La mayoría de los niños van a tener que recibir algún tipo de asistencia médica en algún momento de su infancia y no hay duda de que el niño lo pasará mal, pero puede ser peor aún si los padres tienen sentimientos de culpa y ansiedad. A veces algunos padres llegan a desarrollar estrés postraumático si su hijo se hace daño.
Existe un nuevo estudio (que todavía no se ha publicado) en el que se ha observado cómo reaccionan diferentes familias durante un cambio de vendaje por quemaduras en niños. El estudio se llevó a cabo durante 18 meses y comparó 92 familias con niños pequeños (de uno a seis años) durante el cambio de las vendas por quemaduras de primer grado en un hospital australiano.
Los padres que dijeron sufrir más ansiedad o estar más angustiados tenían menos capacidad para apoyar a su hijo durante el procedimiento, algo que aumentó el malestar del niño, medido por su capacidad de distracción a base de juguetes y conversaciones en comparación con llantos o gritos durante el procedimiento.
Los niños que lo pasaban peor y tenían más dolores durante el cambio de ventaje eran también hijos de padres que no eran capaces de apoyar a sus hijos durante el cambio de vendaje.
Nuestra capacidad de concentración es limitada y no podemos preocuparnos por varias cosas a la vez. Si un niño está entretenido con otras cosas, percibirá el dolor de forma menos intensa y por eso creemos que las distracciones son buenas para los niños durante el cambio de vendaje.
Los resultados de esta investigación demuestran que los padres necesitan apoyo adicional cuando sus hijos se lesionan y durante el tratamiento médico, algo que beneficiaría tanto a los padres como a los niños. Un tratamiento menos angustiante supone menos trauma para todos y el niño tendrá menos problemas de ansiedad durante la asistencia médica.
La investigación también demuestra que una menor ansiedad está relacionada con una cicatrización más rápida de las heridas en los niños, algo que supone menos intervención médica y que los niños puedan volver a la escuela más pronto.
A nadie le gusta pensar en que su hijo pueda hacerse daño, pero puede ser útil tener en cuenta algunos consejos en caso de que sea necesario llevar al niño al médico, tanto por el bien de los padres como por el de los niños.
Qué hacer
Distraer al niño desde el principio del tratamiento (juguetes, comida, música, imágenes, televisión, conversación, enfermería, chupete... los padres saben qué es lo que mejor funciona).
Estar cerca. El contacto humano les da a entender que no están solos.
A algunos niños les gusta ver lo que está pasando, mientras que a otros no. Si quieren mirar hay que dejarlos, aunque también se debe seguir con las distracciones.
Respirar profundamente les ayudará a disminuir la frecuencia cardiaca y a tranquilizarse.
Los padres han de permanecer tranquilos y seguros, incluso si el tratamiento es difícil de ver.
Decirles cosas como “mírame y aprieta mi mano”, “¿quién es ese que sale en la televisión?”, “cuéntale a la enfermera lo que vamos a hacer después”, “¿Recuerdas cuando fuimos al parque y [...]?” o “enséñame como se respira de forma profunda”.
Cosas que se deben evitar
Asustarles diciéndoles lo doloroso que será el tratamiento o “la mala pinta que tiene”.
Criticar su comportamiento.
Simplificar la experiencia (“estás bien”, “ya ha casi terminado”).
Fomentar el dolor ( “ya sé que duele mucho”).
Es normal que los padres se sientan mal si sus hijos se han lesionado y necesitan asistencia médica. Todos los padres tienen tienen sentimientos de culpa y lo pasan mal de vez en cuando si se trata de la salud de sus pequeños y no deberían olvidar que están haciendo lo mejor cuando llevan a los niños al médico.
No hay que perder de vista que lo importante es que se va a ayudar al niño y que no sirve nada el preocuparse por la severidad de la herida. Si como padre te preocupa cómo responderás cuando llegue el tratamiento, puedes ir acompañado de otro adulto que también sirva de apoyo para tu hijo si necesitas un descanso.
También le puedes pedir ayuda al personal de enfermería, a los trabajadores sociales o al médico de cabecera.
Autores: Erin Brown, Doctora en Filosofía. Universidad Queensland y Justin Kenardy, Psicólogo clínico; Profesor de Psicología Clínica; Director Adjunto del Centro de Investigación de Lesiones de la Universidad de Queensland.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
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