Hace poco saltaba una noticia en Estados Unidos que le ha dado la vuelta al mundo por lo peculiar que ha sido: Ethan Couch, un joven que pertenece a una familia millonaria, se libró de la cárcel después de haber matado a 4 personas por conducir ebrio gracias a que un psiquiatra le diagnosticó affluenza o 'síndrome del niño rico'; tras lo sucedido, violó la libertad condicional y huyó del país. Aunque lo grave no es la huida sino toda la historia que hay detrás, ha removido un tema que al parecer cada vez se oye más: los desórdenes que provoca en un niño el tenerlo todo en exceso.
Otra epidemia social a la vista
Cuando he empezado a investigar sobre el tema me ha venido a la mente el tema de la obesidad infantil: este tipo de patologías se presentan en masa y se deben a corrientes que se van tornando normales, como lo es en Estados Unidos el hecho de desayunar, comer y cenar hamburguesas.
Al parecer los padres no somos conscientes de las consecuencias que pueden tener actos como darles a nuestros hijos todo lo que piden. Sin embargo poco a poco se ha ido convirtiendo en algo normal y cada día se presentan más casos de niños con desórdenes relacionados con este comportamiento, tanto que al final puede que lo terminen convirtiendo en epidemia... otra más de la avalancha de consumo que provoca nuestra sociedad día tras día.
¿Cómo podríamos identificar señales tempranas de un niño que puede verse afectado?
Existen señales que pueden alertarnos de forma temprana, desde escuchar decir al niño frecuentemente que se aburre a pesar de tener la habitación llena de juguetes y aparatos hasta verle estresado o con fobias repentinas. Según declaró Ralph Minear, el autor del libro 'El niño que tiene de todo en exceso' a la Revista Semana, existe una lìnea delgada línea entre los padres que saben còmo ayudar a sus hijos a desarrollar todo su potencial y aquellos que los presionan excesivamente:
Cuando se ha cruzado ese lìmite, el niño se vuelve desdichado, intranquilo, irritable o presenta síntomas físicos y emocionales. Con gran frecuencia incurre en comportamientos perjudiciales, como el consumo de alcohol o la utilización de drogas prohibidas
La presión que ejercemos sobre ellos, uno de los detonantes
Seguramente a todos los padres nos preocupa que nuestros hijos sean felices, pero también que reciban la mejor educación posible y que tengan todas las herramientas para que puedan llegar a ser unas personas de éxito. Sin embargo no todos nos paramos a pensar en la presión que podemos estar ejerciendo sobre ellos para que lleguen a todas las actividades a las que les hemos apuntado... el tener una agenda repleta de cosas para hacer todos los días de la semana puede llegar a ser muy contraproducente para ellos.
Preocuparse por meter al niño a cursos para que esté más avanzado que los otros de su entorno es una de las acciones más frecuentes hoy en día. Combinarlo con otras características como exceso de libertad, de información, de responsabilidades y de exigencias puede llegar a ser un cóctel demasiado peligroso para un niño.
Cuando el niño llega a estresarse, puede que termine manifestándolo en forma de rebeldía. Tengamos presente que son pequeños y que gestionar sus emociones es algo que irán aprendiendo poco a poco, así que debemos estar atentos a las señales que nos envían a través de su comportamiento.
¿Se necesita ser rico para sufrir de este síndrome?
Obviamente no. A veces los padres hacemos esfuerzos muy grandes para que nuestros hijos tengan la mejor educación, el último juguete o un viaje inolvidable... el problema llega cuando ellos no son conscientes de todo lo que tenemos que realizar y de lo que nos tenemos que privar para hacerlo posible.
Darles gusto en absolutamente todo lo que piden, ya sea porque queremos que ellos tengan todas las cosas con las que nosotros soñamos o porque queremos evitar una rabieta, es el error más frecuente que cometemos los padres... lo malo es que la mayoría de las veces pensamos que les estamos haciendo felices cuando en realidad estamos provocando el caldo de cultivo para que pase todo lo contrario.
¿Qué podemos hacer para evitarlo?
Yo recuerdo que de pequeña tenía claro que mis padres tenían que trabajar mucho para mantener a la familia. No recuerdo en qué momento lo entendí, pero si que me explicaron cómo funcionaba, que las cosas había que pagarlas y que para conseguir el dinero papá y mamá tenían que trabajar. Creo que lo importante es involucrar al niño con la vida real, explicarle el porqué de las rutinas, qué significa ahorrar, ir a la compra y por qué a veces podemos darnos gusto con un capricho y por qué a veces no.
También es importante ser conscientes de que premiarles a través de cosas materiales no siempre es una buena idea. Ellos deben entender que al igual que todos en casa, tienen responsabilidades que deben cumplir (por ejemplo, recoger los juguetes cuando han terminado, ayudar a mamá a poner la mesa o simplemente hacer los deberes). Está bien darles una sorpresa de vez en cuando, pero creo que debe ser una cosa esporádica y no lo habitual.
En definitiva, es vital enseñarles a nuestros hijos a valorar lo que tienen y lo que con tanto cariño les damos. No solamente porque es una parte fundamental de la crianza, sino porque es algo que les va a servir para el resto de la vida.
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