Cuando nos convertimos en madre por primera vez nos encanta pasarnos las horas mirando los gestos pausados de nuestro bebé, notando su respirar tranquilo sobre nuestro pecho y con la extraña sensación de que el tiempo se ha detenido.
"¡Disfrútalo mucho, que crecen muy rápido!", te aconseja la gente. Pero realmente cuesta imaginar que, más pronto que tarde, nuestro pequeño bebé se vaya a convertir en un niñito independiente y autónomo.
Así que decides registrar en un diario todos los avances de tu bebé; al principio son pocos y pasan lentos, pero rápidamente empiezas a plasmar un hito tras otro, hasta que llegan sus primeras palabras inteligibles. ¡Qué momento más emocionante y emotivo!
Si estás ahora mismo viviendo esta fase con tu bebé, mi consejo de madre es que anotes todas las palabras que vaya pronunciando. Verás lo rápido que crece su vocabulario, lo asombroso que resulta ser testigo de este proceso y el bonito recuerdo que os quedará dentro de unos años.
Las primeras palabras del bebé: regístralas en un diario
El primer "pa-pa-pa" o "ma-ma-ma" suele llegar entre los ocho y los nueve meses. Aunque es cierto que a los padres nos hace muchísima ilusión escucharlo -porque enseguida pensamos que nuestro bebé nos está llamando-, lo cierto es que suelen ser palabras inespecíficas, es decir, cuando las pronuncia, el bebé no sabe que nos está llamando.
Las primeras palabras intencionadas suelen aparecer a partir de los 12 meses: el bebé ha aprendido que los sonidos tienen significado y comienza a usarlos para comunicarse, aunque lógicamente, y salvo alguna palabra inteligible, su jerga es indescifrable debido a su inmadurez.
Las primeras palabras de un bebe suelen referirse a objetos o personas que señala con el dedo o la mirada para referirse a él. Estas palabras suelen ser monosílabos reduplicados ("mamá", "papá", "tata"...) y palabras onomatopéyicas, es decir, designan los objetos por el ruido que hacen (guauguau = “perro”).
Los primeros fonemas consonánticos que los bebés aprenden a pronunciar (/m/, /p/, /b/, /t/, /d/, /l/, /n/), combinados con las vocales, son los que nos dan las primeras palabras.
A partir del primer año, la capacidad de comprensión y expresión del bebé irá en aumento, entrando en una nueva etapa del lenguaje conocida como 'periodo holofrástico', en la que el niño construye frases utilizando una sola palabra (por ejemplo, "agua", en lugar de "dame agua").
Hasta la completa adquisición del lenguaje, el bebé irá dejándonos vocablos realmente divertidos. Algunos (pocos) se quedarán grabados en nuestra memoria para siempre, y con el paso de los años los recordaremos de un modo anecdótico en las conversaciones familiares.
Pero la mayoría de esas primeras palabras caerán en el olvido. Por eso, entre los muchos recuerdos que guardemos de nuestro bebé, aconsejo crear un diario de palabras e irlas registrando de forma periódica.
A tus hijos les encantará leerlo cuando crezcan (y a ti más)
Cada uno de mis tres hijos tiene una caja grande donde he ido guardando todos sus recuerdos desde el nacimiento: periódico del día en que nacieron, mechón de pelo, pinza del cordón, la pulsera del hospital, su trajecito de primera puesta, sus dientes de leche, sus dibujos...
Pero además de estos recuerdos materiales, también tienen un diario (que comencé a escribir en los embarazos) donde he ido plasmando todos los hitos de su desarrollo, con especial mención al desarrollo del lenguaje.
Revisando el diario, veo que mi hija mediana aprendió a decir "papá", "mamá" y "tata" (para referirse a su tía) con 11 meses. A su hermano lo llamaba "nano" y una de las palabras que repetía con frecuencia era "cocó", para referirse a un caballito de trapo que se había convertido en su objeto de apego.
El desarrollo del lenguaje de mi hijo mayor fue muy precoz, y contaba con un vocabulario bastante extenso desde muy pequeño, incluyendo palabras poco comunes como "popó-momó", para referirse al hipopótamo, "tauru" (dinosaurio) o "mota" (marmota).
También hacía distinciones curiosas, como los "run-run" para referirse a los coches, y los "queen" para nombrar únicamente a los coches de carreras (nomenclatura que aprendió de la película Cars, de la que fue un auténtico fan durante dos años); o los "guau" para nombrar a los perros, y los "cata" para referirse solamente a los perros de raza Pastor Alemán (Cata era el nombre que tenía nuestra perra de esta raza).
En cuanto a mi hijo pequeño, curiosamente, y a pesar de contar con dos maestros del lenguaje de los que aprender, fue el más tardío en comenzar a hablar. Una de las cosas que más gracia nos hacía era que utilizaba la palabra "ca-cá" para referirse a varias cosas totalmente distintas, así que tocaba averiguar qué quería decirnos según el contexto.
Cuando enseño los diarios a mis hijos se tronchan de la risa. Les encanta escuchar anécdotas de cuándo eran más pequeños y sobre todo leer las palabras que decían cuando eran bebés, como si quisieran imitar aquellos momentos.
Han pasado ya unos cuantos años, pero cuando abro sus cajas de recuerdos y retrocedo en el tiempo, siento una mezcla de sentimientos que solo los padres entendemos. Por un lado, siento una inmensa alegría de verlos crecer tan sanos y felices, pero por otro anhelo los divertidos momentos que me regalaba su "lengua de trapo" y sigo sin creerme que el tiempo haya pasado tan deprisa.
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