Llega la hora del baño del bebé y la casa está del revés. Hay que hacer mil cosas y tu pareja te ha dicho que él se encarga del momento bañera mientras tú haces la cena. Te suena bien, así que os ponéis manos a la obra... pero en un momento en el que vas al baño a ver cómo va todo, te encuentras con que ya le está sacando, pero notas alguna pelusilla asomando por el pliegue de su pequeño cuello. Refunfuñas silenciosamente y le dices, "deja que ya termino yo", mientras te acomodas para bañarle nuevamente. Si esta escena te suena familiar, puede que seas una de esas madres a las que les cuesta delegar, y que a largo plazo, se pueden ver superadas por la desigualdad en el reparto de tareas.
El reparto de tareas, ¿existe realmente?
Creo que este es uno de los puntos más complicados que preceden al "delegar". Antes las mujeres se quedaban en casa y los hombres se iban al trabajo, pero resulta que las cosas han cambiado y ahora las mujeres también trabajamos fuera. En un escenario ideal, las tareas de la casa y el cuidado de los niños se debería repartir 50/50, pero la realidad indica que no estamos ni cerca de esa cifra. Por eso es importante el punto de partida: es vital consensuar el reparto de tareas, de tal forma que ambas partes deben estar de acuerdo con ese acuerdo.
Para mi este punto es esencial, porque creo que tener que decirle a tu pareja todo lo que debe hacer es agotador (para ambos, obviamente). La idea de delegar es quitarnos parte de la "carga mental" que tenemos las madres, pero si solo quitamos la ejecución y no la planeación, no estamos haciendo la tarea al completo.
"Es que nadie hace las cosas como yo"
Podría apostar que todas lo hemos pensado alguna vez. Y puede que en cierta forma tengas razón, porque nadie va a hacer las cosas igual que tú: la otra persona lo hará diferente. Un poco mejor o un poco peor, pero diferente e igual de válido. Para delegar con convencimiento es necesario actuar como lo harías en una empresa: confiando en ella, aceptando que una persona puede tomar un camino distinto al tuyo, que poco a poco irá perfeccionando la técnica y que incluso el resultado te puede llegar a sorprender.
El propósito de delegar es compartir de forma más equitativa la carga de trabajo diaria, y aliviar ese agotamiento y esa sensación constante de que no llegamos a todo. Tened siempre presente que para cuidar, debemos cuidarnos y mantenernos bien física y mentalmente.
¿Qué puedo hacer si me cuesta delegar tareas a mi pareja?
Dialoga: este debería ser la herramienta principal de cualquier asunto entre las parejas. Es un tópico, pero conseguirlo puede ser realmente complicado, sobre todo en temas que tienen que ver con las labores de la casa y el cuidado de los niños. Os recomiendo hacerlo en un espacio relajado, mejor fuera de casa (dando un paseo o tomando un café), sin niños y evitando recaer en reproches sobre lo que cada uno hace y deja de hacer. Es importante hacerle ver al otro que estamos sobrecargada(o)s, y que necesitamos reorganizar ciertas cosas para poder sentirnos mejor, pero con tacto.
Reflexiona sobre tu manera de decir las cosas: muchas veces es más fácil mantener una conversación distendida si hemos pensado previamente en el mensaje y en la forma como la queremos transmitir. Por eso siempre es bueno ponerse en los zapatos de la otra persona y preguntarte cómo querrías que te dijeran este tipo de cosas.
Sé un poco más permisiva: con el tiempo he aprendido a aceptar que no todo tiene que estar perfecto (por cierto, perfecto a mis ojos, lo que no implica que sea la realidad), menos con dos niñas y sin familia en la que apoyarnos. Tampoco hace falta decírselo a la otra persona todo el tiempo, porque al final va a pensar que todo lo hace mal y ese precisamente es el camino más corto para desmotivarle.
Aprende a desconectar: cuando no delegas tu cerebro termina haciendo un mapa mental de cada mínima cosa que se debe hacer en casa para que funcione, y si no estás, seguirás pensando exactamente en lo mismo y mandando mensajes por Whatsapp a tu pareja indicándole cómo, cuando y dónde. Por eso un buen ejercicio es buscar tiempo para ti, dar las indicaciones que sean absolutamente necesarias, y desconectar del todo. Si tu pareja sale al parque con los niños y no lleva toallitas, o no ha comprado los tomates que hacían falta, o lo que sea, seguro que encontrará una solución y al final no pasará nada.
Confía: muchas mujeres (aquí sí que hablo de un género en particular porque jamás en mi vida he escuchado a un hombre decir esto), podemos llegar a pensar que si no estamos, o al menos lo estás controlando todo, la maquinaria se va a venir abajo y la casa se autodestruirá enseguida. Por mi propia experiencia puedo decir que no es así, que ellos lo pueden hacer todo perfectamente y que ante muchos pequeños problemas del día a día, ellos son más prácticos que nosotras. Es vital confiar en la otra persona para que se sienta capaz de asumir tareas a las que no se han enfrentado jamás.
Un apunte final: en el hogar, los niños aprenden a partir del ejemplo, así que es vital que ellos vean que en casa hay corresponsabilidad para que lo asuman como algo normal. Por el contrario, si lo que presencian día tras día que mamá (o papá), es quien se encarga de todo, es lo que normalizarán y lo que tendrán en su cabeza el resto de su vida.
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