Hace unos días os expliqué que hay padres que son maravillosos, queriendo hablar de ellos, recordando a la sociedad que muchas cosas han cambiado para bien, con una nueva generación de padres que ha decidido poner la carne en el asador y tener voz y voto en lo que a crianza y educación de sus hijos se refiere.
Hoy, sin embargo, voy a hablar de aquellos padres que podrían probablemente situarse en un plano opuesto, simplemente porque actúan de manera pasiva, porque no acaban de enterarse de lo que pasa con sus hijos y no participan demasiado y porque no son capaces de asumir la responsabilidad de cuidar de sus pequeños.
Algunos son así porque no tienen el carácter suficiente, las ganas o los conocimientos (ni ponen demasiado empeño en aprender) para cuidar, otros lo son porque sus parejas no les dejan participar más y otros, los que no les importa demasiado el futuro de sus hijos, ni al parecer el presente, porque viven aún demasiado ensimismados mirándose su propio ombligo. Todos ellos son los padres invisibles.
Los padres invisibles no forman un grupo homogéneo
Es difícil definir cómo son los padres invisibles porque no son todos iguales. La causa de que actúen así no es la misma en todos los casos y por eso es necesario explicar varias maneras de actuar y varias posibles causas para conocer los diversos tipos de padre invisible que existe.
Los que traen el dinero a casa
Hay padres con más habilidad para estar con los niños que otros, los hay con más paciencia o con más facilidad para estar cerca de ellos y los hay que son todo lo contrario. No tienen habilidad, no tienen paciencia, no les parece fácil y, cuando tienen que cuidar o tratar con sus hijos no se sienten cómodos.
Son padres como podría ser el mío, que trabajaba mucho y nos veía poco, que llegaba a casa por la tarde y necesitaba descansar, no entrando el pasar tiempo con los hijos dentro de la definición de descanso.
El fin de semana, pues más de lo mismo, papá estaba cansado porque trabajaba mucho toda la semana y esos dos días, en vez de pasar tiempo con los niños, tenía que descansar.
Ahora también hay padres así. Salen de casa cuando el niño aún no se ha despertado y son capaces incluso de hacer más horas por la tarde, si el trabajo lo permite, para poder llegar a casa un poco más tarde. Si en el trabajo no les dejan, pueden llegar a llamar a mamá para decirle que “aprovecho y paso por el Mercadona para comprar lo que nos falta".
Luego llegan a casa y, si están de suerte, o el niño ya se ha dormido o, si no lo ha hecho, como mínimo ya está bañado y con el pijama. Luego cena un poco y “a la cama, hijo, que tienes que descansar… hasta mañana" (por la noche).
No es que no quieran a sus hijos, no hablo de amor, es simplemente, que se conforman con saber que gracias a su trabajo su familia puede vivir bien. Si acaso se sienten un poco mal por su manera de ser padres, tratarán de solucionar la ausencia con regalos más caros de lo habitual en los cumpleaños, en Navidad o incluso sin venir a cuento. Si no les crea conflicto, son capaces incluso de no regalar nada en los cumpleaños (algunos ni se acuerdan de cuándo nacieron sus hijos).
Los que delegan la responsabilidad en las madres
Sé que puede llegar a costar creer mis palabras, pero me pasa a veces que al preguntar a los padres sobre las costumbres de sus hijos (como enfermero) ellos me respondan lo que les parece, siendo luego censurados por sus parejas por estar equivocados. Los más sinceros incluso me dicen que le pregunte a la madre, que es ella la que lleva las cosas del niño.
No visten al niño, apenas le cambian un pañal, no saben lo que puede y no puede comer, nunca le han preparado la comida, no lo bañan, no saben qué crema le tienen que poner (muchos no saben ni que tienen que ponerles crema) y cuando hacen algo porque su mujer se lo pide lo hacen de mala gana y mal por una razón muy simple: “Si no quieres hacer algo, hazlo mal. La próxima vez nadie te pedirá que lo hagas".
Dentro de este grupo podríamos situar también a aquellos que no es que deleguen su parte de responsabilidad en las madres, sino que sus parejas no les dejan hacer uso de ella.
Son padres tirando a torpes al principio, que lo intentan y tratan de hacer bien pero que no acaban de caerle bien a sus hijos (bebés), porque les falta un poco de destreza y no logran hacerles sentir del todo bien. Sus parejas, que son de las que en vez de enseñar a pescar, deciden coger la caña, acaban por pedirles que dejen al niño, que no lo hacen bien y que para eso ya lo hacen ellas.
