La mastitis es una enfermedad que afecta con bastante frecuencia a las madres lactantes; en algunos estudios se calcula que hasta un tercio de las madres que dan el pecho sufren en algún momento una mastitis.
Cuando esto ocurre, muchas deciden abandonar la lactancia. Sin embargo, ¿está contraindicado dejar de dar el pecho si se sufre una mastitis? ¿Cómo podemos mantener la lactancia materna en estos casos?
¿Qué es una mastitis y qué tipos hay?
La Academia de la Medicina de la Lactancia Materna (Breastfeeding Medicine Academy) ha actualizado recientemente su protocolo de mastitis y en él habla de un amplio espectro de situaciones que engloban bajo este término y son debidas a la inflamación de los conductos y el edema circundante.
Así pues, una mastitis es una inflamación de la glándula mamaria. Puede haber sólo inflamación, y hablaremos de mastitis inflamatoria. Esta inflamación puede progresar y aparecer infección bacteriana; hablaremos entonces de mastitis bacteriana. La mastitis bacteriana aguda puede evolucionar, si no se trata bien, a un absceso, un acúmulo de pus en la mama.
Otro tipo de mastitis son las mastitis subagudas, que se deben a una disbiosis, un desequilibrio en las bacterias que se encuentran de manera habitual y sin causar enfermedad en la leche y glándula mamaria.
Por último, también existen mastitis recurrentes, en las que los síntomas de mastitis aparecen cada 2 o 4 semanas incluso con mayor frecuencia.
¿Cuáles son los síntomas de mastitis?
En las mastitis agudas se suele afectar un segmento o cuadrante inicialmente. Aparecerá una zona del pecho rojo y caliente, indurada (que se ha vuelto dura) y dolorosa. También aparecen síntomas sistémicos: escalofríos, fiebre o taquicardia, incluso aunque no haya infección.
En las mastitis subagudas, en cambio, no suelen existir síntomas sistémicos y los síntomas en el pecho son más leves que en el caso de las mastitis agudas bacterianas o inflamatorias. Las madres refieren notar pinchazos en el pecho, como “agujas dentro”, sensación de quemazón y zonas del pecho más induradas.
En los abscesos, los síntomas generales pueden haber desaparecido (no siempre hay fiebre) y se palpará un bulto bien definido, duro y doloroso que no se modifica con las tomas.
¿En qué se diferencia de una ingurgitación?
La ingurgitación mamaria aparece como consecuencia de la subida de la leche, entre el tercer y quinto día postparto (aunque en algunos casos puede retrasarse hasta el 9º o 10º). Hay acúmulo excesivo de líquido (edema). La afectación es de los dos pechos a la vez, bilateral. Ambos pechos se ponen rojos, duros y duelen. El bebé puede tener dificultad para engancharse y extraer la leche. La ingurgitación es patológica, mientras que la llamada “subida de la leche” (“bajada de la leche” en otros países) es fisiológica, es decir, normal.
Si la ingurgitación no se trata adecuadamente puede evolucionar a mastitis o flemón.
¿Puedo continuar con la lactancia materna?
Por supuesto, no sólo se puede continuar, sino que se debe. Dar de mamar mientras se sufre una mastitis no supone ningún riesgo para el bebé.
La mastitis bacteriana no se contagia, por lo que el bebé puede seguir mamando sin problema. Los antibióticos empleados para tratar la mastitis bacteriana son generalmente compatibles con la lactancia materna, y sino debe buscarse una alternativa segura. Puede comprobarse su compatibilidad en la web www.e-lactancia.org).
La leche materna del pecho afectado puede cambiar ligeramente su composición, aumentando el contenido en sodio y cloro y disminuyendo la lactosa y el potasio, lo que puede dar un sabor más salado a la leche y esto podría hacer que algunos bebés la rechacen. En ningún caso este cambio de composición afecta al bebé negativamente.
La lactancia materna debe mantenerse si la madre sufre una mastitis. La mastitis no es contagiosa y la leche del pecho afectado es perfectamente segura para el bebé. Los antibióticos empleados para tratar las mastitis bacterianas suelen ser compatibles con la lactancia materna.
Uno de los principales desencantes de la mastitis parece ser la estasis (estancamiento) de la leche por lo que es fundamental que el bebé siga mamando. La Academia Americana de Lactancia Materna recomienda que se mantengan las tomas a demanda y que se evite el sobrealimentar o extraer hasta que se vacíe el pecho, pues perpetuaría el ciclo de la sobreproducción de leche.
Tan sólo en algunos casos muy concretos, de gran edema e inflamación retroareolar en los que el lactante no pueda extraer la leche ni tampoco se logre con extracción manual, puede ser conveniente amamantar sólo del pecho sano durante el proceso agudo y retomar la lactancia tan pronto como sea posible. El hielo y el drenaje linfático ayudarían en este caso.
¿Cómo se trata la mastitis?
