"Eres la peor madre del mundo". "No quiero volverte a ver en la vida". Estas y otras similares son frases un tanto hirientes que a veces hemos escuchado de nuestros hijos adolescentes y que es normal que no nos dejen indiferente.
No podemos decirte cómo "debes" reaccionar a este tipo de frases, porque cada una reacciona como puede o sabe, pero sí animarte a darles una vuelta y a tener en cuenta algunas ideas que te proponemos para no tomártelas como algo personal.
Ten en cuenta que estas frases tus hijos no las sienten, y seguramente después de decirlas se arrepientan y se sientan mal. Entonces, ¿cómo reaccionar o responder a ellas?
¿Realmente mi hijo piensa esto que dice?
"Eres la peor madre del mundo", "no te soporto", "ojalá no viviera aquí", "no quiero verte más"... ¿Has oído alguna vez esta frase de tu hijo adolescente? Son frases que no son agradables de oír, pero en este artículo te invitamos a cambiar el enfoque con el que las escuchas, darles una vuelta y aprender a reaccionar a ellas.
Y es que, ten en cuenta que este tipo de frases suelen ser dichas por los adolescentes en momentos de alta tensión, enfado, irritabilidad, impulsividad, rabia o cualquier otra emoción intensa que en ese momento le esté dominando. Otras veces buscan hacernos enfadar, pero no nacen de un estado de reflexión previa.
Por lo tanto, son frases que seguramente no piensa ni siente tu hijo, sino que dice en ese momento en concreto fruto de la rabia o de la intensidad del momento. Es por ello por lo que no deberías tomártelas muy a pecho, aunque tampoco, hacer como si nada pasara. Entonces, ¿cómo reaccionar a ellas? Te damos algunas claves.
Cómo reaccionar a esas frases de tu hijo adolescente
1. No te quedes solo con la frase: ve un paso más allá
Cuando nuestros hijos nos dicen estas frases, acompañan su lenguaje verbal con un lenguaje no verbal, es decir, con una serie de gestos, con un tono alto y enfadado, incluso con gritos... así, la emoción que transmiten puede ser rabia, enfado, agotamiento...
Por ello, en lugar de quedarte en esa frase en concreto (aunque sabemos que, lo que duele es el tono y cómo te la dice), intenta ir un poco más allá. Esto quiere decir, contextualizar el mensaje en el momento en el que os encontráis (por ejemplo, una discusión acalorada) y entender a tu hijo en su totalidad; en su emoción y no solos en sus palabras.
Este primer paso te ayudará a: 1. empatizar con él, 2. relativizar, 3. no tomarte al pie de la letra lo que te dice y 4. tener la oportunidad de acompañar su emoción.
2. ¿Qué dice la frase exactamente?
Aunque insistimos en que lo que importa es la emoción que hay tras este tipo de frases, también nos puede ser útil analizar el contenido de la frase en cuestión, ya que no es lo mismo decir "eres la peor madre del mundo" que "no quiero verte más" o "no te soporto".
Así que, intenta graduar la intensidad de esas palabras y averiguar qué puede haber detrás de ese mensaje. Si por ejemplo te dice "eres la peor madre del mundo", quizás está en un estado de muchísima rabia; en cambio, si te dice "me agobias, déjame en paz", quizás lo que le ocurre es que está cansado de escuchar ciertas cosas, de tener que afrontar ciertos límites...
Con esto queremos decirte que no debes reaccionar igual a todas las frases, ya que todas son diferentes. Gradúa también tu respuesta en función de estas frases.
3. Frases que hablan de su emoción, no de ti
Aunque este tipo de frases a menudo comiencen con un "eres...", en realidad, estas frases dicen más de la emoción que predomina en tus hijos en ese momento (de cómo se sienten, de la etapa en la que se encuentran, etc.), que de ti.
Lógicamente, no eres peor madre por escuchar este tipo de frases, y tampoco, tu hijo es peor hijo por decirlas. Hacer esta consideración te puede ayudar a enfocar estas frases de forma más serena y asertiva.
4. Pon límites
Si bien es cierto que este tipo de frases, casi nunca las sienten de verdad los hijos, y por ello tenemos que darles el "peso" o la importancia justa, también lo es que sigue siendo importante trabajar el respeto y los límites con los hijos. No pueden asumir la idea errónea de que "como se sienten mal, pueden hablarnos de cualquier manera".
Esa no es la idea; la idea es acompañar en estas emociones o darles su espacio, si lo necesitan, pero nunca tolerar faltas de respeto, y poniendo límites cuando sea necesario. También, insistimos, deberemos graduar las palabras y valorar si podemos "dejarlas pasar" o si hemos de hacer algún comentario al respeto.
5. Busca ayuda si es necesario
Por otro lado, aunque seamos comprensivas, también hemos de valorar la frecuencia e intensidad de estos momentos. Si la situación se vuelve insostenible y estas frases se convierten en "palabras mayores", en algo frecuente o en comportamientos agresivos o inadmisibles, también recomendamos tomar medidas y pedir ayuda de un profesional especialista.
6. Hay otras formas de expresarse y actuar
Enlazándola con lo anterior, otra idea que puede ayudarte a saber cómo afrontar este tipo de frases es enseñarle a tu hijo que aunque estemos super enfadados y "hartos", hay otras formas de expresarse (y actuar) más respetuosas.
Por ejemplo, podemos transmitirles la idea de que pueden expresar su enfado de la misma forma pero cambiando las palabras que utilizan; en lugar de "eres la peor madre del mundo", pueden recurrir a "ahora mismo me siento demasiado enfadado como para seguir hablando contigo". Este ejercicio no es fácil, porque requiere mucho autocontrol, pero se puede empezar a practicar. La idea es no vetar sus emociones pero sí enseñar a canalizarlas.
7. Ayúdale a encontrar el punto de "no retorno"
Cuando hablamos del punto de no retorno nos referimos a ese momento clave, cuando nuestros hijos están muy enfadados, en que identifican que están a punto de estallar y que ya "no hay marcha atrás". Aprender a identificar este punto tampoco es tarea fácil, y requiere entrenamiento, pero es clave a la hora de evitar decir cosas de las que más tarde nuestros hijos seguro que se arrepentirán.
En ese punto pueden detenerse, respirar 5 segundos y entonces ya sí, hablar (seguro que la frase es distinta a la que iban a decir). Una idea para enseñarles a encontrar ese punto es animarles a identificar cuándo se están notando más acelerados (por ejemplo, a través del pálpito en el corazón), cuando sientan que la emoción dentro suyo se intensifica (como si fuera una bola de tensión), y, en definitiva, cuando sienten que van a perder el control.
8. El rencor, bien lejos
Finalmente, alejémonos del rencor y pongamos un poco de mente fría a la situación. El rencor no sirve para nada, no tiene ningún sentido tenerlo (y menos con nuestros hijos). Por ello, si estas frases te duelen o molestan, transmíteselo a tu hijo si así lo sientes, pero no te quedes anclada en ellas. Y sobre todo, si tu hijo se siente culpable después de decirlas y te pide perdón, no seas muy dura con él y acepta ese perdón que seguro dice desde el corazón.
Seguro que a medida que tu hijo madure, vaya encontrando sus propias estrategias de regulación emocional y pase la etapa compleja de la adolescencia, vuestra relación de madre e hijo mejora y estas frases quedan finalmente en el olvido.
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