“Pídele perdón a ese niño”, “Dile a la abuela que ha sido sin querer”… A menudo los padres insistimos (mucho) para que nuestros hijos pidan disculpas por sus acciones (insistimos y a veces casi obligamos, ¿verdad?). Y nosotros, ¿les pedimos nosotros perdón a ellos cuando nos equivocamos? A día de hoy parece que aún nos cuesta, y en muchas ocasiones nos hace sentir incómodos. Pero disculparse ante un hijo, reconocer nuestros errores, tiene enormes ventajas y supone un valiosísimo aprendizaje para ellos.
¿No me perderán el respeto si reconozco haberme equivocado? El temor a empobrecer o a deteriorar la imagen que tienen nuestros hijos de nosotros puede ser una de las razones por las que nos cueste disculparnos ante ellos.
Tomémonos un minuto para pensar en qué imagen queremos transmitirle a los peques: ¿queremos que asuman que existe la perfección?, ¿que hay personas ideales que nunca cometen errores? Este modelo no sólo no garantiza su respeto y admiración, sino que además les puede perjudicar a corto, medio y largo plazo, por ejemplo a través de un excesivo perfeccionismo. “Si mis padres no se equivocan, yo no puedo equivocarme, nunca”. Ojito con esto.
Si no asumimos que cometemos errores y pedimos disculpas le estamos enviando varios mensajes a nuestro hijo:
- Equivocarse es malo, y te hace peor persona, menos valioso
- Aunque nos equivoquemos no hay que reconocerlo o mostrarlo
- Si pides disculpas eres débil y pierdes ?estatus?
- Mis padres me piden que haga una cosa que ellos no hacen
Los niños han de aprender que las personas cometemos errores, y que no pasa absolutamente nada por ello, al contrario: un error es una oportunidad de aprendizaje y crecimiento. Y para que asimilen este concepto es preciso que empecemos por dar ejemplo, ¿no os parece?
¿Qué le enseñamos a nuestro hijo cuando asumimos un error y nos disculpamos?
- Todos cometemos errores, todos.
- Asumir los errores y disculparse cuesta, y cada persona necesita un tiempo diferente para procesarlo, pero pasado ese tiempo enfrentarse a ello es posible, y es lo mejor.
- Equivocarse, reconocerlo y restaurar el error es algo positivo, que hace mejor a la persona porque le lleva al crecimiento y enriquecimiento propio y ajeno.
- Pedir perdón hace que tanto nosotros como la persona ante la que nos disculpamos nos sintamos mejor: mejora las relaciones interpersonales.
¿Cuándo pedir disculpas?
Para esto no hay reglas exactas, obviamente, pero en general conviene disculparse cuando realizamos una acción o una conducta de la que no nos sentimos orgullosos, que no queremos trasmitir a nuestros hijos y que a su vez no deseamos que ellos aprendan, imiten o realicen, ahora o en el futuro.
¿Cómo podemos pedir perdón a nuestro hijo?
Normalicemos tanto cometer errores como pedir disculpas: no hace falta que cometamos un gran error para remarcarlo ante el peque, a lo largo del día seguro que surgen alguna situación en la que nos despistamos y nos equivocamos.
Realiza una descripción de lo sucedido a modo de resumen: conviene que cuando pedimos perdón dejemos claro a los peques por qué estamos disculpándonos, para que entiendan la relación entre acción y reacción, entre el error y la disculpa. Mira, tú estabas gritando y mamá necesitaba que le hicieras caso y me he enfadado y te he hablado de una manera que no es la apropiada, ¿verdad? Lo siento, cariño.
No eches balones fuera, asume tu responsabilidad. A la hora de asumir un error solemos tender a externalizar la responsabilidad o a justificarnos (esto lo vemos en consulta a diario): ?lo hice porque estaba cansado?, ?esta mañana pasó tal cosa y ya estaba nervioso?? Ponemos en marcha este tipo de mecanismos porque nos ayudan a que nos sintamos menos responsables del fallo, pero la realidad es que lo somos, ¿verdad? Y si eso es lo que queremos trasmitirle a nuestro hijo, empecemos por asumirlo nosotros mismos.
Propón soluciones para reparar tu error: Siento mucho haberme olvidado de traerte el cuaderno que te prometí, ¿lo necesitabas para mañana? ¿Te parece si intentamos llegar a la tienda antes de que cierren? O si no podemos buscar por casa a ver si encontramos algo que te sirva y mañana lo compro?
Establece un plan para futuras ocasiones: La próxima vez, para evitar despistes, lo que podemos hacer es anotarlo en un pos-it en la puerta de casa, ¿te parece?
Pregúntale abiertamente a tu hijo si, después de esto (descripción, explicación, disculpa, solución y plan futuro) te perdona. Entonces, ¿me perdonas? Puede ser que no (porque sea pequeño y no haya entendido, porque aún esté enfadado?). Preguntemos entonces abiertamente qué podemos hacer para que nos perdone. De esta manera le mostramos que asumimos el error y que entendemos su malestar. Ojo: tampoco se trata de compensar (ni sobrecompensar), hablamos de términos y acciones dentro de lo razonable, ajustados al ?error cometido?.
Remarca lo positivo de haber pedido perdón. Muchas gracias por perdonarme, cariño. ¿Estás mejor? Yo me siento mejor ahora. ¿Nos damos un abracito? De esta manera enfatizamos los aspectos positivos a nivel emocional del perdón (tanto de pedirlo como de otorgarlo).
Si queremos que nuestros hijos no se fustiguen por no ser perfectos, que sean empáticos y capaces de aprender de sus errores empecemos dando ejemplo: pidámosles disculpas cuando sea oportuno, por el bien emocional de todos.
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