Un niño español y uno emigrante ríen igual, sienten, piensan, lloran, disfrutan… todo es igual, claro que son diferentes los rasgos físicos, el idioma, las costumbres o las tradiciones, pero esto no debe representar un escollo para que ambas culturas puedan fusionarse y que los niños saquen partido de lo mejor de cada cultura, el resultado será siempre muy beneficioso tanto para los niños emigrantes como para los oriundos del país. Para que nuestros hijos tengan una mente abierta, comprendan y sean tolerantes debemos proporcionar una educación adecuada, dentro de la tolerancia y el respeto. Un niño por sí solo no es intolerante, racista, no desprecia a no ser que la sociedad y los propios padres le enseñen a hacerlo, instaurándole valores perjudiciales para él y para el conjunto de la sociedad. Vivimos en una época donde el intelecto debiera haber alcanzado la capacidad necesaria para desterrar términos como racismo, negro, moro, sudaca, mil y una palabras descriptivas que se mencionan en tonos despreciables.
En todos los países y en todas las razas hay problemas raciales, culturales y discriminativos, nosotros como padres tenemos la posibilidad de cambiar, si no el mundo, al menos nuestro entorno, si todos los padres educan de igual modo a sus hijos, llegará el día en el que las personas se mirarán a los ojos y no verán prácticamente diferencia alguna, esa debe ser nuestra meta.