Esos bebés que al dormir buscan los límites corporales como en el útero

Alguna vez comentamos que si los bebés no te ven, no te huelen, no te oyen y no te sienten, no saben que existes. Necesitan recibir inputs continuamente para sentirse seguros con nuestra presencia y, a nivel de tacto y contacto, necesitan también buscar los límites corporales para sentirse como en el útero.

Estoy hablando de esos bebés que cuando duermen se mueven, están inquietos y parece como si treparan en la cuna o la cama hasta lograr tocar con la cabeza en el borde de la cunita o nuestro brazo. Estoy hablando de esos bebés que si los dejas tumbados empiezan a abrir los brazos como diciendo "¡que me caigo!". Estoy hablando y vamos a hablar de esos bebés que, al dormir, necesitan sentirse como en un útero.

Que me caigo, ¡no me sueltes!

Seguro que sabéis de qué hablo. Me estoy refiriendo al reflejo de Moro, ese que cuando sienten que caen les hace alargar los brazos y poner firmes las manos como tratando de agarrarse a algo imaginario.

A muchos bebés hay que provocarle el reflejo para ver que lo hacen, pero muchos otros no necesitan tanto, y con dejarlos tumbados en una superficie plana es suficiente para que, con cualquier movimiento propio, empiecen a estirar los brazos, aguantar la respiración y llorar porque de verdad sienten que se están cayendo. Estos bebés, más que los demás, necesitan esos límites corporales de los que hablamos.

Buscando el tope en la cabeza

Los hay también que, ni se sabe bien cómo, se van desplazando por la noche, hacia arriba en la cunita o en la cama, en la búsqueda de un tope que les dé seguridad. El final de la cuna, nuestro brazo si dormimos juntos, un cojín o lo que sea, ya que ellos en realidad no saben qué van a encontrar.

Al final dan con ese algo que buscan que les toca en la cabeza y entonces por fin sienten que están en una situación parecida a la que han vivido unos cuantos meses dentro de la barriga, cuando la cabeza tocaba continuamente alguna de las estructuras de mamá. Obviamente, esto les hace sentir mejor y les aporta tranquilidad.

Acurrucaditos mejor

Por eso cuando un bebé está durmiendo ponerles algo que toque sus cabezas puede ser buena idea. Por eso muchos padres les tocamos la cabeza en esos instantes, incluso la barriga, para que sientan una cierta presión en la cabeza y el abdomen que les sirva como límite corporal y que les aporte un poco de calor.

No es que sea mano de santo, pero muchas veces les sirve para dormir tranquilos un ratito más. A malas, ya se sabe, un poco de contención, tenerlos acurrucaditos en nuestro pecho o simular un útero con una mantita (manteniéndoles en posición fetal envueltos) puede obrar maravillas para hacer que las primeras semanas y meses sean un poco más llevaderas para el bebé, y también para nosotros los padres, claro.

Foto | Марина Вельможко en Pixabay
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