Octubre es el mes en el que tiene lugar la Semana Internacional de la Crianza en Brazos, pero a diferencia de años anteriores, en esta ocasión estamos celebrándola en medio de una pandemia, por lo cual, desde mi punto de vista personal, esta vez adquiere aún más importancia que antes.
Y es que cuando pasamos por situaciones difíciles y de grandes cambios, es normal que busquemos algo de consuelo y estabilidad. Por eso, celebrémosla más que nunca, pues en momentos de crisis como la que estamos viviendo, o cuando las cosas lucen inciertas, el mejor lugar para nuestros hijos son nuestros brazos.
La pandemia y la "mamitis"
Hace algunos meses te hablaba de un tema que en su momento a muchos padres y madres les preocupaba: ¿por qué nuestros hijos parecen tener "mamitis" o "papitis"? La respuesta era sencilla: necesitaban sentirse seguros y protegidos, en un momento en el que toda su vida ha cambiado y no se sabía cuándo volverían las cosas a la normalidad.
Y es que el confinamiento nos cambió absolutamente todo, desde nuestra rutina diaria hasta las relaciones que teníamos con amigos y familia, que debieron volverse virtuales únicamente.
Poco a poco, nos hemos acostumbrado a esta famosa "nueva normalidad", y aunque podría decirse que en la rutina y actividades ya nos adaptamos a ella, emocionalmente aún nos vemos afectados, pues el distanciamiento social continúa presente.
Todas estas cosas, naturalmente hacen que nuestros hijos se sientan inseguros, especialmente al no tener la certeza o claridad de saber si la vida algún día volverá a ser como antes. Y por eso, se aferran a la que es la única constante en estos días: el amor de sus padres.
Los brazos, su lugar seguro siempre
Cuando hablamos de crianza en brazos, solemos pensar en la primera infancia o los primeros años, en los que nuestros hijos son llevados la mayor parte del tiempo en nuestros brazos, pero en realidad, este tipo de crianza puede continuar muchísimos años más.
Hace tiempo, hablé precisamente de esto, al reflexionar si la crianza en brazos terminaba o tenía fecha de caducidad cuando nuestros hijos dejaban de ser bebés, y mi conclusión fue que no es así. Tal vez ya no podamos llevarles en brazos como antes, pero esta necesidad no desaparece, solo evoluciona.
Nuestros brazos quizás ya no son suficientes para sostener todo su cuerpo como cuando eran bebés o niños pequeños, pero siguen siendo un espacio seguro para ellos. Ahora, les proporcionamos esa seguridad a través de abrazos y cariños.
La crianza en brazos, también es estar disponibles para ellos cuando lo necesiten, escuchándolos, acompañándolos, y desde luego, abrazándolos. Y puedo decirlo yo, que a mis 33 años nada me brinda más consuelo que un abrazo de mi madre cuando estoy pasando por un momento difícil.
Los padres y madres nunca dejamos de ser padres y madres, y los hijos nunca dejan de ser hijos. Podemos ser jóvenes o viejos, pero esa relación que existe entre ambos es algo que nunca desaparece. Con el tiempo nos hacemos independientes pero siempre, una parte de nosotros, anhelará esos abrazos.
Por eso, ahora más que nunca, celebremos juntos la crianza en brazos, una crianza en la que ese pequeño espacio en los brazos de mamá y papá está disponible para cuando nuestros hijos lo necesiten, sin importar la edad.
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