"Cariño, creo que nuestro hijo no es muy feliz... parece decaído y triste. Creo que se siente inferior a los demás porque le cuesta más que a los demás aprender las cosas. Deberíamos empezar a animarle más".
Esto, que podría decirlo cualquier padre o cualquier madre a su pareja, hablando de su hijo, es uno de los inicios de conversación más típicos y lógicos en dicha situación. El niño tiene la autoestima baja, poca confianza en sí mismo y necesita ayuda. Sus padres, en un intento de echarle una mano, deciden animarle más y empiezan a elogiar y alabar sus logros de manera exagerada. ¿El resultado? Pues según algunas investigaciones puede ser contraproducente a largo plazo.
Los niños con más baja autoestima reciben más alabanzas desmesuradas
Un grupo de investigadores de la Universidad Estatal de Ohio ha hecho una serie de estudios para comprobar cómo las alabanzas pueden ayudar o empeorar el estado de un niño. En la primera investigación quisieron hacer simplemente una foto de la realidad.
Primero dividieron las alabanzas o elogios en dos tipos, las exageradas y las normales. Las exageradas eran aquellas que incluían un adverbio o adjetivo adicional. Por ejemplo, un cumplido normal sería decir algo como "veo que se te da bien" y uno exagerado sería decirle "veo que se te da increíblemente bien".
Una vez definidas, observaron el comportamiento de los adultos en relación a los niños y vieron que los mayores otorgan de manera natural el doble de cumplidos desmesurados a los niños con autoestima baja que a los niños con una mayor autoestima.
Para hacer el experimento estudiaron a 114 padres que daban a sus hijos unas pruebas cronometradas de matemáticas. Días antes de hacer estas pruebas los niños habían completado unos cuestionarios que servían para medir sus niveles de autoestima.
Tras las pruebas de matemáticas los padres puntuaron a los hijos mientras una cámara grababa todo lo que sucedía. Los investigadores contaron el número de veces que los padres habían alabado a sus hijos y vieron que lo hacían unas seis veces de media. Los elogios normales más típicos eran "¡Bien hecho!" y "¡Esto se te da bien!". Los elogios desmesurados fueron el 25% de todos los elogios y los más frecuentes fueron "¡Has respondido muy rápido!" y "¡Súper bien!".
Vieron, como digo, que los padres con hijos con baja autoestima les dedicaban el doble de alabanzas desmesuradas que el resto.
Uno aquí podría preguntarse qué viene antes, si la baja autoestima o el elogio desmesurado. Así de inicio, parece que lo más lógico es pensar que cuando los padres observan que su hijo tiene una autoestima baja, en un intento de darle mayor confianza y de hacerle sentir mejor, exageran los cumplidos. Sin embargo, no me atrevo a eliminar la posibilidad de que primero llegaran los elogios exagerados, en boca de los padres, desde pequeños, con la intención de apoyar a su hijo en sus logros y de conseguir aumentar la confianza en sí mismo y que, como consecuencia, el resultado fuera el contrario.
¿Que a qué me refiero? Pues a que los niños que viven en una realidad ficticia, tarde o temprano, se dan cuenta de cuál es la realidad. Y a veces se dan con ella de bruces. Creen que son increíbles, los mejores en algo, que lo hacen estupendo y resulta que, cuando pueden comparar sus logros con los de otros niños se dan cuenta de que lo que hacen, no solo no es extraordinario sino que en ocasiones no puede ni compararse con lo que hacen los demás. Además, cuando se equivocan, cuando hacen algo mal, se avergüenzan muchísimo porque de repente se dan cuenta de que no van a recibir los elogios a los que están habituados. Esto, obviamente, puede minar la confianza de un niño y puede ayudarle a sentir que no es capaz de hacer las cosas que hacen los demás y a sentir que es mejor hacer cosas muy simples, que cosas complejas, para evitar errar (luego hablamos más de esto).
