Donde tú ves un desastre, tu hijo ve una capacidad o habilidad nueva
Tener hijos es una experiencia que si bien viene acompañada de muchos momentos maravillosos, también nos presenta nuevos retos y desafíos que nos van enseñando a ser padres. Una de las partes que en ocasiones nos cuesta comprender siendo adultos, es cómo funciona el cerebro de nuestros hijos.
Un ejemplo de esto, es al momento en el que nuestros hijos hacen algo que para nosotros no tiene mucha lógica, como algunos experimentos u ocurrencias que tienen. Sin embargo, debemos tratar de ver las cosas desde su punto de vista y tener esto presente: ellos no lo hacen para molestarnos, pues en ocasiones, donde tú ves un desastre, tu hijo ve una capacidad o habilidad nueva.
Cuando tu hijo crece y comienza a querer hacer todo por sí mismo
A todos nos pasa: eventualmente, llega el día en el que nuestros hijos quiere comenzar a hacer las cosas sin nuestra ayuda. ¡Es una gran noticia! Significa que esos ojitos han estado atentos a lo que hemos estado haciendo, y su mente ya desea comenzar a tener iniciativa y hacer las cosas por él mismo.
Sin embargo, al principio es posible que no lo veamos así, pues como lo he dicho al inicio, nuestra mentalidad de adultos muchas veces nos impide comprender cómo funciona su cerebro. Para ello, comparto un ejemplo que recientemente me sucedió con mi hija.
Lucía tiene cinco años y aunque desde pequeña le he dado la opción de elegir la ropa que usará en el día, siempre le he ayudado en algún punto del proceso, ya sea sacándola de los cajones o poniéndole algunas prendas. Desde hace un tiempo, ella decidió tomar la iniciativa y un día comenzó a hacerlo todo sola.
Naturalmente, al ser solo una niña, las primeras veces los resultados eran un poco desastrosos: la ropa quedaba desordenada o fuera de los cajones y se vestía con algunas prendas que -según mi mentalidad de adulta- no combinaban.
Recuerdo mucho un día en el que lo hizo todo sin consultarlo antes conmigo, para después aparecer frente a mí, orgullosa y diciéndome: "Mira mami, ¡me vestí yo solita y ya estoy lista!". Además de que llevaba puesto lo que parecía más un disfraz hecho con prendas elegidas al azar, la ropa que al final eligió no ponerse estaba fuera de su lugar.
Por un segundo pensé: "¡No, qué desastre!". Pero entonces volví a ver su sonrisa y su emoción, y entendí que ese "desastre" como yo lo veía inicialmente, era la prueba de que ella había decidido intentar hacer las cosas por ella misma y lo había logrado.
Tras ese suceso, no le di mayor importancia a esa clase de cosas, después de todo, ella solo estaba aprendiendo a vestirse solita y lo único que yo necesitaba hacer era explicarle cómo guardar y devolver a los cajones la ropa que no usaría.
Sin embargo, hace unos días leí una reflexión en Scary Mommy acerca de un crayón roto, que me hizo darme cuenta que tenemos que cambiar nuestra forma de ver las cosas en muchas de las acciones de nuestros hijos, pues aunque algunas pueden parecer una travesura, detrás de ellas se esconde algo maravilloso.
Donde tú ves un desastre, tu hijo ve una capacidad o habilidad nueva
Probablemente todos los padres estemos de acuerdo en esto: la vida con niños pequeños es un precioso caos en el que siempre habrá algo sucio o desordenado en casa. Desde ensuciar su ropa o los muebles, hasta ese arte abstracto que plasman en pisos y paredes con crayones, las travesuras de nuestros hijos están a la orden del día.
Algunas de ellas, nos vuelven un poco locos, pues no entendemos por qué las hacen e incluso hasta nos parece que lo hacen por molestar. Sin embargo, debemos pausar por un momento y cambiar nuestra mentalidad para tratar de ver las cosas desde los ojos de un niño: ¿no parecen acaso las paredes y los pisos un lienzo en blanco listo para ser decorado?
