Tenemos otra muy buena excusa para obligar a nuestros hijos a que coman bien. Sabemos que las ventajas de tener una buena alimentación son múltiples. No sólo se restringen al ámbito de la salud desde el punto de vista físico, sino que también ayuda a nuestro desarrollo cognitivo e intelectual.
Las personas que han tenido una buena alimentación durante su infancia son más inteligentes durante la vida adulta. Y cuanto más pronto se haga esto, mejores resultados. A esta conclusión ha llegado un grupo de científicos tras someter a un importante número de niños a un ensayo científico, según se publica en el último número de la revista "Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine".
Este estudio, coordinado por el profesor de Salud Pública en la Universidad de Emory de Estados Unidos, Aryeh D. Stein, se llevó a cabo entre 2002 y 2004 con un amplio grupo de 1.448 niños. Se eligieron regiones deprimidas de Guatemala, con problemas nutricionales. Se dividió a los niños en 2 grupos, los que habían suplementado su alimentación basándose en productos proteícos con una leche rica en proteínas llamada "atole" y los que habían preferido usar carbohidratos tomando "fresco", una bebida con abundantes azúcares.
Los resultados arrojan que los niños que tomaron "atole" además de aumentar la ingesta de proteínas en un 29%, aumentaron el consumo total de energía en un 10% en comparación con el resto de niños, y que además obtuvieron mejores habilidades intelectuales, cognitivas y de comprensión que el resto (incluyendo a los que empezaron a beber "atole" a más edad)
Con esto concluyen que hay una relación proporcional entre la buena nutrición y la inteligencia y que es mayor cuánto antes se empiece. Eso sí, no han podido determinar qué mecanismos están detrás de esta asociación.
El siguiente reto de este grupo será averiguar si estas ventajas podrán permanecen en las generaciones siguientes.
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