Una de las cuestiones que me decían cuando aún no tenía hijos y creía más o menos como buena desconocedora del tema de la maternidad, era que con hijos se llega siempre tarde a las citas.
Después, con el paso del tiempo y dos hijas pequeñas, caigo en la cuenta de que los que me lo decían ya llegaban tarde antes de tener hijos. Entonces, ¿por qué poner la excusa de los peques?
“Ya veréis, cuando tengáis hijos, ya lo entenderéis…”. Pues no, la verdad. Es normal que al principio los ritmos cambien, y como primerizos a quién no le ha tocado volver a casa porque se ha dejado el bolso con los pañales, o calculó el tiempo de coger el tren con el mismo rasero que cuando se iba solo (y lo perdió, claro).
Pero con un poco de rodaje se aprende a funcionar a un nuevo ritmo, y evidentemente donde antes se preparaban dos ahora somos cuatro, así que, si no queremos llegar tarde, habrá que empezar a prepararse para salir antes…
Hubo una época en la que, para ir a trabajar, yo ponía el despertador más o menos pronto según si había aparcado el coche lejos o cerca. Llegaba con el tiempo justo, sin imprevistos. Esos tiempos evidentemente acabaron, y ahora me atrevo a decir que, no sólo al trabajo sino a cualquier cita, si hay “suerte” llegamos antes de hora.
La explicación es sencilla, voy con mucho más tiempo “de sobra” pues los primeros intentos de llegar a las citas con hijos ya me demostraron lo frágil del concepto de ir con el tiempo justo cuando no depende de una misma, de una sola persona.
Aún diría más, y es que me parece que “echar la culpa” a los peques de nuestra tardanza me parece poco elegante, pues si nos paramos a pensar, realmente, incluso cuando verdaderamente la razón del retraso es algún incidente inesperado con los hijos, ¿qué culpa tienen ellos? ¿No haber sabido controlar que la caca no se salga del pañal? ¿No haber tenido el apetito suficiente para tomar el desayuno rápidamente y no tirarse la leche encima?
Es cierto que a todos nos puede pasar algún imprevisto justo en el momento en el que vas a salir de casa, a mí misma algún cúmulo de circunstancias con mis hijas ha provocado que llegáramos con retraso al colegio en alguna ocasión, por la tarde. Pero, y esa es otra historia, es que los horarios escolares dejan el tiempo justo entre que llegas a casa a mediodía y tienes que volver a salir.
Por eso, tampoco tenemos que escuchar con la mosca detrás de la oreja siempre que nos digan que “perdón por el retraso, pero es que los nenes…”. Pero llega un momento en que, para los “reincidentes”, lo de llegar tarde por culpa de los hijos ya no cuela... ¡Habrá que buscar otra excusa! Pero buena, que ya nos conocemos…
Foto | Robbert van der Steeg en Flickr-CC
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