Cómo actuar cuando los abuelos dejan hacer cosas a tus hijos que tú no les permites

Cómo actuar cuando los abuelos dejan hacer cosas a tus hijos que tú no les permites
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Apuesto a que esta situación resulta familiar a más de uno: llevas a tu peque a pasar la tarde a casa de los abuelos, y cuando le recoges un rato después te cuenta que ha merendado todo tipo de chucherías y ha jugado un buen rato a la videoconsola. ¡Dulces y pantallas! Los dos límites inquebrantables en tu casa han sido pasados por alto mientras estaba con los abuelos, algo que te molesta especialmente.

¿Qué hacer en estos casos? ¿Cómo afrontar las diferencias en la forma de educar y cómo actuar cuando otros familiares hacen con tu hijo cosas que no te gustan? Te ofrecemos algunas claves que podrían ayudarte.

Se flexible con algunos de los límites que impones a tus hijos

Ya lo hemos comentado en otras ocasiones: los padres decimos 'no' a nuestros hijos con demasiada frecuencia, sin darnos cuenta de que si el niño quebrantase muchos de los límites impuestos, las consecuencias no serían importantes.

Esto no significa que los niños deban hacer lo que quieran y cuando quieran, pues crecer sin límites provoca inseguridad, falta de autoestima e infelicidad, pero los límites que acordemos con nuestros hijos deberían ser proporcionados, justos y claros, y no abusar de ellos.

abuelos

Para entenderlo mejor, vamos a volver al ejemplo con el abríamos el artículo y reflexionemos: "¿qué ocurriría si mi hijo come dulces durante el rato que pasa con sus abuelos, a pesar de que en mi casa están prohibidos?"

Pues probablemente nada (salvo que se trate de un consumo abusivo que pueda ocasionarle una indigestión). Es decir, en este caso podríamos flexibilizar el límite y dejar que nuestro hijo tome dulces ocasionalmente cuando vaya a la casa de algún familiar, lo que contribuiría a crear un ambiente más relajado y una relación más positiva entre abuelos y padres.

Además, si lo piensas bien seguro que tú mismo guardas algún recuerdo emotivo de tu infancia relacionado con este asunto (esas magdalenas exquisitas que solo tu abuela sabía preparar; ese dulce especial que tu abuelo te pasaba por debajo de la mesa cuando tu madre te había prohibido comer más; esa merienda de pan con chocolate que únicamente tomabas cuando visitabas a tus abuelos...). ¡Permite que tu hijo también viva este tipo de experiencias tan bonitas y forje sus propios recuerdos!

No obstante, es importante recalcar que todo va a depender de cada familia y de las circunstancias personales de cada uno.

Y es que lo que para una familia puede ser un límite flexible (comer dulces ocasionalmente), para otra podría tratarse de un límite inquebrantable (por ejemplo, si el niño tiene alergias alimentarias, si tiene un problema de salud o de obesidad, si el consumo de dulces es periódico...).

En cualquier caso, y como decimos, los límites se deben flexibilizar según  nuestras creencias y necesidades. Esto significa que para algunos padres el límite flexible podría estar en el consumo de dulces, mientras que para otros lo estará en la hora de irse a la cama, el tiempo que el niño vea la televisión o que juegue al ordenador, por poner solo algunos ejemplos.

Pero, ¿y si otros familiares actúan con mi hijo de forma contraria a mis principios?

educación

´Ahora bien, podría ocurrir que los límites que otros familiares están quebrantando con mis hijos sean contrarios a mi forma de criar y educar (por ejemplo, apliquen castigos, no impongan límites, sean demasiado permisivos...).

¿Qué hacer en estos casos?

1) No discutas con tu familiar delante del niño

Lo primero que debemos hacer es mantener la calma y no insultar o hablar mal de nuestro familiar delante de nuestro hijo. Tampoco debemos discutir en presencia del niño, aunque sí es recomendable mostrar nuestro desacuerdo con respeto y educación.

De esta forma estaremos dando ejemplo a nuestro hijo de la importancia de ser asertivos y decir lo que pensamos en cada momento, al tiempo que reforzamos ciertos aspectos de la crianza que consideramos imprescindibles.

2) Empatiza con el adulto

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A veces caemos en el error de creer que los abuelos deberían educar a nuestros hijos exactamente igual que lo hacemos nosotros, pero lo cierto es que no siempre es fácil para ellos.

Para empezar, somos personas diferentes, con nuestra forma particular de ver el mundo, nuestras propias creencias e ideas con respecto a la crianza, nuestras prioridades...

En este sentido, puede que los abuelos sean muy mayores, se sientan saturados o les cueste poner límites; puede que crean que siendo permisivos y dejando a sus nietos hacer lo que quieran, estos serán más felices; podrían haber sido educados con autoritarismo y repliquen estas conductas con sus nietos, o quizá no conozcan recursos o herramientas respetuosas para solucionar un problema...

También podría darse el caso de que el familiar haga algo que ponga en riesgo a nuestro hijo por desconocimiento (por ejemplo, viaje en coche con el niño sin un SRI adecuado, le ofrezca alimentos no recomendados para su edad o que contengan ingredientes a los que es alérgico, no sea consciente del peligro que puede acarrear una determinada actividad...).

Sea como sea (y salvo excepciones), lo que está claro es que los abuelos -o cualquier otro familiar que se quede a cargo del niño en un momento dado- solo quieren lo mejor para tu hijo, aunque como cualquier persona también pueden equivocarse en la forma de educar o no actuar correctamente fruto de la ignorancia.

3) Enfócate en soluciones

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Pero no se trata únicamente de entender por qué el adulto ha reaccionado como lo ha hecho y mostrar tu desacuerdo, sino que es necesario enfocarse en soluciones para que no vuelva a suceder:

  • Revisa con el adulto aquellos límites inquebrantables (es decir, los que no puede saltarse bajo ninguna circunstancia). En este punto entraría también aquellas formas de actuar que, por desconocimiento, puedan poner en riesgo al niño.
  • Flexibiliza ciertos límites.
  • Si hablamos de formas de educar totalmente opuestas, explícale los motivos por los que no estás de acuerdo con su actuación e infórmale sobre herramientas o recursos acordes a tu forma de educar que puede utilizar la próxima vez.
  • Ofrécele tu ayuda y hazle ver que puede consultarte cualquier duda que tenga siempre que lo necesite, pues ambos tenéis un objetivo común que es el bienestar y la felicidad del niño.

Fotos | Pexels

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