El niño es puro movimiento, y el movimiento conecta con otras esferas de su desarrollo: la socialización, la afectividad, las emociones y la cognición o el conocimiento. De toda esta interacción se ocupa la psicomotrocidad, una disciplina orientada a potenciar el desarrollo integral del niño, sobre todo a nivel motor.
Pero, ¿qué más sabemos de la psicomotrocidad? ¿Qué diferencia hay entre psicomotricidad fina y motricidad gruesa? ¿Cómo fomentar ambos tipos de motricidad a través de actividades o ejercicios?
Psicomotricidad: ¿qué es y cómo trabaja un psicomotricista?
La psicomotricidad se define como "la psicología del movimiento". Esta disciplina se basa en una concepción global de la persona.
La tarea del psicomotricista es ofrecer al niño herramientas y estrategias para un adecuado desarrollo global (motor y comunicativo) a través de: cuerpo, gestos, posturas y el uso de diferentes objetos.
Y es que nuestro cuerpo, que es movimiento, está conectado a nuestra mente y a nuestras emociones.
De esta forma, la psicomotricidad se ocupa de la interacción entre nuestras emociones, movimientos y conocimientos, y se encarga también de potenciar nuestra capacidad para expresarnos y relacionarnos con el entorno.
Objetivos de la psicomotricidad
Algunos de los objetivos que se plantean los psicomotricistas son:
- Desarrollar la globalidad del niño, a nivel: motor, cognitivo y afectivo-relacional.
- Desarrollar la capacidad sensitiva del niño, a través de: las sensaciones de su propio cuerpo y de la información del exterior.
- Educar la capacidad perceptiva y la simbólica.
- Potenciar la toma de conciencia del niño consigo mismo (su cuerpo), con los demás y con su entorno.
Psicomotricidad fina y motricidad gruesa
En este artículo hablaremos de 11 ejercicios para estimular tanto la psicomotricidad fina como la motricidad gruesa (que deberemos adaptar a cada edad en concreto).
Cuando hablamos de psicomotricidad fina (esencial para desarrollar procesos como la lectoescritura), nos referimos a la secuencia de movimientos coordinados que se realizan con diferentes partes del cuerpo, como por ejemplo, coordinar los movimientos de las manos y los ojos, agarrar, tomar objetos con pinzas...
Por su parte, la motricidad gruesa engloba todas aquellas acciones que los niños realizan con la totalidad de su cuerpo, como por ejemplo: correr, saltar, girar o bailar.
Así, son acciones que requieren un control de su cuerpo en relación a sí mismos, al espacio y los objetos, es decir, la coordinación de las distintas extremidades.
Pero, ¿cómo fomentar estos dos tipos de psicomotricidad?
11 ejercicios para estimular la psicomotricidad fina y gruesa en los niños
Empecemos con ejercicios para la psicomotricidad fina:
Modelar con plastilina
Modelar con plastilina es un ejercicio que viene muy bien para trabajar la psicomotricidad fina: por ejemplo, se le da un modelo o una imagen al niño, y este debe copiarlo o reproducirlo.
A través de la plastilina pueden estirar, enrollar, construir, amasar...y si además copian un modelo, deberán coordinar las manos con los ojos.
Hacer collares
Hacer collares con abalorios, bolitas u otros materiales, a través de un hilo, también puede resultar ideal para fomentar esta habilidad, ya que implica un uso preciso de las manos.
Recortar formas
Otra ejercicio sencillo para desarrollar la psicomotricidad fina es recortando formas.
Puedes optar por hacer la silueta de ciertos objetos en una hoja de papel (puede ser con líneas discontinuas), y que tu hijo deba recortarlas con cuidado. Eso sí, siempre con tijeras adaptadas a su edad y con las que no se puedan hacer daño.
Hacer un castillo con bloques
Para esta actividad se pueden usar bloques de plástico, de madera, de cartón... para hacer un castillo u otra figura.
Los bloques no suelen necesitar encajarse con otras piezas, sino que se superponen entre sí, lo que requiere una buena coordinación ojo-mano, además del sentido del equilibrio cuando se hacen con ellos torres infinitas.
Hacer puzzles
Los puzzles son una herramienta muy útil que permite trabajar la psicomotricidad fina y también otras habilidades, en este caso cognitivas, como la atención y concentración, la coordinación visoespacial y visomotora, etc.
Además, hay puzzles muy bonitos, de todos los tamaños (número de piezas) y para todas las edades, que les puede motivar hacer a los niños, y que pueden tomárselos como un juego.
Ejercicios de motricidad gruesa
Para desarrollar la motricidad gruesa, encontramos también varios ejercicios. La mayoría se relacionan con el deporte o simplemente con el movimiento y coordinación de todo el cuerpo:
Saltar
Se trata de hacer saltos de diferentes formas: con los dos pies, solo con uno, alternando una forma y otra... Puedes incorporar esta acción en: juegos, circuitos, con música... La idea es hacer del ejercicio, algo atractivo para el niño.
Seguir un recorrido
Otro ejercicio más dinámico que podemos hacer es trazar una línea en el suelo (podemos usar cinta adhesiva, pegatinas, objetos...), y que el niño deba realizar el recorrido, sin saltarse ningún tramo.
Nadar
Nadar es un deporte excelente para trabajar la motricidad gruesa, ya que implica la coordinación de las diferentes extremidades, además del uso de la fuerza, el equilibrio en el agua, etc.
Escalada
La escalada también es una actividad muy beneficiosa a la hora de desarrollar la motricidad gruesa, ya que, como en el caso anterior, implica la coordinación de todo el cuerpo.
Esta actividad puede hacerse en un rocódromo, o si existe más nivel, directamente en la montaña.
Saltar a la comba con juegos o música
Saltar a la comba también es un ejercicio, o juego, que permite trabajar la motricidad gruesa. Podemos usar este ejercicio en el contexto de juego, añadiendo canciones, retos, etc.
Algunas ideas: usando una cuerda grande, y con un grupo de niños, tendrán que entrar los niños de dos en dos; entran primero los que primero resuelvan una pregunta, o una suma, o los que reconozcan la canción que suena...
Rodar una pelota
Este ejercicio, ideal para niños más pequeños (de uno a dos años), consiste en lo siguiente: se trata de coger una pelota rodando y luego hacerla volver sin ayuda.
Para ello, deberás sentarte en el suelo con el niño, situado a unos noventa centímetros de distancia. Le dirás "mira (y su nombre)", y suavemente rodarás la pelota hacia él. Si pierde el control de la pelota, moldéale la mano para que la ruede hacia ti de nuevo.
Cuando empiece a entender que debe coger la pelota cuando ruede hacia él, empieza a rodarla desde diferentes direcciones y a diferentes velocidades, de forma que tenga que seguir la pelota visualmente y luego recogerla desde cualquier lado.
Después, deberá lanzártela. Este ejercicio puede hacerse también con niños más mayores, con más pelotas a la vez, con más velocidad, en grupos, etc.
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