Practicar el colecho, además de ser una de las experiencias más bonitas que podemos vivir con nuestros hijos, supone muchos beneficios tanto para ellos como para nosotros durante los primeros años. El olor y el contacto con los padres les genera seguridad, les ayuda a estar más tranquilos, favorece el vínculo afectivo con nuestro bebé y a nosotros nos facilita muchísimo alimentarles en caso de darles pecho (también conocido como "copecho").
Aunque su duración depende de las circunstancias de cada familia y por lo general es el propio niño quien va marcando la pauta de cómo y cuándo pasar a su propia cama, hay una situación que nos puede suponer el tener que tomar una decisión de forma unilateral, y es quedarnos embarazadas cuando aún colechamos con nuestro primer bebé.
Embarazada y colechando: ¿qué hacer con nuestro hijo mayor?
Antes de tomar una decisión, debemos evaluar la situación en la que nos encontramos: la llegada de un hermanito suele generar celos, y si nuestro hijo o hija mayor es aún muy pequeño, el pasarlo a su propia cama ante la llegada de un bebé puede agravar la situación.
También debemos contemplar la logística necesaria para hacerlo, ya que obviamente necesitaremos más espacio (especialmente si el mayor se mueve mucho), añadiendo una cama extra y una cuna colecho. En cualquier caso, la comodidad es muy importante tanto para los niños como para los padres. Habiendo evaluado nuestro caso particular, podemos contemplar dos escenarios: seguir colechando o procurar que el hermano mayor pase a su propia cama antes de que nazca el hermanito.
Continuar colechando con un niño pequeño y con un bebé recién nacido
Añadir una cuna de colecho será la mejor opción, ya que la AEPED no recomienda que un bebé menor de tres meses duerma en la misma cama que los padres. Al contar ya con la experiencia practicándolo, adaptarse a un segundo bebé costará menos y seguramente seguir juntos al dormir nos facilitará estrechar el vínculo con el recién nacido.
Pasados los tres meses, debe evitarse que el bebé comparta la cama con otras personas que no sean los padres, pero en el caso de hacerlo, tú o tu pareja debéis dormir entre el niño y el bebé.
Como padres, seguramente estaremos más tranquilos por no tener que tomar una decisión que afecte únicamente a uno de nuestros hijos. No debemos pensar en "lo que deberíamos hacer" de cara a los demás, sino en aquello con lo que nos sintamos seguros, tranquilos y felices.
Obviamente las noches no serán fáciles teniendo en cuenta que cada niño tendrá un ciclo de sueño distinto y el bebé tendrá despertares nocturnos, pero con cariño, unión y paciencia, es posible y a las pruebas nos remitimos.
Hacer la transición del niño a su propia cama
La otra opción es procurar que el hermanito mayor pase a su propia cama. Si no tenemos espacio suficiente, seguramente nos veamos abocados a ello, así que lo mejor que podemos hacer es empezar a facilitar el cambio en cuanto nos enteremos del embarazo, principalmente para que no lo asocie directamente con la llegada del bebé. No es recomendable dejarlo justo para la semana de antes, por ejemplo.
Este cambio debe ser lo más paulatino y respetuoso posible, entendiendo que para el niño puede suponer un proceso lento, en el que poco a poco se va a ir acostumbrando a estar solo en su habitación. En ese período de tiempo, es muy importante recordarle continuamente a nuestro hijo que a pesar de no estar en la misma habitación, papá y mamá le siguen cuidando tanto en el día como en la noche, que estamos pendientes de él y que puede volver a nuestra cama cuando lo necesite.
Por supuesto, evita que sea una imposición, así como la utilización de comparaciones y/o etiquetas como "ya te has hecho mayor". Hay noches que pueden ser un poco más duras para ellos y quieran pasarse a nuestra cama, situación que es completamente normal cuando se está gestionando un cambio tan trascendental para ellos.
En nuestro caso, nos funcionó estupendamente el que su dormitorio fuese primero una "habitación de juegos" en el que pasábamos muchas horas juntos. Al poner su camita ella misma quiso dormir la primera noche ahí y se acostumbró enseguida a ella. Al final lo que mejor funciona es acompañarles en cualquier proceso que vivan de una forma respetuosa y cariñosa, porque los niños se sentirán seguros y responderán de una forma muy positiva a los cambios que se les presente.