Para explicar mejor esto, me permito enlistar algunos ejemplos de las "travesuras" que puede hacer un niño pequeño en casa, y que esconden mucho más de lo que parecen:
- Donde tú ves que ha ensuciado su ropa con comida, está la habilidad para comer por sí solo.
- Donde tú ves los cajones de la ropa desordenada y fuera de su lugar, está su capacidad para elegirla y vestir sin ayuda.
- Donde tú ves pasta de dientes embarrada, está su iniciativa para lavarlos por él mismo.
- Donde tú ves su cabello mojado o con gel, está su capacidad para peinarse por él mismo.
- Donde tú ves un crayón partido por la mitad, está el descubrimiento de la fuerza que tiene.
- Donde tú ves leche o agua derramada en el piso, están sus intenciones de comenzar a servirla sin apoyo.
- Donde tú ves un desastre en la cocina, están sus intenciones de ayudar y aprender a cocinar.
- Donde tú ves un paquete de toallitas húmedas vacío, está su afán de ayudarte a limpiar los muebles.
- Donde tú ves un rostro o un brazo con trazos de rotulador, él ve su habilidad para sostenerlo y dibujar con él.
- Donde tú ves las paredes o el suelo con rayones de crayón, están sus experimentos por expresar su creatividad.
- Donde tú ves el papel de baño por el piso, tu hijo celebra que fue al baño sin ayuda.
- Donde tú ves la ropa revuelta en el suelo, están sus intenciones de ayudarte a separarla para lavarla.
Seguro hay mil ejemplos más acerca de esas acciones desastrosas que hacen nuestros hijos, pero con esto quiero mostrar que en ocasiones hay mucho más allá que una simple travesura, como apoyar con las tareas en casa o intentar hacer las cosas sin tu ayuda.
¿Entonces debemos permitirles que hagan todo solos y no decir nada?
La respuesta es más compleja que un sí o un no. De entrada, la respuesta sería definitivamente "no", pues no es bueno permitir que los niños hagan y deshagan a su voluntad. Pero lo que sí podemos hacer, es ser más relajados y menos cerrados en cuanto a este tipo de cosas y reconsiderar el nivel de exigencia que tenemos con nuestros hijos.
Debemos darles la libertad y el espacio para que comiencen a experimentar y a tratar de hacer las cosas por ellos mismos, si no, ¿cómo van a aprender a hacerlas? Claro, las primeras veces serán un desastre y nuestro primer impulso será el saltar a hacerlas por ellos o a corregirles.
Pero debemos contener esos comportamientos automáticos y tenemos que permitir que nuestros hijos se equivoquen. Tenemos que darles esa oportunidad de intentar hacer las cosas y entender que no las harán bien la primera vez. Y probablemente tampoco la segunda ni la tercera.
El mensaje de todo esto, es el siguiente: los niños no hacen las cosas para molestarnos. En muchas situaciones, ellos solo están tratando de ayudar, de ser autosuficientes o de continuar explorando una habilidad o capacidad nueva. Y tenemos que ser más relajados, especialmente acerca de nuestras expectativas y entender que apenas están conociendo sus capacidades y poniéndolas en práctica.
Desde luego, aunque debemos darles espacio, nuestro trabajo como padres es continuar guiándoles y por ello, cuando suceda alguno de los ejemplos que he citado, podemos reconocer su esfuerzo, pero también debemos mostrarles cómo hacer las cosas correctamente, así como explicarles que todo lo que hacen tiene consecuencias (como que su ropa puede quedar manchada permanentemente o que los zapatos puestos al revés pueden lastimarle los pies, por ejemplo).
Pero teniendo claro de antemano que esa clase de cosas no las hacen solo por traviesos o con la intención de hacernos enfadar, podremos ayudarles mejor en esta etapa experimental de su desarrollo, pues donde tú puedes ver un desastre, tu hijo ve una capacidad o habilidad nueva.