Cuando tenemos un hijo pequeño nos abruman mensajes contradictorios sobre las cosas que debemos ofrecer a los niños, las experiencias, recursos educativos y logros en su autonomía que parece que hay prisa para que logren antes de los seis años: dormir solo de un tirón, leer o dejar los pañales.
Sin embargo, a veces nos olvidamos de lo importante que es la experiencia real con la naturaleza y los materiales. Vamos a hablar de eso y os voy a proponer 10 cosas que creo que todos los niños necesitan poder hacer en su infancia.
Ensuciarse
Ensuciarse a conciencia: con barro, agua, arena, hojas secas, hierba mojada, polvo de los caminos, lluvia en el pelo, paja del establo. Mancharse lo que necesiten, sin miedo a la suciedad, ni a que se estropee la ropa, ni tan siquiera el resfriado. Mancharse sin preocupación, sintiendo la experiencia de la materia natural.
Revolcarse por un prado, pisar las boñigas de una vaca, acariciar un animal, tener las manos llenas de barro y de musgo de un arbol. Terminar con los zapatos empapados del limo de un riachuelo.
Comer alimentos que recolecte de la Naturaleza con sus propias manos
Seguramente muchos, cuando eráis niños, descubrísteis el placer de comer algo cogido con vuestras propias manos. Yo comí peras y manzanas verdes de un árbol en el que trepe, moras del zarzal en el camino, setas de otoño (con la supervisión de un experto), espárragos e hinojo silvestres, nueces y piñones caídos, frambuesas, flores de acacia, trigo verde, néctar de campanilla, el dulce jugo de una hoja de hierba, higos maduros, huevos de las gallinas recién puestos, leche ordeñada con mis propias manos.
En lo posible ofrecer esta experiencia maravillosa a los niños, en paseos por el campo, vale la pena.
Y si tenemos la oportunidad de cultivarlos nosotros mismos en casa o en el jardín, es otra experiencia maravillosa el plantar, regar y cuidar los vegetales para luego disfrutarlos frescos y llenos de sabor.
Construir un refugio
Nosotros hemos construido muchos refugios. En el bosque, con ramas caídas; en la playa, con los troncos que arrastra el mar; en el desierto, con hojas de palma, piedras y cañas. Inventando un lugar donde escondernos, una aventura de naúfragos u hombres prehistóricos.
Sentir los elementos
Sentir directamente la fuerza y la diversidad de los elementos de la Naturaleza es emocionante, divertido y educativo. No privemos a los niños del viento en la cara, la lluvia en el pelo.
Meter los pies en el río, chapotear en los charcos, tocar con la mano el hielo en invierno, arrancar un carámbano. Revolcarse en la hierba y en la nieve. Lanzarse pellas de barro. Dejar que te rodee una tormenta. Patear las hojas otoñales. Oler las flores de la primavera. Explorar un bosque, una cueva (pequeña), caminar sin rumbo en un paraje natural. Subir una montaña hasta que puedas ver el horizonte y oler el aire de las alturas.
Descubrir animales en libertad
Mirar en una charca los renacuajos, los peces en un riachuelo, observar aves en libertad, perderte en el vuelo de los flamencos. Sentarte en mitad el bosque, en silencio, tumbado sobre la hierba mientras miras los insectos que se mueven. La sorpresa de un conejo que corre. Y, si puede ser, delfines saltando en torno a tu barco o corzos asomando, tímidos, entre los árboles. Escuchar el canto de los pájaros sin hablar. Seguir el curso de un rio hasta ver patos o nutrias.
Hacer sus propios juguetes
Otra de las actividades que olvidamos, cuando pueden ser muy sencillas, es enseñarles a construir sus propios juguetes.
Hacer una cometa y luego, esperar ansioso un día de viento para hacerla volar es algo maravilloso. Hacer una flauta o un palo de agua. Inventar una presa en el riachuelo con palitos y piedras, dejando luego que el agua vuelva a correr libre.
Trepar
Trepar por el simple placer de trepar. Con seguridad, pero sin miedo, y acompañados si es necesario. A un árbol, una tapia, una piedra enorme o una montaña. Sintiendo el peso del propio cuerpo, la gravedad que empuja hacia abajo, descubriendo los lugares donde apoyar los pies y asegurar las manos. Arañándose las rodillas, gritando al llegar a la cima, saltando como locos al rememorar la hazaña.
Encender una hoguera
Encender una hoguera. Por supuesto, con todas las normas de seguridad y la supervisión de un adulto, pero encenderla. Recogiendo ramas secas, con carbones, en un espacio asegurado o en una chimenea. Dando aire con un fuelle o abanicano con lo que tengamos a mano. Viendo como las llamas se alzan, sintiendo el calor en la cara, observando como se consume y, al final, apagando las brasas.
Comer con las manos
Pues si. Comer con las manos es un placer que no deberíamos prohibir, siempre dentro de las normas y adaptándonos al lugar y el alimento. Pero comerte unas chuletas, un pescado asado en el espetón, lo que sea, pero sin necesitar platos ni cubiertos, con los dedos calientes y la grasa por la barbilla. Es divertido, exitante y reconfortante.
Ir descalzo
Por casa les encanta seguramente ir descalzos. Y os lo digo aunque a mi me cueste horrores no ser una pesada de las zapatillas.
Y además, con cuidado, deberíamos dejarles sentir la sensación de los pies desnudos sobre la hierba y las hojas húmedas, la arena caliente, las piedras del camino, la nieve y el agua del un río o el mar aunque estén fríos. Luego, te limpias y te calzas, pero un rato de pies desnudos, con el barro colandose entre los deditos, es un placer y una experiencia sensorial que merecen tener.
Estas diez cosas que los niños necesitan experimentar en su infancia son propuestas a las que deberíamos acercarles, en vez de prohibirlas o evitarlas, pues son una fuente de aprendizaje, libertad y diversión maravillosa.
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