La lactancia materna es clave en el cuidado del bebé prematuro, puesto que constituye un verdadero medicamento natural que ayuda a mejorar la estructura del corazón y a reducir la incidencia y la gravedad de algunas enfermedades típicas de la prematuridad, como la enterocolitis necrosante, entre otras.
Y es que la leche materna, que es un fluido vivo y dinámico, adapta su composición a las necesidades del bebé, por lo que la leche de una madre que ha dado a luz de forma prematura, difiere de la de una madre que lo ha hecho a término. Una verdadera maravilla de la naturaleza que vamos a analizar.
La composición de la leche pretérmino
Los bebés prematuros (nacidos con menos de 37 semanas de gestación) a diferencia de los bebés nacidos a término nacen con el crecimiento restringido, comprometidos a nivel nutricional y fisiológicamente inmaduros.
La leche materna (que es un fluido inteligente) se adapta a las necesidades del bebé, por lo que si comparamos la leche prematura temprana con la leche de una madre que haya dado a luz a término, encontramos diferencias sustanciales:
La leche prematura presenta niveles más altos de proteína, sodio, grasa, y aminoácidos libres. Esto es así porque el bebé prematuro tiene requerimientos más elevados de proteínas que el bebé nacido a término.
También tiene niveles más altos de algunas vitaminas y minerales
Presenta niveles más altos de factores inmunológicos, incluyendo células, inmunoglobulinas y elementos antiinflamatorios. Entre ellos destaca la lactoferrina, una proteína antiinfeccionsa y antiinflamatoria cuya función es proteger al bebé contra la infección temprana.
"El nivel de concentración de esta proteína en la leche pretérmino es otra demostración de la composición variable de la leche materna. Es mucho mayor en la leche de las madres que dan a luz de forma prematura y más concretamente en el calostro prematuro" - nos explica Leon Mitoulas, responsable de investigación en lactancia de la compañía Medela.
La alimentación del prematuro con menos de 1.500 gramos
Todas estas propiedades hacen sumamente importante que el bebé prematuro sea alimentado con leche materna (preferiblemente de su madre, y si esto no fuera posible, a través de los bancos de donación).
Sin embargo, debemos tener en cuenta que según señala Unicef, esta composición nutricional no puede cubrir completamente los requerimientos de calcio, fósforo y ocasionalmente de proteínas de los prematuros por debajo de los 1.500 gramos.
Por lo que, en esos casos, a la leche materna se añadirían los denominados “fortificadores de leche materna”, que mejoran los índices de crecimiento y desarrollo del bebé, conservando los beneficios inmunológicos, metabólicos y vinculares.
Adaptándose al crecimiento del bebé
A medida que el bebé prematuro crece, también la leche materna va cambiando y adaptándose a cada etapa de su desarrollo. De este modo, los niveles de sus componentes van disminuyendo en las primeras semanas tras el nacimiento, hasta alcanzar las concentraciones presentes en la leche a término.
Igualmente, la proteína lactoferrina - que como hemos visto tiene niveles especialmente elevados, sobre todo en el calostro de los primeros cinco días de vida- se reduce al 50 por ciento en la leche madura al mes de lactancia, y a los dos meses, los niveles se estabilizan en aproximadamente un tercio de los valores en el calostro.
Por otro lado, durante los primeros meses del bebé se producen aumentos progresivos de las concentraciones de grasa y energía, mientras que los carbohidratos primero aumentan y luego acaban estabilizándose.
Pero esta adaptación de la leche materna a las necesidades del bebé no ocurre sólo en la leche de las madres prematuras, sino también en la leche de las madres que han dado a luz a término:
De este modo, la primera leche que toma el bebé (el calostro) destacaría por ser muy rica en leucocitos y en factores de desarrollo, así como en componentes inmunológicos que se encargan de ofrecer la máxima protección al recién nacido.
Desde el quinto día y hasta las dos primeras semanas de vida del bebé, aproximadamente, se produce la denominada "leche de transición" que tiene una función más nutritiva, ya que aporta un mayor contenido de grasa, lactosa y vitaminas hidrosolubles que el calostro y, por lo tanto, suministra más calorías al recién nacido.
Desde las dos semanas y hasta el primer mes de vida, la leche es considerada madura y estable en cuanto a su composición. Ella sola le aporta al niño todas las sustancias nutritivas y las calorías que éste requiere para su normal desarrollo y crecimiento durante los primeros seis meses de vida, y se recomienda ofrecerla hasta los dos años de edad o más junto a la alimentación complementaria.
Fotos iStock, Pixabay
Vía Medela
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