Me ha bastado con seguir estos cuatro mandamientos principales de la Slow Life para reducir el estrés y mejorar mi salud mental

Slow life; vivir lento en un mundo acelerado, una forma de disfrutar más de la vida y alejar el estrés. Esto es lo que predica el movimiento slow, que se originó a finales de los 80 en Italia, como respuesta a la invasión de la comida rápida o comida basura en dicho país.

Lo que ocurrió es que Carlo Petrini, sociólogo, se rebeló ante la apertura de un McDonald's en Roma, y así fundó el movimiento slow food ("comida lenta"), que propone una vuelta a los valores tradicionales de la gastronomía.

Pero la slow life va más allá de la gastronomía, y al conjunto de todas estas prácticas slow es a lo que hoy en día llamamos slow life. Fue el periodista y escritor canadiense Carl Honoré, autor del libro Elogio de la lentitud, quien acuñó dicho término. Te cuento cómo logré implementar esta filosofía de vida en mi día a día y mejorar así mi salud mental a través de cuatro hábitos.

1) Bajo el ritmo y disfruto del momento presente

El primer mandamiento que aplico de la Slow Life es desacelerar y disfrutar del momento presente. En un mundo donde la prisa y la urgencia son la norma, aprender a detenerme, respirar y apreciar el momento presente ha sido clave.

Y es que me di cuenta de que constantemente vivía en el futuro, preocupándome por lo que vendría después (lo que me generaba ansiedad), en lugar de saborear el aquí y ahora. Así, empecé a adoptar prácticas como la meditación, el mindfulness y simplemente prestar atención a mis sentidos, lo que me ha ayudado a encontrar la magia y el valor en los pequeños detalles de la vida diaria.

  • Ejemplo: En lugar de ir a toda prisa por la mañana, ahora me tomo unos minutos extra para saborear mi café matutino, observar el sol que se filtra por la ventana y escuchar los sonidos suaves de la naturaleza que me rodea. Este simple acto de estar presente me ayuda a empezar el día con un ritmo lento.

2) Dedico tiempo a lo que importa

El segundo mandamiento de la Slow Life que practico es priorizar mi bienestar y simplificar mi vida. A menudo nos encontramos atrapados en un ciclo interminable de actividades y responsabilidades, dejando poco espacio para cuidar de nosotros mismos.

Por eso empecé a dar prioridad a mi salud física, emocional y espiritual, para darme cuenta de que puedo vivir de manera más plena y auténtica. Esto implica decir no a las cosas que no me aportan alegría o significado, y simplificar mi vida eliminando el exceso de distracciones y compromisos innecesarios.

  • Ejemplo: He reducido mi agenda, eliminando actividades que consumen demasiado tiempo y energía sin aportar un valor real a mi vida. En lugar de llenar mi día con tareas innecesarias o poco valiosas, reservo tiempo para el autocuidado, como hacer ejercicio, leer un buen libro o simplemente descansar. Esta simplificación ha aliviado la presión sobre mí misma y me ha permitido disfrutar más plenamente de cada día.

3) Creo vínculos reales que me aportan

Otro mandamiento para vivir lento es cultivar la conexión y las relaciones valiosas y reales. En un mundo cada vez más digitalizado, es fácil sentirse desconectado de los demás y de uno mismo, y, en definitiva, muy solos.

Por ello empecé a invertir tiempo y energía en crear relaciones valiosas con amigos, familiares y seres queridos, y desde entonces, experimento un sentido más profundo de pertenencia y apoyo.

4) Conecto con la naturaleza y simplifico mi vida

El cuarto mandamiento de la Slow Life que aplico es abrazar la naturaleza y la simplicidad. La naturaleza tiene un poder curativo innegable, y al pasar tiempo al aire libre y conectar con el mundo natural, encuentro una sensación de paz y tranquilidad que no puedo encontrar en ningún otro sitio.

Además, al simplificar mi estilo de vida y reducir mi apego a las cosas materiales, comprando menos, reutilizando más y teniendo menos cosas en casa, disfruto de una mayor sensación de libertad y ligereza.

  • Ejemplo: Dedico tiempo para estar al aire libre, ya sea dando paseos por el bosque, disfrutando de un picnic en el parque o simplemente sintiendo la brisa en mi cara mientras observo las estrellas por la noche. Estas experiencias sencillas pero gratificantes me recuerdan la belleza de la naturaleza, y me conectan con un sentido más profundo de propósito y serenidad. Realmente siento que conectar con la naturaleza me ayuda a vivir más el presente.

Foto | Portada (Freepik)

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