Hace unos días hablábamos del sentido de culpa que inmediatamente se cuela en nuestra mochila emocional tras convertirnos en madres. Realmente, no conozco madre que no se haya sentido culpable alguna vez por algo que ha hecho o dicho a sus hijos, o incluso por la forma que estos tienen de comportarse.
Pero me atrevería a decir que si hay algo que causa un sentimiento de culpa universal es la creencia de que pasamos poco tiempo con nuestros hijos. Este pensamiento es recurrente tanto en madres/padres que trabajan fuera de casa como en aquellos que se quedan en casa, pues da igual cómo organicemos la jornada para intentar sacar tiempo, que siempre nos va a parecer insuficiente.
Hoy reflexiono sobre este sentimiento tan común a muchos padres/madres.
La falta de tiempo: el denominador común en todas las situaciones
Si trabajamos fuera de casa es habitual tener la sensación de no estar con nuestros hijos el suficiente tiempo y preguntarnos una y otra vez si estaremos haciendo lo correcto compaginando maternidad y vida laboral (y digo "maternidad" porque, por lo general, somos las madres quienes nos cuestionamos este tema).
El sentimiento de culpa se acrecienta si una reunión de última hora o un monumental atasco en carretera nos hace a llegar tarde a casa y perdernos el momento del baño de los niños, los deberes o el rato de juegos compartido. Entonces nos torturamos pensando en cómo sería nuestra vida si pudiésemos disponer de más horas al día para estar con nuestros hijos y disfrutar de ellos.
Los padres y madres que nos quedamos en casa tampoco lo tenemos fácil. Si teletrabajamos con niños sentimos culpa de estar físicamente a su lado, pero no poder estar "en esencia", que es lo importante. Y es que, ¿cómo hacerle entender a un niño pequeño que aunque mamá o papá estén en la habitación de al lado no pueden jugar con él?
Y con independencia de la situación laboral que vivamos siempre tendremos que sumar las responsabilidades dentro de nuestra casa. Porque la comida no se cocina sola, ni la ropa camina por sí misma hacia la lavadora. La faena en casa nunca termina, y el agotamiento y la culpa por no saber organizar mejor nuestra jornada acaba aflorando irremediablemente.
"¿Debería estar jugando con mis hijos en lugar de hacer la colada?". "Pero si no lavo y plancho la ropa, qué se pondrán mañana para ir al colegio?" - nos preguntamos en bucle. Y es que por mucho que sepamos que la infancia de nuestros hijos vuela y que los recuerdos que tendrán de nosotros no estarán relacionados con una casa limpia y ordenada, no siempre es fácil delegar o dejar de hacer ciertas cosas que consideramos necesarias para el buen funcionamiento del hogar.
¿Y qué ocurre cuando el poco tiempo libre que consigues sacar al día decides dedicarlo a ti? (por aquello de la importancia de cuidarse para poder cuidar) Pues que entonces la culpa te aplasta, te corroe e incluso te avergüenza; como si el único tiempo libre del que pudiéramos disponer los padres tuviéramos que emplearlo en hacer recados o darnos una ducha.
Cuando te prometes que mañana harás las cosas diferentes
Como madre de tres, confieso que una de las cosas que más me ha torturado siempre era finalizar el día sin haber pasado tiempo de calidad con cada uno de mis hijos. Y es que cuando eres consciente de lo importante que es escabullirse durante un rato de la vorágine diaria y conectar con ellos, pesa mucho no conseguirlo.
Porque no nos engañemos: es verdaderamente difícil estirar las 24 horas que tiene el día para que nos cunda como queremos, y los padres siempre vamos a arrepentirnos de irnos a la cama sin haber coloreado el dibujo con nuestro hijo cuando nos lo ha pedido, pero estábamos haciendo la cena, o de no haberle llevado al parque porque estábamos agotados.
Con el tiempo y mucho trabajo mental no solo he aprendido a liberarme de la culpa, sino a no marcarme expectativas y a disfrutar de las pequeñas cosas que tiene la vida. ¡Claro que sería maravilloso poder pasar la tarde entera jugando con mis hijos!, pero como no siempre es posible, no gano nada culpándome por ello.
Creo que padres y madres hemos de aprender a poner los cinco sentidos en cada cosa que hacemos junto a nuestros hijos, porque esos serán los recuerdos que les quedarán de su infancia (disfrutar de la lectura compartida, de las risas frente al espejo mientras nos cepillamos los dientes, del paseo al colegio cada mañana, de las cenas en familia...).
Tener mucho o poco tiempo es lo de menos. Lo importante es saber disfrutarlo y no esperar a mañana para hacerlo. ¿No os parece?
Fotos | iStock; Foto 3 (Pexels)
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