"Que el alimento sea tu medicina", reza una de las frases más conocidas de Hipócrates. Lo cierto es que adoptando los hábitos correctos, es mucho lo que podemos hacer en nuestra alimentación diaria para que nuestro organismo funcione de manera óptima y gozar de una muy buena salud.
En mi caso, hace años empecé a consumir cereales integrales en todas sus versiones, pero hay uno en particular que se ha convertido en un básico de mi dieta: hablo de la avena, un alimento muy versátil por la cantidad de preparaciones que admite y la cantidad de beneficios que ofrece a nivel metabólico.
La avena, el cereal que lo tiene todo
La avena es un cereal muy rico en fibra y proteínas, dos componentes que ayudan a mantener el metabolismo activo. Contiene menos hidratos de carbono que otros cereales, especialmente cuando se trata de su versión integral en copos, y tiene muy poca grasa.
Pose fibra tanto insoluble como soluble (betaglucanos), que al contacto con el agua aumenta su tamaño y por consiguiente, ofrece un efecto saciante muy efectivo. Por eso es un alimento ampliamente recomendado por los nutricionistas en dietas para reducir peso.
Esta característica, combinada con las propiedades tranquilizadoras que ofrece la avenina, un alcaloide que posee la avena, lo convierten en un alimento perfecto para reducir las ganas de comer de forma compulsiva. Eso lo noto especialmente cuando lo consumo durante el desayuno, ya que me siento muy saciada, con mucha energía y llego a la hora de la comida sin ganas de arrasar.
Según numerosos estudios, también ayuda a reducir el colesterol porque actúa como una "escoba": el colesterol malo se adhiere a la fibra y esta se elimina de forma natural, impidiendo que se acumule en las arterias.
Es importante tener en cuenta que existe avena con gluten y sin gluten apta para celíacos, aunque la diferencia radica en que esta última se cultiva, cosecha y procesa de forma que no tenga contacto con otros granos.
Cómo consumir avena
La avena es un cereal que podemos consumir tanto en crudo como cocido, siempre teniendo en cuenta que posteriormente es fundamental beber mucha agua porque es un alimento muy rico en fibra y puede ocasionar estreñimiento.
En crudo se puede tomar con fruta fresca troceada, con yogur, con kéfir, añadirlo a ensaladas, al muesli casero o preparar pudding, añadiendo leche (de vaca, de cabra o vegetal), y dejando reposar en la nevera durante toda la noche.
También hay numerosas recetas que lo incorporan como ingrediente principal: bizcocho de avena (mis hijas lo devoran y es una opción estupenda para el desayuno y la merienda), en gachas, también conocido como porridge, en batido (basta con añadir leche fría a las gachas y batirlo), en tortitas, galletas, barritas energéticas y como espesante en los purés de verduras.
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