La adolescencia es una etapa compleja, llena de cambios físicos, sociales, intelectuales y emocionales que a veces conllevan ciertas dificultades, tanto para el adolescente como para los padres y el clima familiar. Igualmente, sus preferencias cambian, y cosas que antes les gustaban ahora les parecen "de críos".
Por eso, a la hora de viajar con ellos es normal que los padres no tengamos del todo claro con qué destinos acertar o qué tipo de actividades ofrecerles para sacar de ellos su lado más receptivo y participativo.
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Tener en cuenta los gustos del adolescente a la hora de elegir el destino
Cuando nuestros hijos son pequeños somos los padres quienes elegimos destino vacacional, pensando en aquello que les pueda gustar y planificando un viaje sencillo acorde a sus necesidades. Pero a medida que van creciendo es recomendable implicarles en la planificación de las vacaciones familiares.
Por eso, recomendamos organizar una reunión familiar, escucharnos unos a los otros, plantear nuestras preferencias y entre todos llegar a un acuerdo.
Lo primero que debemos plantearnos es si queremos un viaje “de turistas”, en el que vayamos a los lugares más típicos o masificados, o si optamos por una opción más auténtica, huyendo de las masas y buscando algo más respetuoso con el medio ambiente, las personas y la cultura del lugar. Los jóvenes suelen estar más concienciados con la sostenibilidad, por lo que esta segunda opción puede ser más atractiva para ellos.
Implicarles en la planificación del viaje
Una vez elegido el destino al que viajaremos, debemos planificar con tiempo nuestro viaje para que no falte detalle.
Con niños pequeños resulta sencillo encontrar actividades y diversiones infantiles con las que pueden disfrutar, pero según van haciéndose mayores puede ser más complicado encontrar una oferta de ocio a su medida. Por ello, además de implicarles en la elección del destino, es especialmente recomendable contar con su ayuda en todo lo referente a la organización del viaje.
Buscar información en Internet y en webs turísticas es de gran ayuda para generar expectativas positivas sobre nuestro viaje.
El alojamiento puede ser un 'plus'
Aparte del destino debemos buscar el tipo de alojamiento en el que nos instalaremos durante nuestras vacaciones, ya que puede suponer un plus de atractivo en nuestro viaje.
Así, dependiendo del tipo de destino al que vayamos podemos prescindir del clásico hotel y atrevernos con alojamientos singulares como cabañas, refugios, casas flotantes, autocaravanas o alguna clase de hospedaje vinculado a la cultura del lugar.
Si el destino es una ciudad, un alojamiento céntrico permitirá a los adolescentes salir a dar una vuelta sin riesgos mientras los padres descansan, si así lo desean.
Variedad de actividades
El siguiente paso es pensar y contratar las actividades que realizaremos cuando lleguemos a nuestro destino. En este punto es conveniente ser flexibles y elegir actividades acordes a los gustos de cada miembro de la familia. De este modo, el adolescente entenderá que al igual que se tienen en cuenta sus gustos y aficiones, también debe tener en cuenta los gustos de sus padres o hermanos pequeños.
Por ejemplo, podemos organizar algún tipo de actividad física que les haga soltar adrenalina, como una excursión a caballo o con canoas, una incursión en el surf, una experiencia con tirolinas o multiaventura.
Si, por el contrario, son más sedentarios, podemos localizar visitas o talleres de carácter cultural, experiencias artísticas, interacción con animales, actividades sostenibles…
En definitiva, se trata de captar su interés, de generar momentos de complicidad familiar y de vivir experiencias únicas que queden grabadas para todos en la memoria.
En este punto, contar con el asesoramiento de un guía local puede ser la clave fundamental para vivir una experiencia diferente, pues nos puede ofrecer una inmersión en actividades fuera de los tradicionales circuitos turísticos y de las típicas excursiones masificadas que le den la vuelta totalmente a nuestro viaje.
Respetar sus momentos de intimidad
Por otro lado, es importante gestionar bien el ritmo del viaje de manera que cada miembro de la familia tenga también tiempo para sí mismo.
Para ello, lo mejor es alternar actividades conjuntas con otras de tiempo libre, en las que los padres pueden aprovechar para dar una vuelta o tomar algo, mientras los hijos descansan, leen o hacen otro tipo de actividades de forma independiente.
Por otro lado, no debemos olvidar que para el adolescente resulta esencial poder seguir en contacto con sus amigos, y cuando se está lejos la única forma de hacerlo es a través del móvil y las redes sociales. Por eso es recomendable no prohibirles el uso de las pantallas, pero sí dosificarlo y reservarlo exclusivamente para momentos puntuales.
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