Las comparaciones son odiosas, eso lo sabemos todos, pero, ahora que La Segunda empieza primero de primaria siguiendo la estela de su hermana que este año se enfrenta a tercero, me pregunto cómo voy a hacer para no compararlas y utilizar a una como azote o motivación para la otra.
¿Son celos o es justicia divina?
Una pregunta que como madre numerosa me hacen a menudo es si mis hijas han tenido de celos cuando han ido naciendo las pequeñas. La verdad es que no, las hermanas pequeñas suelen ser recibidas como juguetes muy realistas para disfrutar en familia y no hemos tenido que enfrentarnos a ningún drama significativo. Sin embargo, sí que hemos sufrido alguna suerte de celos entre hermanas, sobretodo entre las mayores que sólo se llevan año y medio.
No sé si son celos exactamente o un sentido exacerbado de la equidad mezclado con la necesidad de asegurarse el puesto entre tanta competencia. El punto álgido lo alcanzaron el verano pasado cuando no podían soportar que se le dijera algo a una sin el correspondiente halago para la otra. Viniera a cuento o no. Con este panorama entenderán que me den escalofríos cada vez que pienso en cómo me las voy a ingeniar para sacar lo mejor de cada una sin que la otra se ofusque y viceversa.
La importancia de los avances de cada uno
Cuando La Primera empezó el colegio de mayores La Segunda lo pasó regular. Se juntó que la mayor cumple años en Agosto, mes en el cual también perdió su primer diente, en Septiembre empezó el colegio con todo el bombo y platillo correspondiente, y la vida se transformó en un vitoreo constante cada vez que iba sumando hazañas escolares como aprender a sumar, leer su primera sílaba o escribir su primera frase. Hasta que un día La Segunda, después de algún bravo bravísimo a unos deberos hechos malamente, me preguntó muy seria si lo que ella hacía también era importante.
Entonces me di cuenta de la cantidad de tiempo y atención que le estaba dedicando a la mayor. Tanto que las demás pensaban que su avances y pequeñas conquistas eran irrelevantes. Esto me hizo reflexionar. Desde entonces siempre tengo en mente en qué fase está cada una para intentar apoyarlas en su siguiente paso y darle todo el bombo necesario cuando La Tercera acierta a limpiarse el culete o La Segunda consigue descifrar una palabra nueva por la calle.
La verdad y nada más que la verdad
Muchas veces en cambio, darle a cada una la atención y el aliento que necesitan no es tan difícil como saber alabar las cualidades de una sin ofender las carencias de la siguiente. Cada niño es un mundo, en lo físico, lo afectivo y lo intelectual. Enseñarle a cada uno a quererse por lo que es, a aceptarse con sus fortalezas y sus debilidades no siempre es fácil pero debemos ser realistas y no alimentar expectativas falsas en nuestros niños.
De nada le sirve a un niño bajito que le digamos que va a ser el más alto de su clase como tampoco le vale a un niño con mal oído que le digamos que canta como los ángeles. En nuestro caso además las mayores son muy distintas y lo que a una se le da bien a la otra no tanto. Yo intento, en la medida de lo posible y lo razonable, que entiendan que cada uno es diferente, que eso es bueno y que todas tienen cosas estupendas que les convierten en personas especiales.
Pasados por el mismo rasero
En el colegio esto es más difícil todavía puesto que se enfrentan a los mismos retos con talentos distintos que al final son evaluados con un criterio más o menos homogéneo. Una madre tiene entonces que recurrir a sus dotes diplomáticas para saber elogiar los triunfos de uno sin que eso se entienda como un fracaso o menos mérito del otro.
¿Cómo alabar un sobresaliente sin que el bien del otro hermano parezca mediocre? ¿Cómo decirle a una hermana que un aprobado que le ha costado su esfuerzo está fenomenal sin desmotivar a la que aspira a un notable?
Que estén en clases distintas y con profesoras diferentes ayuda, por supuesto, pero como padres tenemos que aprender a sentar las bases para el futuro e intentar encontrar la manera de ayudarle a cada uno a llegar lo más que lejos que puedan sin que les acomplejen sus limitaciones o les hagan sombra los triunfos de algún otro hermano.
No se puede medir a todos los hijos por el mismo rasero, ni juzgar, valorar o premiar las notas con los mismos criterios. No debemos comparar ni utilizar a un hermano como ejemplo para el otro, cada uno necesita su lugar y sus propias lecciones.
Una labor de toda la familia
Esta es una tarea que no sólo depende de los padres, hay que involucrar a toda la familia puesto que muchas veces los comentarios que más duelen o desaniman a nuestros hijos vienen de sus tíos, abuelos u otros parientes que no son quizá tan conscientes de las sensibilidades que se pueden herir entre hermanos.
En esto conviene empezar por los propios hermanos. Es importante enseñar a unos hermanos a animar y celebrar a los demás. Deben saber también que en momentos puntuales uno puede necesitar un poco más de atención o ayuda y que hay momentos especiales para un miembro de la familia en los que hay que participar en un segundo plano.
Como también debemos enseñarles a ayudarse unos a otros y a animarse cuando alguno se enfrenta a un reto que le esté costando más.
Es una tarea titánica, no se lo voy a negar, pero es quizá uno de los propósitos más importantes que podemos marcarnos para la vuelta al cole. Las comparaciones son odiosas, una familia es un equipo, cada uno tiene su lugar y nosotros debemos a ayudarles a encontrar el sitio donde se sientan cómodos, queridos y motivados para aprender y mejorar.
Foto | Sarah Gilbert en Flickr En Bebés y más | ¿Cómo os preparáis para la vuelta al cole? Algunos consejos, Propósitos para la vuelta al cole: ayudemos a los niños a encontrar su talento, Propósitos para la vuelta al cole: se acabaron las prisas