No me llames "supermamá", no puedo (ni quiero) serlo

¡Qué maravilla de madre! No sé cómo lo hace, ¡le da tiempo a todo! Es que es una súpermamá, ¿verdad? Yo es que en eso no me meto porque ella lo hace mejor... Lo que a priori puede parecer un halago es en realidad una condena. No, no nos llaméis supermamás: ni lo somos ni podemos (ni queremos) serlo.

María tiene 34 años, dos hijos, un marido, un trabajo, una casa, una familia y unos amigos. María es de esas madres que siempre llevan la merienda lista en el bolso, que se apuntan para decorar la clase del peque en Halloween, que cocinan que da gloria, que se las ingenian para llevar a los niños a extraescolares (a pesar de que las tengan cada uno en una punta de la ciudad), que organizan cumpleaños que se convierten en leyenda… María es una supermamá, y todo el mundo se lo dice.

Pero María también tiene otras cosas: un estrés y un sentimiento de frustración como la catedral de Burgos y, además, la autoestima tocada. Lo que no tiene María es tiempo para ella, para mimarse y cuidarse. Pero así son las supermamás, ¿no? Todo sacrificio...

Tengo que hacerlo todo, tengo que poder con todo, se dice, porque las madres, ay las madres, somos unas heroínas, ¿verdad? Pues no, no lo somos, y ya está bien de intentar hacernos creer lo contrario.

Un halago envenenado

Eres increíble, ¡una supermamá! Esto, que se dice, seguro, con la mejor de las intenciones, esto que sin duda es lanzado como un halago, es en realidad casi como una condena: nos marca unos estándares a los que “deberíamos” llegar, y como es imposible...

  • Es que hay mamis que sí que pueden.
  • Como "deberíamos" poder con todo eso no "tenemos derecho" a sentirnos abrumadas, superadas.
  • Si otras pueden, ¿qué me pasa a mí que no puedo?
  • "Como ella puede, es que ella debe, así que no lo hago yo"

La perfección no existe, llegar a todo es imposible e insano por lo que pretender abarcarlo todo solo nos conducirá a niveles altos de estrés y frustración, y a la larga acabaremos con una baja autoestima.

El estrés, el sentirse sobrepasada puede conducirnos además a trastornos del estado de ánimo como la depresión, según indican numerosos estudios y tal y como recoge en este artículo la APA (Asociación Americana de Psicología).

Eliminemos el “puedocontodismo”

No podemos pretender llegar a todo, no podemos ser responsables de todo: es física y mentalmente imposible, y compararse con ese canon es devastador. Empecemos por fulminar los “tengo que”, que son el horror. Lo primero para ello es intentar pillarnos cada vez que un tengo que se nos pase pase por la cabeza, para acto seguido cuestionarlo: ¿de verdad "tengo que..."?

Por las mañanas, antes de salir de casa, o una vez a la semana, agendad en pareja lo que haya que hacer y repartid las tareas, pero de un modo realista: no te cargues si sabes que no puedes o que te vas a sentir sobrepasada. En esta empresa que es la pareja somos socios al 50%.

Para esto de no ser una supermamá quizá también tengamos que enfrentarnos a dos obstáculos (según el caso, claro, no se me ofendan): 1) la dificultad que podamos tener debido a que nuestra pareja no quiera involucrarse y no se responsabilice (tema grande este donde los haya) y 2) aprender a hacer algo que en ocasiones, paradójicamente, nos cuesta una barbaridad: delegar.

Como lo primero da para un artículo, un seminario y dos libros, vamos a por el segundo, el que depende directamente de nosotras:

8:30 de la mañana. A punto de salir de casa camino del cole y del trabajo. Hoy papá es el encargado de vestir a la niña. Pero cuando la nena le va a dar el besito a mamá y ésta ve “las pintas” con las que va, el conjunto imposible con el que su padre pretende reinventar la moda infantil del siglo XXI, la coge y en dos minutos la cambia de arriba abajo. Fuera la camiseta de lunares, fuera el pantalón con estampado de cebra, fuera las zapatillas de Mi pequeño Pony y sobre todo, fuera las antenas de marciano.

Esto, que es absolutamente habitual, solo consigue dos cosas: que perdamos tiempo (tanto papá como mamá) y que los dos nos sintamos mal por una actividad cotidiana que no tiene mayor relevancia (en el actual sistema educativo la falta de criterio estético en el vestir no condiciona la nota media del expediente).

  • Papá va a sentirse puenteado, ninguneado, cosa que es comprensible, pongámonos en su lugar: he hecho el trabajo y en dos minutos me lo han tirado por tierra. Entonces que lo haga ella o que me diga qué le pongo.
  • Mamá va a sentir que, al final, siempre acaba teniendo que hacerlo ella todo.

¿El resultado? Esa tarea que queríamos delegar la estamos delegando entre cero y nada y encima todos nos sentimos frustrados.

A ver, sin que se me echen encima los papis del mundo: la verdad es que algunas veces, algunos de vosotros, hacéis unas mezclas estéticas como para mandaros directamente a la cárcel del buen gusto, pero... ¡pero eso no puede ser ni excusa ni argumento para que dejéis de hacer lo que hay que hacer!

Ojo cuidado, con esto no estoy diciendo que la responsabilidad de que “la otra parte” haga cosas, se responsabilice de cosas, dependa de que lo pidamos las mujeres, ¡lo que nos faltaba! Lo que quiero decir que en ocasiones es tal la forma en la que tenemos incrustadas en la mente algunas directrices que incluso a nosotras mismas, y a pesar del estrés que podamos tener, nos cuesta “soltar cuerda”.

Mamis, papis, amigos, familiares, seres humanos que poblamos el planeta tierra: por favor, desterremos de una vez el “yo puedo con todo”, el “ella puede con todo” y despojémoslo para siempre del glamour y el estupendismo que ahora le asociamos. Superman era un extraterrestre y Wonder Woman hija de los dioses: no le pidamos a un ser humano de carne y hueso (y con mucho sueño) que haga heroicidades, por favor.

Fotos: Wonder Woman; Pixabay.com

En Bebés y más: Siete hábitos de las madres felices que puedes poner en práctica desde hoy mismo

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