Ya ha nacido tu hijo y descansa a tu lado en la habitación de la maternidad. Sin embargo, te sigues sintiendo hinchada, como si aún siguieras embarazada.
¡Tranquila! Es normal. Tu cuerpo se ha modificado para acoger a tu pequeñín y ahora necesita tiempo para volver a su aspecto original.
Ese es el caso del útero, que ha aumentado tanto durante la gestación que necesita entre cuatro y seis semanas para volver a ser el de antes. Este proceso natural se llama involución uterina. Te contamos en qué consiste.
¿Cuál debe ser el tamaño del útero?
Durante el embarazo, el útero ha crecido mucho para acoger al bebé durante nueve meses.
Para hacernos una idea, puede crecer desde los 7-8 cm que suele medir en estado normal, hasta 32-33 cm, durante la gestación. Y si hablamos de peso: de 60 gramos hasta un kilo, al final del embarazo.
Pero este órgano femenino no solo cambia de tamaño por la acción de las hormonas (gonadotrofinas coriónicas, estrógenos y progesterona), también de aspecto: la capa muscular se desarrolla preparándose para el momento de la expulsión del feto durante el parto y la interna (llamada endometrio) se modifica para que el embrión se nutra de ella al comienzo del embarazo.
Así que una vez que el pequeño ha nacido, necesita tiempo para recuperar su forma y tamaño original, algo que hará de forma paulatina.
A las pocas horas del parto, el fondo del útero sube al nivel del ombligo. Al tercer o cuarto día, a dos centímetros por debajo y al mes de dar a luz ya no es posible reconocerlo por palpación abdominal. Desciende un centímetro diario.
Al día siguiente del parto, el útero ya se ha reducido de forma considerable: mide entre 18 y 20 centímetros de largo y pesa alrededor de un kilo.
A partir del quinto día, el útero decrece entre uno y dos centímetros diarios, hasta llegar a pesar, hacia finales del puerperio, una media de 60-90 gramos.
También el cuello del útero se recupera gradualmente, pasando de los 10-12 centímetros de abertura (necesarios para que el niño pueda pasar durante el parto) hasta los 3-4 milímetros normales, un mes después del parto.
Las contracciones postparto son imprescindibles
Conocidas como entuertos, las contracciones uterinas del postparto pueden sentirse en la parte baja del estómago o en la espalda.
Los entuertos son buenos y deseables, ya que son imprescindibles para que el útero se contraiga. Si no lo hiciera, los vasos sanguíneos quedarían abiertos y la hemorragia podría poner en riesgo la vida de la madre.
La diferencia de intensidad es normal entre unas mujeres y otras. Por ejemplo:
Las madres primerizas notan los entuertos poco dolorosos, pero a medida que se tienen más hijos, son más intensos y dolorosos.
Cuando una mujer ha tenido varios hijos, su útero está más blando y necesita más contracciones para recuperarse.
Las contracciones se acentúan cada vez que se da el pecho al bebé, ya que la succión de los pezones determina la liberación de oxitocina. Esta hormona actúa a nivel de las fibras musculares uterinas, provocando contracciones fuertes y sostenidas.
Evitar infecciones
Un día después del parto, el cuello uterino se ha reconstituido, pero se ha dilatado tanto que permite el paso de gérmenes.
Al mismo tiempo, todos los residuos que quedan en el útero van siendo expulsados mediante los loquios.
Estas secreciones vaginales están formadas por sangre y vernix caseosa los primeros tres días, por lo que su color será más bien rojo. Después irá cambiando su constitución, abundancia y color (tonos marrones-blanquecinos). Irá disminuyendo hasta desaparecer alrededor de la tercera semana de puerperio.
Para evitar infecciones durante este período hay que mantener una buena higiene íntima desde el principio y usar compresas especiales postparto o tocológicas hasta que desaparezcan los loquios.
Tiempo para recuperarse, sin prisa
Las hormonas siguen haciendo de las suyas y tras el parto puede ocurrir que las mujeres nos sintamos fofas y gordas. ¡Es normal! No te dejes engañar pro las siluetas perfectas de revista nada más dar a luz.
El cuerpo necesita tiempo para volver a su forma original y no debemos intentar acelerar el proceso. Todas nuestras energías se van en cuidar de nuestro bebé y coger fuerza tras el parto, ¡que ya es mucho!
Como resultado de la prolongada distensión de la piel del abdomen por el tamaño del útero y su rápida involución, las paredes abdominales quedan flácidas y blandas por algún tiempo.
Pero en cuanto nos recuperemos físicamente en el postparto, podremos ejercitar la zona, fortaleciéndola para que vuelva a su estado anterior. Ahora, lo importante es tu bebé.
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