Cuando tienes un bebé entras en un mundo hasta entonces desconocido en el que se explican teorías y métodos para hacer más agradable la convivencia con los niños. Bueno, esta es la teoría, porque algunos métodos parecen querer hacerla más dura, al menos en el modo de hacer las cosas.
Tras conocer el método Ferber, después rebautizado en España como método Estivill, que tiene como objetivo hacer que los niños duerman solos en sus habitaciones cuanto antes, yo tuve la brillante (o absurda) idea de crear el método Bastida, cuyo objetivo era conseguir que nuestros hijos durmieran siempre con nosotros. La pena es que justo cuando me disponía a escribir un libro con mi método se consumó la tragedia: mi método había fracasado.
Cómo funcionaba el método Bastida
La verdad es que más que un libro daba para un panfleto, porque las instrucciones eran tremendamente simples. El método Bastida consistía en obviar el moisés y la cuna, tanto de día como de noche, y tener a tu hijo durmiendo siempre con los padres. Si era la hora de la siesta, dormirle con el método que mejor funcionara en cada momento (pecho, brazos, bailecito,...) y luego sentarnos con el niño en nuestros brazos, juntitos hasta que despertara. Si en cambio era por la noche, dormir de nuevo con el método que mejor funcionara y no cambiarlo de lugar, es decir, dejarlo durmiendo en la cama con los padres.
Al contrario que el método Estivill, con mi método, si el niño lloraba porque no quería estar con nosotros, siempre podía ponérsele una cuna al lado de la cama, para evitar el contacto que tanto le podía molestar. Sin embargo, esto era sólo teoría que iba a formar parte de un capítulo, porque en mi caso y en mi casa nunca sucedió nada parecido.
Los fundamentos del método Bastida
Ahora, entrando en materia y hablando en presente, como si de verdad fuera a escribir ese libro, os explicaré cuáles son los fundamentos del método Bastida. El objetivo del método es lograr pasar cuanto más tiempo con los niños mejor, siempre que los niños quieran, claro. Así los padres pueden pasar tiempo con sus hijos (fabuloso sobretodo para los padres que durante el día pasan poco tiempo con ellos), pueden acurrucarse a su lado, pueden abrazarles, besarles y olerles, pueden peinar ese suave pelito que tanto contrasta con nuestras toscas manos y pueden mirarles anonadados en medio de la noche, observando su dulce respirar y el magnífico subir y bajar de sus pequeñitas cajas torácicas graciosamente envueltas en esos pijamas de ositos y motivos similares que tan graciosos les hacen parecer.
No me negaréis que el objetivo no es magnífico. Pues bien, para conseguirlo, como digo, nada más importante que hacerlo posible. Hay que ser constantes, papá y mamá tienen que ir a la una, porque si uno duda, si uno empieza a pensar que el niño dormiría mejor solo en su habitación, se corre el riesgo de que el niño escuche nuestras dudas, o que sienta que algo está pasando, que no estamos convencidos, se vaya una sola noche a su cama y le guste tanto que luego no quiera volver jamás.
Es importante ser constante y estar compenetrados
Insisto, yendo los dos a una se puede conseguir que los niños y niñas duerman siempre con sus padres. Interesa poner empeño en ello, creándoles hábitos de los que difícilmente se libren. Bien, lo de crear es una manera de decirlo, porque la mayoría de niños se los crean solos... el caso es que hay que aprovechar esa necesidad que tienen de que les durmamos, para hacer que la cosa se eternice.
Como habréis leído en alguna ocasión, la leche materna contiene aminoácidos que inducen el sueño de los bebés, así que es muy recomendable (además de lógico), amamantarles para dormir. Sólo con esto ya tenéis uno o dos años de niños en la cama, porque como a los niños les encanta la succión y les ayuda a calmarse, se duermen al pecho mejor que en ningún otro sitio. Otra opción es ponerles chupete, para que succionen igualmente, sin embargo el chupete va suelto, no forma parte de mamá ni de papá, y podría ayudar al niño a dormirse solo, siendo ésta (quizás) la primera piedra para hacerle creer que estará mejor solo que acompañado.
También pueden utilizarse para dormirle otros métodos como cantarles nanas tumbándolos a nuestro lado y acariciándoles el pelo, las orejitas y la cara o meciéndoles en nuestros brazos. Es maravilloso tener a tu hijo dormido en tus brazos, notando que está totalmente relajado y tranquilo, sabedor de que está en buenas manos. Es maravilloso porque te demuestra que confía ciegamente en ti, que se siente seguro, que contigo está tan bien, que es capaz de desconectar totalmente del mundo exterior porque sabe que nada puede pasarle.
