La edad tiene una gran influencia y la mayor incidencia se presenta entre los dos y los cuatro meses, es un hecho poco común en niños que aún no han cumplido el primer mes o tras cumplir el sexto mes, aunque esto no quiere decir que no pueda darse, ya que las estadísticas reflejan un mínimo esporádico entre las edades que hemos descrito y se trata de un hecho muy excepcional tras cumplir el primer añito.
Es más frecuente en los niños que se alimentan con leche artificial que en los que se alimentan de leche materna. También es un hecho que suele darse más en las familias de menor nivel social y económico.
El síndrome de la muerte súbita suele darse más en los niños que en las niñas en una proporción de 3 a 2 y principalmente sufren muerte súbita durante las horas de sueño comprendidas entre las 12 de la medianoche y las 9 de la mañana. Al parecer la estación del año también parece influir, ya que hay más casos durante los meses fríos que durante el resto del año. Los factores que se asocian al niño son varios, entre ellos se encuentran que el niño sea pretérmino, que sea lactante con reflujo gastrointestinal, que duerma en decúbito prono (boca abajo), un exceso de temperatura mientras duerme como por ejemplo el exceso de abrigo, la calefacción demasiado alta o el hecho de compartir la cama con los adultos. Un Test de Apgar bajo, parecer anoxia neonatal o ser un niño pretérmino con displasia pulmonar favorece la posibilidad de sufrir una muerte súbita.
La madre también puede influir dependiendo de sus hábitos o los problemas que pueda sufrir durante el embarazo. Por ejemplo, la adicción al tabaco o a determinadas drogas influye notablemente en el síndrome de la muerte súbita, también una falta de cuidados y controles necesarios durante y tras el embarazo. Otro hecho importante que tiene mayor influencia es que la madre sea multípara pero con unos intervalos muy cortos entre los embarazos.
Estos son algunos de los factores más relevantes que se asocian al síndrome de la muerte súbita, en todo caso, intentar evitar algunos de ellos es tarea nuestra, otros quizás no son posibles, pero cuanto más minimicemos los riesgos, más posibilidades existirán de evitar el temido síndrome.
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