No hay pareja que no haya sentido un cambio en su relación con la llegada de los hijos. De hecho me atrevería a decir que con el primero se produce un tsunami que pone a prueba los cimientos de todo aquello que se ha construido a través del tiempo.
La multiplicación de responsabilidades, el cansancio, las culpas y el poquísimo (y muchas veces nulo), tiempo que dedicamos a nosotros mismos, hacen que el vínculo se desgaste. Y como bien dice la frase: "el amor es como las plantas, si no se riega, se seca".
No dialogar
El diálogo debería ser la base y el alimento de toda relación, tanto de pareja como con los hijos. Suponer que el otro sabe exactamente qué estamos pensando, qué nos gusta y qué no un error frecuente en el que solemos caer cuando damos por sentado "que ya nos conoce demasiado".
Sin embargo las personas cambiamos y las circunstancias no son siempre las mismas. Exponer a nuestra pareja nuestros pensamientos, nuestros miedos, lo que nos hace sentir mal y lo que nos hace sentir bien (y no solo sobre las cuestiones propias de la rutina), es muy importante para que la relación se siga fortaleciendo.
Por el contrario, no hacerlo puede hacer que nos distanciemos día a día, hasta el punto de no reconocer a la persona que tenemos a nuestro lado, cuestión que ocurre con frecuencia cuando los hijos se van de casa y nos encontramos de nuevo solos en pareja.
No decirnos "te quiero" o "me gustas"
Muchas veces suponemos que nuestra pareja sabe que le queremos, o que nos sigue gustando. A pesar de que sea así, es importantísimo decirlo y demostrarlo: la ma/paternidad es una labor que a menuda toca nuestra autoestima, ya sea por los cambios físicos que acarrea, como por la carga mental que trae consigo la crianza y que puede afectar características de nuestra personalidad como el optimismo o el humor.
Algo tan sencillo como decir "me gustas" puede ser el bálsamo que arregle un mal día (o una mala noche). Lo único que tenemos que hacer es no olvidarlo y decirlo más.
No sacar tiempo de calidad para compartir
Como padres que hemos criado sin familia ni ayuda sabemos perfectamente lo que es hacer malabares para tener algo de tiempo al final del día para hablar al menos de lo urgente. Por eso es fundamental hacer uso de la imaginación y planear pequeñas citas: cenas románticas en casa, un paseo antes de recoger a los niños de las extraescolares, comer fuera entre semana.... citas tan necesarias que se han convertido en una de las cosas más divertidas que hacemos como pareja.
No hacer equipo
Una pareja con hijos siempre debería funcionar como un equipo y cada día sus integrantes debería tener claro que es parte de él. Saber que ante un error (por ejemplo, en la organización de tareas), no tendrás reproches sino apoyo, que ante cualquier adversidad puedes contar con el otro y que ambos tienen iniciativa para solucionar cualquier tema (empezando por las labores de la casa), es una de las cuestiones en las que más se falla en cuanto a la vida en pareja (y me refiero tanto a con o sin hijos).
No hablar de forma positiva
Las actitudes negativas son muy contagiosas, así que todos deberíamos intentar ser más positivos en nuestras apreciaciones, especialmente cuando queremos hablar de algo que no nos gusta. No quiere decir que nos convirtamos en la personalización de Mr. Wonderful, ni que no explotemos cuando lo necesitemos, pero es fundalmental cuidar nuestras palabras porque tienen mucho poder, tanto para lo bueno como para lo malo.
Reprochar todos y cada uno de los errores que comete el otro
Cuando vivimos en pareja, y especialmente cuando llegan los hijos, una de las cosas que debemos aceptar es que cada uno tiene su forma de hacer las cosas. Es verdad que en el camino ambos aprendemos y mejoramos tanto en cuestiones sencillas del día a día como resolviendo problemas más complicados que se nos puedan presentar, pero nunca llegaremos a cambiar al otro para que haga las cosas tal-cual-las-haces-tú.
Aunque ni uno ni el otro las haga de forma perfecta, debemos valorar la iniciativa y el estar al pie del cañón a pesar de que no todo sea perfecto. Los reproches desgastan muchísimo y pueden hacerte llegar a sentir que no eres capaz o que nunca haces nada bien.
No ser humilde
La humildad es uno de los valores más importantes y creo que es algo que se está perdiendo. Reconocer que no somos perfectos, que nos equivocamos y pedir perdón cuando es necesario es muy importante para sanar las heridas que a veces le provocamos al otro, muchas veces de forma inconsciente y alcanzar el equilibrio en una relación.
Olvidar el autocuidado
Precisamente hablando de equilibrio, siempre deberíamos buscar ese punto en el que cuidamos a nuestra familia y nos cuidamos a nosotros mismos. Eso implica practicar algún deporte, salir con amigos, estudiar o encontrar cualquier rato de desconexión que nos permita evadirnos y disfrutar, no solo por nuestro propio bienestar, sino también por el de nuestra pareja y el de nuestros hijos.
No cuidar la intimidad
Por último, y no menos importante, es importante cuidar la intimidad. Esta debe surgir de forma natural y esto sucede, especialmente en las mujeres, cuando nos encontramos bien a nivel emocional.
Si sientes que la líbido está baja, es fundamental reflexionar en pareja sobre todo lo que hay por mejorar y ponerse manos a la obra.