Pero en mi familia la cosa salió de pena
A lo que iba, la teoría parecía perfecta, además de los explicados, había otros métodos para conseguir que los niños se durmieran con nosotros y que no quisieran dormirse solos y ni siquiera que durmieran en sus camas, y la cosa al final salió de pena. Es curioso porque es mi propio método y tenía claro que iba a conseguir que mis hijos durmieran siempre con nosotros... de hecho hasta tenía un montón de inputs del exterior que apoyaban mis teorías y me animaban día tras día para lograr mi objetivo: "¿Duermen contigo? Pues no los sacarás hasta que se casen", "Conozco a una que tiene un hijo de 14 años que aún duerme con ella", "Una vez los metes en la cama ya no hay manera de sacarlos", me decían.
Sin embargo, la cosa salió mal. Ya el primero, a eso de los dos años, nos dejó un poco inquietos. Estaba Miriam en la cama a punto de darle el pecho, dejándole un poco de libertad hasta que quisiera cogerse al pecho, cuando después de girarse y quedarse quieto, observó que se había dormido solo (¡ARRRGHHHH!). Estaba en nuestra cama, y eso nos tranquilizaba bastante, pero era la primera vez que se dormía sin nuestra ayuda y eso nos pareció un mal síntoma. Suerte que por la noche siguió pidiendo pecho.
Luego pasó el tiempo, dejó de mamar al quedarse Miriam embarazada y nos consolamos al ver que seguía sin pedirnos su cama para dormir (sí, tenía cama, porque como todo el mundo decía que tenía que tener una... sí, lo sé, nos dejamos convencer y en cierto modo le incitábamos a querer dormir ahí, solo por el hecho de comprarla).
Nació Aran y la felicidad era absoluta porque éramos cuatro en la cama. Pasó el tiempo y llegó Guim, el quinto, y entonces éramos cinco en la cama. Bueno, para ser sinceros, éramos cinco en las camas, porque tenemos dos camas juntitas, una grande de metro cincuenta y otra pequeñita, de niño.
El problema es que no supimos resolver un problema que se originó. Jon se despertaba con algunos de los despertares de Guim y por la mañana estaba más cansado que nunca. Así que pensamos que, igual que algunos padres se saltan el método Estivill cuando los niños están malos y se los meten en la cama, nosotros podríamos saltarnos alguna noche el método Bastida, por ver si mejoraba su sueño.
Y sucedió lo mismo que pasa con esos niños, que una vez están con los padres una noche luego quieren estar ahí siempre. Es decir, que durmió una noche en su cama y desde entonces duerme ahí siempre. No ha vuelto, ni un sólo día, así que el método ha resultado ser un fracaso.
De hecho, ha sido un fracaso total, porque Aran, el mediano, se ha ido también más de una noche a dormir con el mayor. Que claro, la culpa es nuestra por haber comprado literas. O sea, que en más de una noche nos hemos visto tres en la cama y los otros dos durmiendo plácidamente en sus habitaciones, uno con 6 años y el otro con 3. Ahora tienen 7 y 4 y aún lo hacen muchas noches, así que ya paso de escribir ningún libro explicando el método porque no tiene demasiado sentido. Tanto creer que íbamos a conseguir tenerlos con nosotros hasta que se casaran, tanto creer que un día se bajarían de la cama para decir "Adiós papá, me voy, que tengo que ir a hacer la mili" (bueno, no lo creía porque ya no hay mili, es un decir) y resulta que mis hijos, los hijos del creador del método Bastida para enseñar a los niños a dormir siempre con los padres, han acabado durmiendo solos.
Aunque pensándolo bien, siempre podría escribir el libro y luego decir que, "ya se sabe, en casa del herrero...".
Nota final
Como aclaración, decir que, obviamente, esta historia no es real, pues es la narración de nuestras noches maquillada de manera irónica. El único método que se ha seguido en mi casa, por las noches, es el que consiste en escuchar las necesidades de nuestros hijos. Al parecer, cuando todo se hace con naturalidad, sin forzar nada, la vida y las costumbres fluyen sin mayores traumas ni quebraderos de cabeza. Todo es cuestión de respeto, paciencia y diálogo. Respeto para esperar el momento oportuno, paciencia, para entender que cuando son niños nos necesitan, pero cuando son mayores son capaces de dormir solos y diálogo porque cuando crecen son capaces de razonar y entender, y hacen más agradable y sensata nuestra labor como padres y educadores.
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