Como hemos dicho previamente, la mastitis es una inflamación, que no siempre va acompañada de infección bacteriana por lo que no siempre se necesitan antibióticos para su tratamiento. Es importante que el tratamiento sea precoz y adecuado, para evitar la progresión a mastitis infecciosa o, desde esta, a otras complicaciones como absceso o mastitis recurrente.
Medidas generales
Mantener la lactancia materna es fundamental. El bebé debe mamar frecuentemente y a demanda, es decir, siempre que lo reclame y hasta que se sacie (lo sabremos porque se suelta o se queda dormido). La Academia de la Lactancia Materna enfatiza, en su último protocolo, la importancia de no sobrealimentar del pecho afectado o extraerse hasta que se vacíe, pues puede conducir a una hiperproducción de leche materna y empeorar la inflamación y el edema. Colocar al lactante con la barbilla en la zona indurada puede ayudar, pero la Academia de La lactancia Materna desaconseja posiciones poco seguras como la posición de la loba.
Debemos evitar los masajes del pecho, tanto manuales como con dispositivos eléctricos. Es cierto que pueden aliviar el dolor, pero un masaje profundo y enérgico también puede incrementar la inflamación y el edema, e incluso dañar pequeños vasos sanguíneos, por lo que se desaconseja recomendarlo de rutina.
En cuanto al tratamiento médico, los antiinflamatorios no esteroideos (como ibuprofeno) y el frío local, ayudan a disminuir la inflamación y el dolor. El paracetamol también disminuye el dolor. Aunque el calor pueda producir alivio a algunas pacientes, produce vasodilatación y podría empeorar los síntomas; las duchas calientes no parecen mejorar las mastitis.
Los ultrasonidos terapéuticos usados por profesionales entrenados pueden mejorar los síntomas en algunos casos.
Tratamiento específico
Los antibióticos se usarán sólo en los casos de mastitis bacterianas y se elegirán aquellos compatibles con la lactancia materna (la mayoría de los antibióticos lo son). Si la evolución no es buena, podría hacerse un cultivo de leche materna para identificar exactamente qué bacteria es la causante de la mastitis y elegir el antibiótico más idóneo para esa en concreto. El cultivo de leche materna es especialmente útil también en los casos de mastitis recurrentes.
Algunos estudios han demostrado la utilidad de los probióticos, en concreto los que contienen Lactobacillus fermentum o Lactbacilus salivarus, en el tratamiento de las mastitis, especialmente las subagudas, aunque aún son necesarios más estudios para tener una mayor evidencia científica.
¿Puedo prevenir la aparición de una mastitis?
Son muchos los factores que pueden contribuir a la aparición de una mastitis. La estasis o retención de la leche parece ser uno de los principales desencadenantes. Un mal enganche, una técnica inadecuada de lactancia (por ejemplo, horarios rígidos y no a demanda), una hiperproducción de leche materna, alteraciones en la microbiota de la leche, o el uso de antibióticos y probióticos son otros factores que influyen.
En cuanto a las mastitis subagudas, muchas madres que las sufren refieren haber tenido una mastitis aguda bacteriana previa, un parto por cesárea, usar pezoneras y/o extraerse exclusivamente (sin poner al bebé al pecho, por ejemplo, en el caso de bebés prematuros que no pueden aún mamar directamente).
Se han estudiado diferentes tratamientos y no hay conclusiones claras acerca de que prevengan la mastitis. Lo recomendable es dar de mamar frecuentemente y a demanda, asegurando un buen enganche y una buena transferencia de leche; evitar el uso de sacaleches y pezoneras si no es imprescindible y manejar adecuadamente la ingurgitación en el caso de que se produzca.
¿Cuándo consulto?
Con la subida de la leche el pecho se nota más lleno y duro y puede resultar molesto. Incluso podemos tener sudores y sofocos, que pueden confundirse con fiebre, por las hormonas del postparto. Esto se prolonga y se magnifica en el caso de una ingurgitación, en la que ambos pechos se ponen muy duros, enrojecidos, hinchados y edematosos. En este caso, tenemos que tomar medidas para evitar que progrese a otras situaciones como mastitis bacteriana.
Tampoco es raro que después de un largo periodo de sueño notemos el pecho enrojecido e incluso doloroso; esto podría deberse a la distensión de los alveolos e inflamación, más que a una infección.
Si notamos una zona del pecho enrojecida e indurada y tenemos síntomas generales (fiebre, escalofríos... ) que persisten 24 horas a pesar de medidas conservadoras (antinflamatorios, frío, lactancia a demanda) debemos consultar con un profesional sanitario.
Si no hay fiebre, pero la zona persiste indurada, dolorosa y enrojecida a pesar de las medidas generales, también debemos consultar, al igual que si notamos síntomas compatibles con mastitis subaguda (quemazón, pinchazos en el pecho) que no mejoran.
Si palpamos un bulto bien definido, duro y doloroso, aún en ausencia de fiebre, debemos consultar.
Ante cualquiera de estos problemas, la madre debe consultar con un profesional sanitario que pueda hacer un diagnóstico adecuado y aplicar un tratamiento.