Carta a mi hermana pequeña: "Gracias por haber nacido y estar siempre a mi lado"

Solo tengo una hermana. Y además, más pequeña que yo. Dos circunstancias que han podido influir en que te quiera tanto (o no). Y eso que no siempre fue así: reconozco que sentí celos de ti cuando éramos dos mocosas, y quizás alguna vez pasó por mi cabeza la idea de "¿por qué tuvo que nacer con lo bien que estaba sola con todos los mimos para mí?".

Y ahora que ya somos mayores y tenemos nuestras propias familias no puedo dejar de agradecer a nuestros padres que hubieras nacido, porque mi vida sin ti, mi hermana pequeña, no hubiera sido ni parecida.

Así que hoy, 'Día Mundial del Hermano' he decidido hacer un ejercicio de memoria de cuando éramos niñas y rendirte mi pequeño homenaje.

Además, creo que otras hermanas y madres podrán sentirse identificados con nuestra historia o ver a sus hijos reflejados en ella. Porque nuestra relación se repite de nuevo con nuestros niños: ¡Es tan gratificante observar lo mucho que se quieren! Y eso que, como nosotras, tampoco se parecen en nada.

Querida Beatriz: "fuiste una hermana muy deseada"

Sinceramente, me cuesta recordar cómo era mi vida antes de que nacieras, esos seis años que pasé siendo la única hija y la única nieta. Y, la verdad, no me importa.

Eres el regalo más extraordinario que pudieron hacerme nuestros padres. Eres ese otro yo, completamente diferente a mí y que, de alguna manera, explica que yo sea quien soy.

Tengo la familia que he construido, y tú tienes la tuya, pero seguimos siendo nosotras, hermanas, aunque vivamos a 500 kilómetros de distancia y no hablemos todos los días. Estamos ahí para lo importante y, lo sabemos, sin lugar a dudas.

Aunque no siempre fue así. Recuerdo lo contenta que me puse cuando papá y mamá me comentaron que iba a tener un hermanito. Sí, no supimos que ibas a ser niña hasta casi el final, porque la forma de la barriga apuntaba a un niño y como ya estaba yo en el mundo, pues la parejita sería perfecta.

Pero aún fuí más feliz cuando tras la última ecografía (y supongo que la única, porque antes no eran frecuentes) me confirmaron que iba a ser una niña: ¡Genial, una amiga con quien jugar!

Y enseguida empezamos a barajar nombres. Te quería tanto, incluso antes de conocerte, que aposté porque te pusieran Belén, el nombre de la niña más guapa de mi clase y a la que más admiraba. No lo logré, pero al menos sí conseguí que fuera un nombre corto y que empezara por B y que muchas veces me has agradecido.

El día que naciste, papá fue a recogerme al colegio al mediodía y fuimos caminando hasta el hospital. Al entrar en la habitación, mamá te tenía en brazos y parecía muy cansada. Me pidió que me acercara, te miré por primera vez y, en ese momento comprendí que mi vida había cambiado para siempre: mamá te abrazaba a ti, no a mí, y ya iba a tener que compartirla contigo siempre.

Pero las cosas empeoraron aún más cuando te llevaron a casa: dormías en la misma habitación que nuestros padres mientras yo dormía sola en otra. Y, por si fuera poco, mis amigos venían a verte a ti, no a jugar conmigo.

Aún así, me acostumbré a tener una especie de muñeco de carne y hueso en casa, a quien si le hacías 'monerías' se reía y hacía ruiditos. Supongo que llegué a acostumbrarme a ti, porque aunque no lo recuerdo, las fotos me enseñan a una hermana mayor ayudando a un bebé a andar, tapándole con una mantita porque se había quedado dormido, jugando con él, meciendo su cuna... Y ese bebé eres tú, así que supongo que te he querido siempre (y mucho).

Siempre cerca, aunque estemos lejos

Por supuesto acudiste al mismo colegio que yo y odiabas que los profesores se dirigiesen a ti como mi hermana (el sino de los pequeños) pero también te gustaba que mis amigas (era un colegio solo de niñas) jugaran contigo en los recreos o el orgullo de ir de la mano de tu hermana mayor (algo que me confesaste más tarde).

Lo que yo nunca te había dicho es que yo también me sentía especial por llevar de la mano a mi hermana pequeña, para mí la más guapa, la más inteligente, la más cariñosa... Y eso que me enfadaba cada vez que cogías mis muñecas y las pintarrajeabas o rompías sus vestidos al intentar ponérselos o quitárselos. Después descubrí que simplemente querías jugar conmigo, ser como yo, pero entonces.... ¡Te hubiera desmelenado, como decía mamá!