O quizás la baja autoestima venga de las dos razones que comento, del error de juzgar o admirar a un niño por lo que hace y no por quién es, creyendo el niño que sus padres le quieren más cuando hace las cosas bien y esperando sus juicios para seguir adelante y, a la vez, de ver que en realidad no es tan bueno ni tan magnífico como sus padres parecen mostrar cuando le elogian.
Elogiar de manera exagerada puede ser contraproducente
Seguimos adelante con el tema comentando la siguiente investigación que realizaron. En un experimento con 240 niños les hicieron dibujar el cuadro Rosas Salvajes de Vincent van Gogh. Los niños recibieron una nota con un cumplido exagerado, uno normal o bien ningún cumplido por parte de alguien que se identificó como pintor profesional.
Tras recibir la nota se les pidió que copiaran otro cuadro. Esta vez se les dijo que podían dibujar cualquier cosa. Se les comentó que si elegían un cuadro fácil no aprenderían demasiado. Si escogían un cuadro más difícil aprenderían más, pero también podrían cometer errores.
El resultado fue que los niños con una autoestima más baja fueron más propensos a elegir hacer un cuadro más fácil cuando habían recibido un elogio desmesurado. Los niños con la autoestima alta, al recibir un elogio exagerado, fueron más propensos, en cambio, a escoger un cuadro más difícil como opción.
Eddie Brummelman, uno de los autores de la investigación explica este comportamiento de la siguiente manera:
Si se le dice a un niño con una autoestima baja que lo hizo increíblemente bien, quizá piense que siempre tiene que hacerlo increíblemente bien [...] Quizá le preocupe cumplir con esos estándares altos y decidan no afrontar ningún nuevo desafío [...] Contradice lo que mucha gente cree que resultaría más útil, pero dar un cumplido inflado en realidad no es útil para los niños que ya se sienten mal sobre sí mismos.
Creo que lo resume perfectamente. Los niños con baja autoestima, cuando reciben cumplidos exagerados que les hacen sentir bien y les sorprenden sienten la necesidad de seguir agradando. El hecho o la actividad a llevar a cabo pierde algo de importancia (o toda la importancia) y entonces sólo importa lograr que el adulto vuelva a sentir el mismo orgullo. Por eso muchos niños prefieren hacer algo fácil, sabiendo que lo harán bien, antes que hacer algo más difícil que supondría quizás equivocarse y arriesgarse a recibir un "podrías haberlo hecho mejor".
Por eso nunca me ha gustado alabar a mis hijos en exceso. Reconozco sus logros, les digo que me gusta cuando hacen algo bien, describo sus buenos comportamientos para que vean que soy consciente de que han hecho algo correcto, algo que espero de ellos (igual que describo los malos cuando han hecho algo que no me gusta), pero no magnifico porque no quiero que vivan pendientes de hacerme sentir bien o contento, ni pendientes de mi nota o mi juicio sobre todo lo que hacen.
Sólo quiero que sean ellos mismos, que sigan siendo espontáneos y que sigan haciendo las cosas porque les gusta, porque les hace sentir bien, porque aprenden de ello, pero quiero que interioricen los valores como algo natural y a la vez inamovible. Uno tiene que ser bueno, respetuoso y humilde porque hay que ser así, no para que papá o mamá les digan que lo hacen muy bien. De igual modo, un niño tiene que aprender a ser autónomo, tiene que entender que las cosas salen mejor con esfuerzo y tiene que saber que los errores son una oportunidad para aprender porque esa es la manera de aprender y avanzar. Evitando ser así evitará las críticas de los demás, pero también evitará el progreso, y a veces vale más aventurarse y equivocarse que ni siquiera intentarlo por si acaso.
Vía | Medline Foto | popofatticus en Flickr En Bebés y más | Conseguir tu meta no será fácil, pero estaremos a tu lado, Los elogios refuerzan su personalidad, Tratando de que nuestros hijos no sean adultos mediocres