De ese modo ellos acaban acomodándose en un “yo es que no sé" y ellas en un “como él no sabe, ya lo hago yo, que además voy más rápido". Lo peor es que ellas acaban haciéndolo todo y quejándose porque ellos no hacen nada, cuando son ellas las que no les permiten ni intentarlo. Las decisiones en lo que respecta a los hijos suelen ser unilaterales, claro. Quizás le pregunten a la pareja, para que el marido vea que en esa casa las decisiones las toman entre los dos (y para que ella sienta también que es así), pero la última palabra la tendrá siempre el hombre: “vale, cariño, lo que tú digas".
Los que ni se sienten responsables, ni quieren serlo
El último grupo, y aunque todos pueden mostrar rasgos de los otros padres invisibles, porque los habrá que puedan estar en los tres grupos o, al menos, en dos de ellos, es el formado por los padres que no se sienten responsables y que, de hecho, ni siquiera quieren serlo.
Son padres preocupados por lo que pueda estar aconteciendo en Facebook o Twitter, mirando el móvil a todas horas, mientras sus hijos permanecen sin vigilancia. No les cambian el pañal a menos que huela a la legua y entonces lo hacen de mala gana. No van al parque que está cerca de casa porque allí no hay nadie con quien hablar, sino que cogen el coche para ir al de la avenida que está mucho más abajo, donde suele haber más padres o madres, y donde si se tercia hay un bar enfrente.
Ya nos explicó Virginiag hace unos días, en la entrada del ángel de la guarda de los niños en los parques, el caso de un padre que dejó a su hija en el parque para irse al bar a leer el periódico. Es fuerte, muy fuerte, es triste, muy triste, pero más habitual de lo que nos pensamos.
Es más importante para ellos lo que pueda estar sucediendo en la televisión, la conversación por teléfono con su amigo, la partida de la PS3 que dejó guardada hace unas horas, mientras mamá acababa de secarse al salir de la ducha para correr a atender al niño que lloraba o el partido con los del trabajo que tiene esta noche, como cada semana, que pasar un rato con su hijo.
Y los que me dejo
He hecho un resumen de los padres invisibles más característicos, pero seguro que me dejo muchos rasgos. Hay por ejemplo unos padres, los llamados permisivos, que no los he incluido porque son visibles.
Son visibles, porque están presentes, pero no son capaces de educar a sus hijos porque no tienen la habilidad de hablar, dialogar, de explicar lo que está bien y lo que está mal y de ponerse serios cuando hace falta. No hacen uso de su autoridad (ojo, digo autoridad, no autoristarismo, que no es lo mismo) y acaban bailando al son de los tambores de sus hijos.
Lo intentan, porque dicen “no, Manolito, eso no" y “no, María, deja eso", frases que carecen de autoridad porque ellos no la ejercen y que parecen entrar por un oído de los niños para acabar saliendo por el otro.
Son padres que están presentes, pero que dejan que sus hijos pierdan el respeto hacia ellos y hacia los demás. Les dan libertad, pero tanta, tanta, que acaban comiéndose la libertad de los demás, sin que a ellos (los padres) les importe demasiado.
Son padres que están, pero que al fin y al cabo es como si no estuvieran, porque una cosa es ser padre y ejercer de padre y otra muy diferente es estar ahí, simplemente para que un menor no esté solo.
Se les suele reconocer porque suelen decir las típicas frases de “yo es que no puedo con ellos" o “ya no sé cómo hacerlo".
La mochila vacía, cuando ya debería estar llena
Si os preguntáis por qué hay padres así os responderé que no lo sé. Las causas son miles y bajo mi punto de vista se deben a una educación por parte de sus padres errónea. Quizás les ha faltado amor, quizás cariño, quizás no han podido nunca ejercer como personas y tomar decisiones, quizás nadie les dejó escoger su camino en la vida y viven acostumbrados a que los demás las tomen por ellos. Quizás nunca han tenido responsabilidades y ahora las rehuyen.
Digamos que son padres invisibles porque aún no han llegado a madurar como personas y, en el momento en el que ya deberían estar ofreciendo al mundo todo lo que han recibido de él, aún están esperando a que el mundo les siga ofreciendo cosas. En el momento en que tendrían que repartir lo que han guardado en sus mochilas, aún permanecen con las mochilas abiertas, explicando a voz en grito que sus mochilas siguen vacías.
Fotos | nateOne, Stevie Lee en Flickr (CC)
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