Tampoco me hacía mucha ilusión que nos vistieran a juego, con los mismos vestiditos 'hechos a mano por mamá' porque yo era mayor y quería ir con las mismas prendas que mis compañeras de clase.

También recuerdo con cariño cómo jugábamos por las noches en nuestra habitación, persiguiéndonos por nuestras camas (colocadas una junto a la otra) cuando nos apagaban la luz. Además, no he olvidado lo que sufrí cuando te operaron de las anginas o cuando pasaste el sarampión y llorabas porque te picaban mucho las ronchas y yo no podía ayudarte.

Y los años fueron pasando. Conocí a tus amigas y tú a mi primer novio y me guardaste las espaldas delante de nuestros padres, para que no supieran que había quedado con él para ir a las fiestas del barrio. Procuré ayudarte con los deberes de clase, aunque siempre fuiste mucho más inteligente que yo y los hacías sola la mayoría de las veces.

Y antes de que nos diéramos cuenta te dejaba en Asturias para ir a estudiar la carrera a Madrid. A pesar de lo feliz que me sentía en mi nueva vida, echaba en falta hablar con mi hermana y me iba a casa casi todos los fines de semana.

Creo que fue ahí, con 17 años, cuando comenzó mi nueva relación contigo, cuando fui consciente de que eras mi hermana pequeña y que quería cuidarte siempre y que tú querías que te protegiera.

Aún en la distancia seguí ayudándote con las redacciones (tu único punto flaco), incluso por teléfono, me tragué conciertos para adolescentes en Madrid, te ayudé a colocar tu primer tampón, a convencer a papá y a mamá para que te dejaran ir a estudiar francés en el verano...

Y después, a elegir facultad, a hacer las mudanzas, te abrazaba cuando sufrías penas de amor y te escuchaba cuando no sabías si elegir o no un trabajo.

Salté de alegría cuando supe que me ibas a hacer tía (tanto la primera como la segunda vez) y mis sobrinas son casi como mis hijas y ellas lo saben. ¡Nos queremos un montón!

Mi persona de confianza

Sé que he sido y sigo siendo importante para ti. Me lo has dicho en más de una ocasión y porque en los momentos difíciles y alegres siempre has contado conmigo. Y eso a pesar de ser como la cara y la cruz de una misma moneda o quizás, precisamente por eso.

Pero tú también has sabido (y sabes) ejercer tu papel de hermana a la perfección. No solo has sido mi mejor compañera de juegos (aunque me hayas destrozado mis juguetes, que yo siempre he mantenido impecables), también fuiste mi carabina perfecta en mi adolescencia, mi apoyo durante el divorcio de nuestros padres (siempre has sido más fuerte), has cuidado de mi hijos como si fueran tuyos y les has colmado de cariño y lo sigues haciendo.

Gracias por esforzarte para pasar en familia vacaciones de verano y vacaciones, y gracias también por haber sido mi apoyo y mi compañera de viaje, cuando murió mi marido y el padre de mis hijos, por confiar en mí cuando realmente lo necesitas, por dejar que disfrutara de mis sobrinas todo el verano mientras tú trabajabas. De hecho, me he despedido de vosotras hace solo tres días y ya os extraño.

Un ejemplo para mis hijos

¿Cuántas veces hemos hablado de lo mucho que se quieren nuestros hijos? Son más que primos, quizás porque se están criando juntos y ya se sabe que "el roce hace el cariño".

O quizás también porque son buenas personas, porque están creciendo con el ejemplo de unas madres que se quieren y apoyan entre ellas y hacen todo lo posible para que los primos también crezcan como hermanos.

Sé que mi hija sintió celos de su hermano cuando nació y dejó de ser hija única (¡qué niño no pasaría por ellos!). Se han peleado, acusado, chillado y sigo escuchando de vez en cuando dos de las frases que más me chirrían: "Mamá, no le aguanto", "Mamá, mira lo que me está haciendo tu hija (tu hijo)".

Pero también me deshago cuando les veo abrazarse y comerse a besos, contarse sus cosas, hacerse cosquillas jugueteando, hablar de sus libros favoritos, regañarse con cariño para que estudie más, presumir de hermana mayor ante sus amigos, recordar a su padre con amor... Y sé que cuando crezcan se tendrán siempre el uno al otro, igual que nosotras nos tenemos, aunque sean tan diferentes en la forma de ser. Pero no hay nada ni nadie perfecto, aunque todo es más fácil con un hermano al lado.

¿Te imaginas tu vida sin mi? Yo soy incapaz de pensar ni un minuto en una historia que no te tenga de protagonista. Gracias Beatriz por haber nacido para completar mi vida. ¡Feliz Día Mundial del Hermano!

Fotos | iStock

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