Su nombre es (o era) Jackson Grubb y con solo nueve años (repito, nueve), decidió hace unos días quitarse la vida porque no podía soportar más el acoso de sus compañeros de clase.
¿Nueve años y ya es víctima del bullying? ¿Qué demonios estamos haciendo? Esto ya es urgente.
Se ahorcó en su propia habitación
Según leemos en Antena3, Jackson, de Virgina (EE.UU.) fue hallado muerto el pasado sábado por su hermana, que quiso entrar en la habitación para darle una sorpresa. Lo había visto triste, decaído, y pensó que sería buena idea regalarle algo para animarle. Pensó que una mascota le iría bien y le compró una tortuga. Pero al entrar en la habitación se lo encontró ya sin vida.
Los padres reconocen que habían notado un cambio en el comportamiento del niño y aseguran que el bullying que estaba sufriendo en el colegio Sophia Soak Creek Elementary lo llevó a quitarse la vida. Ahora exigen una investigación para saber qué ocurrió exactamente.
La madre explicó que se encontró con una ambulancia al llegar a casa y que al ver la cara de todos supo que su hijo había muerto. La abuela, que pasaba mucho tiempo con el niño, explicó que había intentado ayudarlo con el acoso escolar, buscando la manera de que hiciera nuevos amigos, pero que era muy difícil saber qué pasaba en realidad porque el niño era tímido y no explicaba muchas cosas.
La familia ya sabía que estaba siendo víctima del bullying
No solo la abuela dijo que era consciente de que algo estaba pasando, los padres también lo sabían, y explicaron que el niño había intentado defenderse de los acosadores con humor, pero que al parecer había perdido las ganas de luchar contra ellos en las últimas semanas.
A este respecto no deberíamos sacar conclusiones precipitadas, porque en realidad no sabemos más que lo que nos cuentan, pero si hablan de semanas, está claro que todos podrían haber hecho algo más.
El bullying va en aumento, y la sociedad no está respondiendo
Se calcula que el acoso escolar aumentó un 75% en 2015, se sabe que cada vez se produce a edades más tempranas, y que el 70% de los niños que sufren acoso escolar lo padecen a diario.
Con estos datos, deberíamos estar ya llevando a cabo campañas de sensibilización con las familias y los niños, acciones de choque y un profundo cambio en los sistemas educativos.
Jackson tenía solo 9 años. Una edad demasiado corta como para tener siquiera las mínimas herramientas para hacer frente a los acosadores. Es más, cuanto más pequeño es el niño que es acosado, mayor es el riesgo, porque más incapaz es de gestionar lo que le pasa y más incapaz es de sopesar las consecuencias de tratar de suicidarse o de intentar alguna acción de defensa contra los abusadores (que trate de matarlos o similar).
Por eso ningún niño tan pequeño debería jamás verse en una situación tan difícil de gestionar. Ni los mayores tampoco, claro. Pero es que se siguen observando reacciones de lo más tibias por parte de muchos centros educativos, que en vez de afrontarlo miran para otro lado.
"Es que tiene que imponerse un poco..."
En las revisiones que hacemos en el centro de salud siempre intentamos saber cómo va un niño o niña en el colegio, porque podemos detectar cosas que podrían necesitar de atención profesional (logopedas, psicólogos, etc.), y en más de una ocasión nos hemos encontrado con niños víctimas del bullying y con unos padres que ya no saben qué hacer.
Así como hay colegios donde la respuesta es rápida y muy válida, porque lo trabajan con todos los niños y las familias, en otros la respuesta es fría e inútil. Como el caso de una niña que sufría las acciones de sus compañeros y la profesora consideraba que tenía parte de culpa por ser tan tímida. Al hablar la familia con ella, al exigir que su hija fuera tratada con respeto y que no toleraran esas acciones, les dijo que su hija tenía que aprender a "imponerse un poco".
Esto me recuerda a la época en que mi hijo el mayor empezó a ir cada día más asustado al colegio porque había varios niños que pegaban. A él no le habían pegado nunca, según nos contó, pero a la hora del patio había algunos niños que habían decidido esconderse en los lavabos para que no les pegaran. Tenían 7 años por entonces, y sin saber medir las consecuencias o el peligro real, preferían evitarlo.
Cuando fuimos al colegio a pedir explicaciones, nos dijeron que nuestro hijo tenía que comprender que hay niños así, un poco más dominantes, que a veces pueden llegar a pegar. Ese fue su último año en el colegio, lógicamente: ¡Estaban normalizando el acoso!
Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena. Gandhi.
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