprotectores y no permiten que el niño aprenda a resolver sus problemas, difícilmente éste aprendará a tolerar la frustración cuando se le presenten obstáculos que le impidan satisfacer sus deseos.
Otro aspecto muy importante es evitar la gratificación ilimitada para que el niño adquiera un aprendizaje gradual de tolerancia a la frustración.
En la vida nuestros hijos se encontrarán miles de trabas a lo largo de su vida. Decirles que “no" cuando sea necesario, poner límites, permitirles que resuelvan los problemas por sí solos y dosificar las gratificaciones; son cuotas de frustración que les permitirán aprender a tolerarla, confiar en sus capacidades y saber renunciar a los deseos de manera normal.
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