Ser madre saca lo mejor de ti, pero también te deja ver con una claridad pasmosa facetas que intuías que tenías, pero que no habían sido tan evidentes hasta ese momento.
Una de ellas es el poder de tu comunicación no verbal. ¿Cuántas veces no hemos visto esa carita de miedo-asombro porque mamá o papá se han enfadado y a nosotros nos ha parecido que lo que decíamos no era tan grave? Nuestro rostro -y muy especialmente nuestra mirada- muchas veces dicen (y hieren) más que nuestras propias palabras, y el impacto que puede provocar en los niños es bastante importante.
Pero no solo ocurre en los momentos malos: también cuando estamos con ellos y con el móvil, o cuando estamos jugando y pensando en otra cosa: eso, lo que no decimos con palabras -pero que ellos leen perfectamente- es una parte de nuestro lenguaje a la que deberíamos prestar más atención.
Los niños son especialmente sensibles al lenguaje no verbal
Desde que nuestros hijos son bebés, son capaces de comunicarse a través de los gestos. Cuanto más tiempo pasemos juntos, hablándole, jugando o simplemente contemplándole, más información recibe sobre las señales que queremos trasmitirle.
Por supuesto, todos esos estímulos hacen que su cerebro se desarrolle a pasos agigantados y fortalezcan su capacidad de entender lo que les estamos diciendo tan solo con mirarnos. Esa retroalimentación y su propio instinto de supervivencia hacen los niños sean muy sensibles al lenguaje no verbal. Somos su refugio y su calma... por eso hablarles siempre con amor (y que se note), dejar el estrés y las preocupaciones fuera de casa, es muy importante desde esa temprana edad.
Por qué cuidar el lenguaje no verbal mejora nuestra comunicación
Las expresiones son las que dan el significado a las palabras, y más aún cuando nos dirigimos a nuestros hijos. A veces olvidamos que nos conocen desde su primer día de vida, y que solo necesitan mirarnos para saber exactamente lo que estamos pensando.
Un niño que identifica plena disposición de sus padres para escucharle y atenderle cuando les necesita, y al que se le ha hablado con respeto siempre, es un niño que se crecerá con más autoconfianza.
No me refiero a que nunca nos vean enfadados u ocupados, porque la vida real incluye todos los estamos de ánimo, sino a velar porque nuestra prioridad sea siempre darles a entender que a pesar de todo, enfados, trabajo, estrés o lo que sea, estaremos ahí para ellos. Un "en cuanto termine esto que es muy urgente, vas a tener toda mi atención" (y cumplirlo, por supuesto), es mucho mejor que un "que sí, que te estoy escuchando", cuando tus gestos, tu mirada y tu expresión corporal confirma que definitivamente no es así.
Imagina que tienes un espejo frente a ti
Una de las mejores herramientas que tenemos para mejorar como padres -y como personas- es la autocrítica. ¿Qué reflejaría un espejo si estuviese puesto enfrente tuyo cuando les hablas a tus hijos? Y obviamente no me refiero a los momentos en los que jugamos, sino a esos en los que estamos muy enfadados, o cuando nos piden atención, o nos quieren contar algo extraordinario que han hecho, como construir la U con plastilina. ¿Coincide la expresión de nuestro rostro con lo que dice nuestra boca?
Creo que nadie estaría libre de culpas. Hoy en día todos estamos "demasiado ocupados", "demasiado estresados" o con un cansancio mental que no nos permite ejercer la atención plena cuando estamos con ellos, que hace que explotemos con facilidad, o incluso que descarguemos nuestras frustaciones con ellos.
Por eso, cuando dediques tiempo a tus hijos, imagina que tienes un espejo frente a ti... ¿qué expresión ven tus hijos? ¿te gusta ese reflejo?
Tu hijo espera que te emociones con él, que te alegres con él y que te rías a carcajadas con él... ¡simplemente hazlo y no tengas miedo a que tu cara lo refleje!
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