Mi hijo pequeño ya tiene tres años, y cada vez son menos las oportunidades que tengo de portearle. Este verano hemos aprovechado para hacerlo en alguna ocasión mientras paseábamos por la playa, y ahora en otoño probablemente volvamos a repetir la experiencia en nuestras excursiones al campo. Pero la realidad es que estos ratitos se van haciendo cada vez más esporádicos, y cuando que me lo coloco en la mochila no puedo evitar preguntarme: ¿será esta nuestra última vez?
Portear es adictivo, así que cuando ves que la etapa va llegando a su fin es inevitable sentir cierta nostalgia por algo que se acaba y que os ha aportado tantos buenos momentos. Por eso, me gustaría animar a todas las madres y padres que aún no conocen las maravillas del porteo, a probarlo con sus hijos. ¡Os aseguro que la experiencia os fascinará!
Por qué el porteo ergonómico resulta tan adictivo
Recuerdo la primera vez que me coloqué a mi niña en un fular elástico. Tenía apenas una semana de vida, y lo que sentí en aquel momento me "enganchó" de manera indescriptible. Como comenté hace tiempo cuando os compartí mi experiencia, el porteo ergonómico y respetuoso lo conocí con mi hija mediana, ya que con el primero caí en el error de comprar una mochila colgona, que desterré rápidamente por su incomodidad.
Cuando me puse a mi bebita en el fular sentí que el tiempo se paraba, y que ella y yo volvíamos a ser una. Tenerla tan pegadita a mi pecho, sintiendo su pausada respiración, su calor contra mi piel y su olor a bebé, fue algo tan mágico que, como decía antes, me enganchó como si de una adicción se tratara.
¡Imposible portear sin acariciar continuamente su espalda (como cuando estabas embarazada y te tocabas la tripita sin parar), alborotar con ternura su pelo o hundir tu nariz en su cabecita al tiempo que la besas! Gestos instintivos que todos hacemos al portear, y que te disparan al máximo los niveles de oxitocina.
Desde aquel momento, el porteo se convirtió en nuestro mejor aliado: a ella le calmaba estar siempre pegadita a mí, y a mí me ayudaba a seguir con mi ritmo de vida sin separarme ni un segundo de mi hija. Pasear, ir a buscar a mi hijo mayor al cole, jugar con él en casa o en el parque, trabajar frente al ordenador, darle el pecho mientras hacía otras cosas... ¡y hasta comer! Porque ya sabemos que con un recién nacido en casa, utilizar las dos manos para comer es, a veces, misión imposible.
A medida que mis hijos han ido creciendo, hemos ido probando otro tipo de portabebés más acordes a su edad y peso hasta llegar a la mochila que actualmente utilizamos. El porteo delante ha pasado a la espalda, pero las sensaciones son las mismas: sentir su calor en tu oreja o las cosquillitas de su respiración en la nuca, notar sus manitas abazándote por detrás o tocándote el pelo, al tiempo que compartís risas y conversaciones.
Sin duda, los momentos íntimos y cómplices que trae consigo el porteo son maravillosos, y desde mi experiencia diré que es una de las etapas de la maternidad que más cosas positivas me ha aportado y que mejor me ha hecho sentir en todo momento.
Por eso, hoy miro a mi hijo pequeño y la nostalgia me invade al comprobar que el porteo va quedando atrás. Aún así, todavía hay momentos puntuales en los que me pide que le lleve en la mochila porque está cansado, malito o simplemente ha tenido un mal día. Y es que la seguridad y el calor humano que les transmite el porteo (y por tanto, los brazos de mamá y papá), lo cura todo.
Beneficios del porteo ergonómico
Una de las cosas que más me ha sorprendido siempre del porteo ergonómico (especialamente cuando se portea con portabebés ligeros) es lo muchísimo que llama la atención de la gente con la que te cruzas, que no dudan en decirte cosas bonitas como "¡qué a gustito va ahí!", o "¡qué ternura da verle tan pegadito a mamá!". En esos momentos yo siempre aprovechaba para hablar de lo maravilloso que resulta portear y de la cantidad de beneficios que tiene, tanto para el porteador como para el bebé:
Le ayuda a calmarse y a sentirse más seguro al estar en contacto directo piel con piel.
Sostener en brazos a nuestro bebé le ayuda a mejorar su desarrollo cerebral.
Mejora el desarrollo físico del bebé puesto que se respeta la postura natural de la espalda (arqueada en forma de C) que es la misma que tenía dentro del útero materno.
Alivia los síntomas de reflujo y cólicos del lactante.
Previene la plagiocefalia.
Previene la displasia de cadera.
El bebé tiene todo lo que necesita: calor, seguridad, confort y amor.
Se fortalece el vínculo afectivo con nuestro bebé.
El porteador puede tener las manos libres y hacer otras tareas con total seguridad.
Fotos iStock
En Bebés y más | 17 preciosas ilustraciones que transmiten la calidez del porteo y la lactancia materna, Mis tres experiencias con el porteo y los portabebés que recomiendo