Hace cosa de dos semanas hablamos de que los niños de dos años reciben una media de 400 órdenes diarias, comentando que son demasiadas y que deberíamos tratar de educar de otro modo. Algunas madres en Facebook criticaron la entrada queriendo decir que si no les dábamos órdenes, a ver cómo les íbamos a enseñar lo que pueden o no pueden hacer.
Obviamente, no hablamos de dejar de decir a los niños lo que no pueden hacer, ni lo que pueden hacer, sino de hacerlo menos veces, cuando sea realmente necesario, y el resto del tiempo tratar de ordenar menos y hablar más, o mejor, enseñar con el ejemplo. Hace años leí una frase que uso a menudo, cuyo autor desconozco, pero que se me quedó grabada para siempre: educar a un niño es todo lo que hacemos cuando no estamos educando.
Y para ilustrar la frase he querido utilizar esa imagen que dice mucho, muchísimo, de lo que hacen los bebés y los hijos. ¿Alguien le ha dicho a la niña que debe pintarse las uñas? ¿Alguien le ha dicho que no debe hacerlo? No, ni una cosa ni la otra, y en todo caso lo más probable es que en más de una ocasión su madre le haya dicho que no toque sus productos de cosmética, cremas, pintauñas, etc.
Pero los niños, niños son, y si algo tienen es que son constantes. Y lo son más si no acaban de entender lo que les pides. ¿Qué sentido tiene que me pidas que no toque algo si tú lo tocas? Para ellos, probablemente, poco. Por eso es importante explicarles las cosas, una y otra vez, si hace falta mil veces, hasta que llega el día en que entienden que no deben tocarlo y lo dejan. Y mientras tanto, podemos apartar aquello que no queremos que toquen para evitar disgustos mayores.
¿Y si aparecen con las uñas de los pies pintadas?
Pues hacemos lo mismo que habéis hecho al ver la imagen: sonreír con mirada de ternura, porque la niña (o el niño, que también podría ser), no pretendía molestar, no pretendía enfadar a nadie, no lo ha hecho como venganza de nada. Ella vio un día, o varios días, que mamá se pintaba las uñas, observó cómo lo hacía y en el silencio de sus juegos, ha aprovechado para hacer lo mismo que mamá.
No podemos enfadarnos, no debemos enfadarnos, porque sólo nos está imitando. Imitar, eso que los niños hacen para aprender a vivir. Eso que nosotros hacemos cuando nos fijamos en alguien y queremos aspirar a parecernos en algún sentido. Eso que deben hacer para crecer y desarrollarse. Por eso se dice que es bueno que estén con los padres no solo en el llamado tiempo de calidad, sino en otros momentos en que hacemos las cosas cotidianas. ¿Cómo sino van a conocer el mundo que les rodea?
¿Dónde quiero llegar?
A ese lugar en que son más importantes los actos que las palabras. Ese lugar donde un padre y una madre se dan cuenta de que los niños hacen lo que ven. Ese lugar donde el "haz lo que digo, no lo que hago" no tiene ningún sentido porque es una frase tan absurda como "te cuento un secreto que me han contado, pero no se lo digas a nadie", porque en el momento que tú rompes la confianza de quien te lo contó, no hay razón para que el siguiente guarde la confidencia.
Quiero llegar a ese lugar en que los padres son conscientes de que los niños aprenden mucho más de lo que hacemos que de lo que les decimos. No es que no nos escuchen, lo hacen, pero pobre de ti que tus palabras no sean acordes a tus actos. Perderás credibilidad, perderás autoridad y ellos tendrán una razón de peso para elegir entre los dos caminos, el de tus palabras o el de tus actos.
Si de algo me ha servido tener hijos, y me alegro mucho, es de tener claro quién quiero ser y quién no. Gracias a que sé que me rodean, gracias a que sé que están pendientes de lo que hago, trato cada día de ser mejor persona. A veces lo hago mejor, a veces peor. A veces tengo que asumir los errores y disculparme. Pero lo intento cada día porque si soy su espejo, es mi responsabilidad tratar de mostrar lo importante que es ser respetuoso y humilde. ¿Cómo pretender que ellos sean también así si yo soy lo contrario?
Y no solo eso, ser coherente y, como he dicho, no darles sermones utópicos, explicarles la vida tal y como la entendemos y que, de ese modo, vean que papá y mamá tienen unos valores claros. No somos perfectos, no podemos serlo, pero debemos tratar de ser aquellas personas que queremos que sean.
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