Sucedió en una clínica de San Isidro, Argentina, donde a una mujer que se sometió a un tratamiento de fertilización in vitro para tener a su tercer hijo se le implantó un embrión equivocado, que no pertenecía a ella y su pareja.
Las sospechas comenzaron después del parto cuando al realizarle el primer examen de sangre, el grupo y factor del bebé no coincidía con el de ninguno de sus padres, según relata el medio argentino Infobae.
Al ratificar sus sospechas con una prueba de ADN, se confirmó que el bebé no era suyo. No se trataba de una donación de óvulos ni de espermatozoides, por lo que el embrión implantado debía tener material genético únicamente de ambos.
Presentaron entonces una denuncia penal por estafa, defraudación, lesiones y supresión de identidad. Sin embargo, la Justicia considera que no hubo delito en estos aspectos.
No hay delito. "El hecho está probado pero con las evidencias reunidas no se pude demostrar que hubo dolo (la voluntad deliberada de cometer un delito). Respecto a las lesiones, la denuncia planteaba un eventual daño a la salud del bebé que no pudimos acreditar”, explicó una fuente judicial consultada por Infobae. Hasta ahora, la pareja no ha apelado la decisión.
De no haber advertido los padres la incongruencia del grupo sanguíneo, probablemente nunca hubieran sospechado. En cuanto al embrión que sí pertenecía a ellos, se les dijo que debió haber sido previamente descartado.
La pareja podría demandar por daños y perjuicios porque se les asignó un embrión que no les correspondía (no se ha sabido si otra pareja lo ha reclamado) y por mala praxis porque no se les informó lo sucedido con su propio embrión, que fue descartado sin su consentimiento.
Caso inédito. El caso no tiene antecedentes en Argentina, pero sí ha sucedido en otras partes del mundo. Por ejemplo, en Los Ángeles, donde una pareja recuperó a su hija biológica después de que una clínica implantara por error a la mujer el embrión de otra pareja. Tras confirmar con una prueba genética que no era su bebé -que no se les parecía en absoluto- intercambiaron los bebés con la pareja a la que le había implantado su embrión.
Un embrión sin material genético de los padres. Hay otras circunstancias (donación de embriones, donación de óvulos, de espermatozoides) en las que el bebé no comparte material genético con alguno o ambos padres, pero la clave está en que en este caso no hubo consentimiento para que fuera así.
“Más allá de eso, entiendo la sorpresa de los padres, pero personalmente siempre he establecido que la verdadera maternidad o paternidad es la de los afectos y la crianza que se les da a los bebés recién nacidos y al niño. En última instancia, si ellos están preparados para querer al bebé y protegerlo como si fuera su hijo biológico, lo más importante es la paternidad socioafectiva”, señala el experto del Conicet Alberto Kornblihtt al medio Página 12, quien considera que los “verdaderos hijos” no son los que llevan los genes de sus padres. En concreto, la afectividad es la que cuenta.