"La primera impresión es la que importa". ¿De verdad...? En la vida cotidiana, nos encontramos con numerosas situaciones donde debemos tomar decisiones rápidas, y una de las herramientas que solemos usar es nuestra intuición.
La intuición es esa sensación visceral que nos guía sin necesidad de un razonamiento consciente, y que se nutre de nuestras experiencias pasadas. Por lo tanto, la intuición puede ser muy acertada, pero no es infalible, y a veces nos falla, especialmente al conocer a alguien, durante esa 'primera impresión'.
Así, aunque la intuición es muy valiosa, y en gran cantidad de ocasiones nos protegerá y orientará, también es necesario saber que hay algunas razones por las que a veces la intuición se equivoca, porque aparecen otros sesgos que nos pueden condicionar y llevar a error. Y es que los mecanismos de la mente muchas veces operan a nivel inconsciente (y aún siguen siendo desconocidos y misteriosos). ¿Cuáles son estos errores?
1) Los sesgos y prejuicios inconscientes nos pueden llevar a error
Nuestra mente está constantemente influenciada por sesgos y prejuicios inconscientes que pueden distorsionar nuestra percepción de las personas que conocemos. Estos prejuicios pueden basarse en la raza, género, edad, clase social o cualquier otra característica personal.
Por ejemplo, podríamos sentirnos más inclinados a confiar en alguien que se parece a nosotros o que comparte nuestros intereses, incluso si eso no garantiza que sea una persona digna de confianza. Por eso es importante reconocer y cuestionar estos sesgos, para evitar juzgar injustamente a los demás.
- Ejemplo: Conoces a alguien en una reunión de amigos y, de inmediato, te sientes incómodo con esa persona debido a su apariencia o acento extranjero. Sin embargo, al conversar más tarde, descubres que tenéis mucho en común y compartís valores similares. Al confiar en tu intuición inicial, podrías haberte perdido la oportunidad de conocer mejor a esta persona.
2) El Efecto Halo: cuando una característica influye en todo lo demás
El efecto halo es un fenómeno psicológico en el que nuestra percepción de una persona se ve influenciada por una característica particularmente destacada, ya sea positiva o negativa.
Por ejemplo, si alguien es extremadamente atractivo, podríamos tender a sobrevalorar sus otras cualidades, asumiendo erróneamente que es más inteligente o amable de lo que realmente es. De la misma forma, si alguien comete un error en nuestra primera interacción, podríamos subestimar todas sus cualidades positivas.
- Ejemplo: Conoces a alguien en una entrevista de trabajo (un candidato) y notas que tiene un aspecto impecable y una gran sonrisa. Inmediatamente, te sientes impresionado y asumes que es altamente competente en su trabajo. Sin embargo, más tarde descubres que su experiencia es limitada y su habilidad para el trabajo en realidad no coincide con tus expectativas iniciales.
3) En la primera impresión, la información es incompleta
Cuando conocemos a alguien por primera vez, solo tenemos acceso a una pequeña fracción de quién es realmente. Nuestra primera impresión se basa en información limitada y superficial, lo que puede llevarnos a sacar conclusiones precipitadas y poco precisas sobre su carácter y personalidad. Es importante recordar que las personas son complejas y multidimensionales, y que necesitamos tiempo y experiencia para comprender completamente quiénes (y cómo) son.
- Ejemplo: Te presentan a alguien en una fiesta y, después de una breve conversación, llegas a la conclusión de que esa persona es aburrida y poco interesante. Sin embargo, más tarde descubres que tiene hobbies fascinantes y experiencias de vida increíbles que simplemente no tuvo la oportunidad de compartir contigo en ese momento.
4) Nuestro estado emocional y las circunstancias son momentáneas, y también influyen
Por otro lado, nuestro estado emocional y las circunstancias del momento pueden influir enormemente en cómo percibimos a los demás. Si por ejemplo estamos estresados, ansiosos o de mal humor, es más probable que interpretemos mal las señales sociales y malinterpretemos las intenciones de los demás.
Además, la forma en que una persona se presenta en un momento dado puede no ser representativa de quién es realmente, ya que todos tenemos buenos y malos días.
- Ejemplo: Te encuentras con alguien en una situación estresante y, debido a tu propio estado emocional tenso, interpretas mal su tono de voz y su lenguaje corporal, viviéndolos como hostiles o arrogantes. Sin embargo, más tarde te das cuenta de que estabas simplemente preocupado por un problema personal y que el otro no tenía la intención de ser grosero.
5) Las personas evolucionan constantemente
Finalmente, no olvidemos que las personas están en constante evolución y cambio, y que la primera impresión que tenemos de alguien puede no reflejar realmente quién será en el futuro.
Al juzgar a alguien en función de una sola interacción, corremos el riesgo de encasillarlo en una imagen estática que no se ajusta a su imagen, crecimiento personal y desarrollo reales, a lo largo del tiempo. Debido a ello, es importante estar abiertos a la posibilidad de que las personas puedan sorprendernos y cambiar para mejor.
- Ejemplo: Conoces a alguien en una conferencia y te parece poco interesante y poco comprometido con su trabajo. Sin embargo, meses después, te reencuentras con esa persona y descubres que ha hecho un cambio profundo en su vida personal que le ha llevado a mejorar notablemente en su trabajo y a implicarse más.
Foto | Portada (Película The Perfect Date, 2019)