Hay muchas situaciones que se pueden plantear cuando cuidamos hijos de otros. La pregunta es, ¿rigen las normas de su casa o las de la nuestra?
Lo deseable es que reine la armonía entre los niños y que el invitado (o los invitados) se adapten a la dinámica familiar. Está en nuestras manos hacer todo lo posible para que así sea, pero en ocasiones pueden surgir pequeños conflictos.
Una casa abierta
Antes de tener hijos nuestra casa está abierta a los amigos, pero al convertirnos en padres y cuando nuestros hijos llegan a la edad en que empiezan a relacionarse con sus pares la casa se abre también a los amigos de nuestros hijos.
Hay padres que precisamente por evitar conflictos no dejan que sus hijos vayan a casa de otros niños ni invitan a su casa. Particularmente, me encantan las casas abiertas. A mi han criado así y me gusta que mis hijas aprendan a ser hospitalarias desde pequeñas.
Los primeros invitados son compañeritos de colegio, vecinos o hijos de amigos. A veces los padres están presentes pero otras veces no. Y es aquí donde pueden surgir conflictos, sobre todo si la forma en que han sido educados esos niños es diferente a la que nosotros hemos educado a nuestros hijos.
Cuando los padres de esos niños son amigos, conocen la forma en la que criamos a nuestros hijos, qué cosas les permitimos y cuáles no les permitimos hacer, y probablemente sea muy parecida a la suya. Pero esto no siempre es así. Puede venir a casa un niño con pautas o hábitos muy diferentes a las que tenemos en casa.
Lo importante es que el invitado se sienta cómodo en casa, pero a la vez que nuestros hijos se sientan a gusto. Para ello creo que es fundamental que las normas sean las mismas para todos.
Niños con manual de instrucciones
Hace poco vino a casa la hija de una vecina. Mis hijas se pusieron a comer galletitas a las seis de la tarde, por supuesto le convidaron a la niña y ella aceptó (se comió unas cuantas, la verdad). Cuando vino la madre a buscarla, le comenté que había comido galletitas y me llevé una regañina por haberla dejado comer las galletitas pues luego la niña no comía la cena.
Desde luego yo no voy a negarle la comida a un niño que viene a mi casa, pero no se me había especificado lo contrario. Así que después de ese conflicto he decidido hacer una pregunta clave cuando me entregan a un niño ajeno: ¿hay algo que tenga que saber sobre Fulanito? Lo mismo vale para alergias que para costumbres alimenticias o lo que sea.
Lo que se me especifica en esa respuesta lo tengo en cuenta y lo cumplo, así me parezca bien o no. Me sabe fatal que mis hijas coman lo que quieran cuando quieran, pero si su madre o padre me han dicho especialmente que Fulanito no puede comer a deshoras, no puedo pasar por encima de esa norma, aunque a mi no me parezca.
¿Las normas de su casa o las de la nuestra?
Pongamos un ejemplo: el niño invitado se pone a saltar en el sofá, le pedimos que no lo haga y nos responde “en casa mi madre me deja". A los padres cuidadores se les plantea la disyuntiva de dejarlo hacer lo que hace en su casa o aplicar las normas que rigen en su territorio. Generalmente, todos se decantan por la segunda, casi nadie permite a otro niño hacer cosas que no le permite a sus hijos en su propia casa.
En mi casa rigen para todo el mundo las reglas internas. A no ser que sea algo “light", en lo que a lo mejor hacemos la vista gorda y lo dejamos pasar.
En conclusión, cuando unos padres permiten que su hijo vaya a la casa de otro niño aceptan las normas que rigen en esa casa.
Por lo general, se conoce a los padres. Casi nadie deja ir a su hijo a la casa de un niño cuyos padres no conoce de nada. Salvo especificación expresa de los padres sobre cualquier asunto, cuando cuidamos a hijos de otros rigen las normas de nuestra casa.
(Para el que le interese saber, las normas de casa para los invitados son: se puede hacer todo el lío que quieran siempre y cuando recojan después, no está permitido saltar en el sofá, se puede ver la tele (un tiempo prudente), y se puede comer a cualquier hora).
Foto | Scott & Elaine van der Chijs en Flickr