Los autores de una investigación sobre las muestras de afecto entre varones universitarios en Estados Unidos, explicaban que los jóvenes cada vez veían más natural besarse en público como señal de amistad. Y añadían que esos resultados eran importantes porque significaba que empezaban a no avergonzarse de las demostraciones de amor en público y que, por tanto, también los niños se beneficiarán de esta actitud, porque recibirán más muestras de cariño.
Y eso me hizo reflexionar: ¿de verdad aún seguimos siendo tan neardentales como para pensar que un hombre que demuestra sus emociones en público no es bastante ‘hombre’?
En una época donde la homofobia ya es historia (o eso quiero pensar, al menos en España) no puedo creer aún existan personas que siguen educando a sus hijos varones como seres rudos y fuertes, que no se besan, abrazan y por supuesto no lloran. Y debe ser así porque sino no tendrían razón de ser investigaciones sobre si los hombres besan o no.
Tengo que admitir que estas palabras son muy personales y que no todos pueden sentirse identificados con mi punto de vista, pero no me explico cómo puede haber padres que no demuestren su cariño antes sus hijos, que puedan resistirse a abrazarles o comérselos a besos.
No me imagino una infancia sin abrazos y besos de mis padres. Las muestras de cariño eran y siguen siendo habituales entre nosotros, salen de manera espontánea. Y de igual manera hemos criado a nuestros hijos, tanto su padre como yo: sí, a veces hasta podemos llegar a ser un poquito empalagosos. ¡O no!
Porque el amor hay que demostrarlo y es un regalo precioso que hacemos a los niños, que se sientan queridos y que sean libres de demostrar toda sus emociones: llorar, reír y por qué no, también enfadarse.
Ellos se miran en nosotros como en un espejo, así que, ¿qué ejemplo les estamos dando si no perciben muestras de cariño entre papá y mamá o con el resto de la familia? Y por supuesto, sin necesidad de esconderse. ¡No hacemos nada malo!
Demostraciones de amor de papá, mamá, los abuelos, los tíos...
Cuanto más queridos se sientan los niños y por más gente cercana, mejor. Me encanta, por poner un ejemplo, que mis sobrinas se me tiren a los brazos y me coman a besos cada vez que voy a verlas. Sueño con sentar a la pequeña sobre mis brazos y achucharla, darle miles de besos. Y ya cuando me dice 'te quiero' con su vocecita de bebé ¡me derrito!
Pocas cosas hay tan gratificantes como querer y ser querido, la sonrisa de felicidad que te devuelve un niño cuando le abrazas, la cara de complicidad de un abuelo cuando le envuelve entre sus brazos y el nieto le besa en la mejilla...
Por favor, estas muestras de amor (que algunos llaman propias de 'los latinos') no debemos perderlas nunca y, como las buenas tradiciones, tenemos que pasarlas de generación a generación y por los siglos de los siglos.
No hace falta que ninguna investigación ni estudio revele que los niños que se sienten queridos crecen más felices. Así que si queremos lo mejor para ellos, ¿por qué privarles del alimento emocional más sano? ¡Y además es gratis!
Si nosotros les demostramos cariño constantemente y en cualquier lugar, sin importar quien está delante y sin avergonzarnos por ello, nuestros hijos e hijas tampoco tendrán ningún pudor en demostrarlo en público.
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